11. El Grinch personificado

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Para sorpresa de todos: yo no puedo dormir en el auto

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Para sorpresa de todos: yo no puedo dormir en el auto.

Lo sé, ¿cómo? Pero si Michelle, tú eres la persona más dormilona del multiverso. Si, si, pero en el auto no. Para viajes como este tengo que tomar unas pastillas para el mareo, que evitan que vomite, pero no me permiten dormir. Si intento cerrar los ojos y dormir en el auto, siempre me despierto segundos después con la sensación de que caigo por el vacío.

Por eso, en las siete horas que Adam conduce y yo debería dormir, me dedico a observarlo. La parejita ronca atrás de nosotros, supongo que no durmieron muy bien la noche anterior. Boris se resignó a la mochila en pro de la nariz de Bryce. No creo que esté muy contento si lo ve de frente, temo que se lance a rasguñar.

Adam está muy concentrado en manejar, como la persona responsable que es. Yo estoy muy concentrada en observar cada detalle de su cara, como la persona obsesiva que soy. Lo veo desde el perfil. Tiene la nariz perfecta, de esas que son rectas, pero no inhumanas, no se respinga, pero tampoco es ancha. Las cejas gruesas, amoldadas a su cara como si se las hubiera peinado. Su piel no es blanca como tal, más bien parece tostada por el sol; me lleva a pensar en el montón de lugares en los que debe haber estado. Desde aquí puedo ver incluso los poros de su piel. Orejas puntiagudas con el lóbulo pegado. Ya discutimos que sus ojos parecen pintados a mano y me hacen sentir una explosión por dentro. Y no me hagan hablar de sus labios, por favor, ya tengo suficiente con ver su manzana cada que pasa saliva.

Es en momentos como este que quisiera ser July, saber dibujar y poder retratarlo a lápiz. No tengo eso, pero si tengo tecnología.

—¿Y tu cámara? —le pregunto de repente.

—En la cajuela —responde sin volver a verme—, ¿por?

—Quería tomarte una foto. —Me encojo de hombros—. Ya sabes... el sol bronceando tu piel y el viento levantando tu cabello. Muy artístico todo.

—¿No se supone que sin fotos? —sonríe de lado.

—Dije no fotos juntos —corrijo. Él duda un poco de la flexibilidad de esa regla, pero al final asiente.

—Tienes tu teléfono. —Lo señala con la cabeza—. Pero tendríamos que hacer un intercambio después, cuando tú conduzcas y el atardecer se esconda detrás de tus ojos.

Hasta que Santa Claus devuelva al gato ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora