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2.
Las voces sonaban como una extraña cacofonía a su alrededor, alguien permanecía a su lado proyectando una sombra de seguridad, más alejado podía escuchar las voces de sus vecinos hablando en voz baja.
─ Bienvenida señorita, soy el jefe de policía ─ Sus ojos enfocaron al rostro que se inclinaba sobre ella, le era vagamente familiar, sus oscuros ojos la sondeaban tratando ver más allá ─ Estaba justo en su puerta cuando escuché el golpe, por supuesto correré con los gastos de la puerta, en cuanto el doctor me asegure que está usted en condiciones la acompañaré a comisaria ─ Lia tragaba con dificultad, solo acertó a asentir lentamente sintiendo que su estómago volvía a revolverse.
─ ¿Es verdad lo de Emma? ─ Acertó a preguntar lentamente.
─ En comisaria le daremos los detalles, en cuanto no se caiga redonda al suelo iremos, me encargaré de que desayune algo ─ Prometió el hombre al doctor antes de ayudar a la chica a levantarse y guiarla hacia el coche antes de que la calle se llenase de periodistas. Había un pequeño detalle que colocaba a la joven en el punto de mira, pero sería algo que rebelaría en su debido momento. Varias patrullas más se dirigían hacia su despacho, las cuatro amigas llorarían su pena tras responder algunas preguntas que como él bien sabía no les guiarían hacia ninguna parte, ellas no sabían nada, solo eran daños colaterales.
─ ¿Quién es usted? ─ La temblorosa voz de la chica le saco de sus negros pensamientos, si ella supiera quien era en realidad ambos estarían en grandes problemas.
─ Soy el jefe de policía, de casualidad, vivo enfrente de usted cuando recibimos la noticia ─ Su tono era neutro, nadie pondría en duda la veracidad de sus palabras.
─ ¿Sabe qué le ha ocurrido a mi amiga? ─ El tráfico era fluido y pudo esquivar sus palabras con rapidez al entrar al subterráneo para aparcar.
─ Vamos, arriba lo verá usted misma, va a ser duro, le advierto que no es fácil a lo que va a enfrentarse ─ Con firmeza, pero sin ser brusco la tomo por el brazo para guiarla hasta su despacho, nadie se atrevería a cruzarse en su camino, llegar a donde el había llegado en tan poco tiempo no había sido un trabajo fácil, ni limpio, el respeto y el temor iban tomados de la mano ─ Hasta donde sabemos, Emma fue atacada por tres hombres ¿Visteis algo fuera de lo normal el sábado de madrugada? ─ Una punzada de dolor se formó en el estómago de la joven y negó rápidamente con la cabeza ─ Amelia, es importante que hagas memoria, estoy seguro de que no fue una víctima al azar ─ Mientras hablaba servía café caliente, no quería que la chica se desvaneciese.
El resto de chicas estaban llegando en ese momento, como todas eran mayores de edad, la presencia de los padres estaba restringida, los familiares estaban todos contenidos en un mismo lugar, menos los de Lía, ella estaba sola, sus amigas eran su familia.
─ Llámeme Lia, nadie me llama Amelia ─ El café parecía haberle despejado los sentidos y al mismo tiempo le mostraba un mundo mucho más oscuro ─ Señor, yo sentí a Emma morir ─ Dijo enigmáticamente dejando caer la taza de su mano, una enorme brazo la rodeo antes de que su cuerpo siguiese a la porcelana.
─ Lia, llámame Bruno, dejemos las formalidades ─ Sabía que la joven no era normal, al menos no como el resto, la había observado lo suficiente como para saberlo, ella podía sentir más allá de la vida ─ Tranquila muchacha, pero por el momento no le cuentes a nadie, será nuestro secreto. 

Extrañas AparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora