Capítulo 9- Servicio comunitario

58 1 0
                                    

Bueno, estamos en la hora del almuerzo y todo pasó como lo suponía. Todos en la escuela se me quedan viendo como si fuera el bicho raro.

No es necesario decir que estoy en la boca de mis compañeros. Con tanto chisme me convertiré en una leyenda.

—Ignoralos. Se les va a olvidar mañana.— dijo Esteban en un intento por hacerme dejar de pensar en esto.

—No creo que se les olvide ni por lo que resta de clases...— No puede ser. Era la gran cabeza hueca. La misma chica con la que me había peleado en la clase del bigoton. ¿Qué tiene contra mi?

—¿Y a ti que demonios te importa?— me levante de mi asiento para verla cara a cara. De solo verla sentía esas ganas de golpearla.

—¿A mi? Nada en especial... Pero quien diría que la chica rara fuera tan zorra...

Ese fue mi limite antes de que le tumbara su comida encima, lo que obviamente a ella irritó.

—¡De esta no te salvas Cortes!— dijo mientras se iba a lanzar hacia mi y yo hacia ella.

Cuando menos lo esperaba, ya estábamos en el suelo haciendonos daño una a la otra. Sus uñas rasparon mi cuello y yo sentí que le arranque unos cuantos pelos.

—¡Ya basta!— gritaron mientras nos separaban.

—¡Maldita Zorra!— gritó la hueca —¡Eres una arrastrada!

—¡Tu no me conoces maldita hueca!— también le grité. Mi sangre hervía y tenía ganas de seguirle arrancando ese cabello pintado.

Sin darme cuenta, nos sacaron de la cafetería pero nos llevaron a diferentes salones.

Estaba toda embarrada de la comida que le había tirado encima a la hueca. Sé que estoy en problemas y lo más seguro es que me manden a detención por un mes.

Toque mi cuello donde tenia las marcas de sus uñas y estaba hirviendo la herida. Maldita hueca.

La puerta se abrió de un golpe y era la persona que menos me esperaba en este momento. ¿Por qué vino?

—¿Gisela?— unos grandes ojos azules se postraron sobre todo mi cuerpo. Estaba tan sorprendido de verme en esta situación. —Dios mio.— se acerco y empezó a checarme mis heridas. —¿en qué demonios estabas pensando?

—En nada, Aarón.

Me estaba viendo directamente a mis ojos. Los dos estábamos solos en ese salón tan pequeño.

—No lo vuelvas hacer...— tomo mi barbilla para acercarme más a él —No quiero que te vuelvan a lastimar.

—Pero...— mis lágrimas empezaron a fluir —Tu me dejaste.

—Porque no quiero lastimarte... ¿Cómo crees que me siento al saber que te pones triste o enojada cuando estoy contigo?— se formo un gran nudo en mi garganta y mi labio inferior empezó a temblar. —Me odio por causarte esas emociones.

—Pero, ayer cuando te fuiste me sentí peor.

Sus ojos se iluminaron y no pudo pronunciar ninguna palabra. Colocó mi cabeza contra su pecho y nos quedamos inmóviles por unos minutos. Es raro, pero ahora siento que yo lo necesito más a él que él a mi.

Nuestro abrazo se vio interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose. —Señorita Cortes, venga un momento a la dirección por favor.

Aarón me vio a los ojos. —Tranquila, nada malo va a pasar.

Asentí con la cabeza. Lo único que podía tener en ese momento era esperanza para no ser suspendida.

Antes de entrar a la dirección vi a la hueca del otro lado del pasillo. Tenía un ojo morado ¿Yo le hice eso? No recuerdo.

El OrangutánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora