Capítulo 3- Chisme

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Estamos en su auto, en dirección a no sé donde. No puedo explicar todas las emociones que estoy sintiendo en estos momentos. Lo principal, miedo.

—No tienes que estar nerviosa.— dijo muy tranquilo —No tengo planeado llevarte a la cama. Puede ser que tengas alguna enfermedad.— se estaba burlando de mi.

—Él único que puede tener una enfermedad en este auto, eres tu.—Irritada, el me pone irritada.

—¿Por qué tu no?— despego sus ojos de la carretera para verme a mi.

Podía ver esa maldita risa burlona en sus labios. ¿Quiere que le diga que soy virgen o qué esta esperando este tipo?

—Callate Villareal.— dije al mismo tiempo que volteaba los ojos.

Tiró una carcajada al aire devolviendo su mirada a la carretera.

Su perfil, jamás lo había visto con atención. Contorno del rostro marcado a la perfección, dando un aspecto varonil con su corta barba. Su nariz, no era respingada, pero no era tan tosca como muchas otras narices de hombres.

Él jamás se fijaría en mi. En primer lugar, tiene a casi la mitad de las chicas puestas el ojo en él. La mayoría de ellas tienen grandes atributos llamados: nalgas, boobies y dinero.

Creo que muy apenas cumplo un medio de lo primero, un tercio de lo segundo y cero porciento de lo tercero.

Soy una chica común, invisible y normal.

Cuando me liberé de mis pensamientos, él estaba estacionando su auto cerca de algo que parecía un río.

Se podía ver claramente el atardecer reflejándose en el agua. No soy fanática de la naturaleza, pero esto es una magnifica belleza.

—Aquí veniamos. — llamó mi atención. Él estaba viendo el horizonte muy inspirado, dejando que el viento jugara y haciendo su pelo despeinarse.  —Mi papá, yo... Y mi mamá.

Pude oír algo raro en su voz. Lo que hizo fue bajar su mirada a sus pies para quedarse sin habla por unos momentos. —Ella era hermosa.—Sus palabras me llenaron de asombro. Es muy raro que un hombre hable así de su madre. —Ella murió cuando yo tenía ocho años.

Vi caer una lágrima de sus mejillas y mi corazón se rompió en mil pedazos. Desdé niña, jamás me ha gustado ver llorar a las personas porque suelo llorar yo también. —Lo lamento mucho.

—Gracias.— se limpio la lágrima y continuó—La verdad, estoy solo todo el tiempo. No tengo hermanos y mi padre trabaja y por lo general viaja mucho.

—¿Por eso intentas tener muchos amigos? Para no sentirte solo...— mis ultimas palabras fueron casi un susurro. Trataba de no sentir pena por él, pero eso era casi imposible. Esa cara triste, que guardaba todo eso. —¿Por qué me dices todo esto?

Suspiró y se acerco a mi. Otra vez podía oler ese perfume hipnótico. Mi corazón volvía a latir con fuerza y trataba de controlar la estabilidad de mis piernas para no caer. —Porque fuiste a caer a detención, eso me llamo la atención y tu forma de ser... haces que me sorprenda, que me irrite.

El OrangutánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora