Capítulo 4- Su habitación

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—¡Ve!— gritó Leslie —¡Rapido!

—¡No!— como pude, me puse de pie pero todo en mi cabeza daba vueltas. —No quiero que me vea en esta manera.

—¿Aarón esta afuera?— preguntó Sandra mientras levantaba la botella de vodka. La habíamos despertado con nuestros espantosos gritos —¿es en serio?— me sentía tan apenada con Sandra, nunca había estado tan ebria. —Yo iré hablar con Aarón y decirle que no iras a esa fiesta.

Sandra se puso una bata y salió de la casa, mientras que Leslie y yo tratamos de escondernos detrás de las cortinas de mi ventana para ver el espectáculo.

Pensándolo bien, no fue una buena idea porque nuestras sombras se podían ver desde afuera.

—¡Esta bajando de su auto!— gritó Leslie.

—¡¿Qué hago?!— entré en panico. No podía pensar en nada congruente en estos momentos ¿Por qué se bajo de su auto?

—¡Debajo de la cama!—Volvió a gritar Leslie

Antes de que pudiera dar tres pasos, todo mi cuerpo se vino a bajo y quede acostada en el suelo para poder ver unos zapatos negros enfrente de mi rostro.

—¿Qué se supone que haces? ¿No íbamos a ir a la fiesta?

Sentí unas manos que con fuerza me levantaron. Veía borroso su rostro —No. Tu no...—

—Si, yo si. — me levantó como pudo, poniéndome como un costal de papas sobre sus hombros. Esto no esta bien —Yo se las de vuelvo en la mañana chicas.—¿Qué acaba de decir? Dios mio. Quiero decir algo, pero de mi boca no salen palabras concretas ni entendibles.

Sentí cuando íbamos bajando las escaleras y derrepente un golpe que me hacia saber que ya estaba en el asiento del copiloto.

¿Dónde me quiere llevar? Estoy asustada y lo peor es que sigo en pijama en estado de ebriedad.

Vi como se subió al auto y lo puso en marcha. —¿a dónde me estas llevando?— no recibí respuesta y eso me hizo irritar.

Bajé el cristal de mi ventana y saque la cabeza como un perro, el aire se sentía tan bien y en un instante el auto se detuvo enfrente de una casa.

—¿Dónde esta...— antes de poder terminar la pregunta, sentí unos labios que chocaban contra los míos.

Aarón me estaba besando muy descontrolado y yo no podía creer lo que estaba pasando.

Podía sentir su lengua buscando la mía, tratando de unirlas y uno que otro mordisco travieso a mi labio inferior.

Se detuvo por un segundo y se hizo para atrás —Lo siento. Tengo una obsesión por las niñas buenas y que hagas cosas como estas me prende.

El OrangutánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora