I.

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Cristian Romero no estaba teniendo precisamente un buen día. El resultado en el partido debut de su selección contra Arabia Saudita lo tenía molesto, intranquilo y con una sensación amarga que revolvía su estómago.
Suspiró, tal vez por séptima vez desde que ingresó al vestuario, a su vez dándole un trago a su botella de agua, con el único fin de relajarse un poco, cosa que, notoriamente, no estaba funcionando.

—Fue robo —repitió una vez más Lautaro Martínez, quien se encontraba igual e incluso más molesto que él. Y con justa razón, su gol había sido anulado, ese gol que podría haberlos dejado en empate había sido dictaminado como inválido.

Todos sus compañeros estaban digiriendo el resultado final como mejor se les acomodaba, a su manera, algunos sintiéndose más molestos que otros.

—Claramente, ¿pero qué querés hacer ahora? ¿Ir a agarrar al árbitro para que confiese que lo compraron? Dale, boludo, ya está —Ángel Di María lo miraba fijo—, no podemos hacer más nada.

—Qué negros de mierda —se quejó Emiliano Martínez—. Ya van a ver los mexicanos.

Si había algo que todos tenían claro, era que iban a salir a desquitar su enojo contra la selección mexicana. Su país entero e incluso países ajenos confiaban plenamente en el equipo y no planeaban darles una decepción, mucho menos querían volver a casa tan pronto.

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No había pasado mucho tiempo cuando Cristian recibió una llamada que no esperaba en absoluto. Era sincero al decir que lo había sorprendido, así como también lo era al decir que lo necesitaba.

Son Heungmin, uno de sus mejores amigos, se encontraba del otro lado de la línea esperando a ser atendido. Sonrió, sintiéndose plenamente feliz al leer su nombre en el identificador, y sin perder más el tiempo, respondió.

Cutie —escuchó del otro lado—, ¿cómo estás?

La voz ajena llegaba a sus oídos de manera encantadora, llenando su ser de una paz que necesitaba en ese momento.

No sabía cómo, pero parecía que Heungmin tenía un don para eso. En más de una ocasión el coreano había logrado apaciguar su alterado ser únicamente con palabras, sabía bien cómo llegar a él y eso en más de una ocasión había logrado sorprenderlo.
Supuso que eso se debía a que él no era el primero ni sería el último jugador al que, como compañero, le tocaría ayudar a que se tranquilizara.

—Como puedo —fue lo que respondió, regresando a su realidad y sin indagar demasiado sobre su estado de ánimo. No quería aburrir al asiático con eso.

Tengo tiempo.

Guardó silencio por unos pocos segundos al oír aquello, permitiendo que una sensación de calidez se expandiera por su pecho. Le resultaba extraño, nunca antes había reaccionado de esa manera tan llamativa a las palabras ajenas. Era nuevo, desconocido y no sabía qué significaba exactamente. Sin embargo, no podía ponerse a buscarle respuestas a las miles de preguntas que formulaba su cerebro justo en ese momento.

Inhaló profundamente antes de soltarse a hablar, a descargarse con él, con la plena confianza de que no sería juzgado, al contrario, en Heungmin siempre lograba encontrar contención y apoyo, cosa que agradecía profundamente. El coreano lo entendía más de lo que su entorno habitual lo hacía.

Sin más, comenzó con su breve e improvisado discurso, contándole cómo se sentía y cómo llevaba la lesión provocada justo antes del inicio del mundial. Le contó cómo se sentía respecto a este, le habló sobre sus expectativas y la tensión que lo envolvía antes de comenzar. Mencionó diversos puntos, a excepción del desenlace en su debut.

Heungmin no preguntó por eso, no deseaba incomodarlo ni mucho menos molestarlo. Lo entendía y no iba a presionarlo. Aunque por supuesto, si en algún momento el cordobés deseaba desquitar su frustración y hablar sobre lo sucedido, estaría totalmente dispuesto a escucharlo y brindarle su apoyo, tan incondicional como lo era desde el primer momento en que se cruzaron y su relación comenzó a tener lugar.

Relación. Era raro llamarlo de esa manera, pero en el fondo era consciente que no le desagradaba en absoluto.

Perdió la noción del tiempo que estuvo al teléfono con el argentino, tal vez una hora, tal vez más, no lo sabía, pero no le importaba. Lo único relevante para él en ese momento era su amigo.

Intercambió con él su punto de vista, le dio su sincera opinión y así mantuvieron su charla, tan cálida y amena que no quería que terminara.

Pero todo en su momento tenía su fin, y aquella llamada telefónica no sería la excepción.

Cristian fue quien le dio un giro a su conversación para finalizar la misma, diciendo que no quería quitarle más tiempo.

Quiso decirle que siempre tendría tiempo si se trataba de él, sin embargo, las palabras no salieron, quedaron atascadas en su garganta y su subconsciente no lo dejaría tranquilo hasta que pudiera expresarlo en voz alta.

—Sonny —lo llamó.

¿Sí?

Cristian retuvo el aire en sus pulmones por varios segundos antes de atreverse a responder, sin saber siquiera porqué. Tal vez porque quería oír su voz por más tiempo y sentirse en calma, en paz, cosa que el asiático lograba de manera distinta a diferencia de quienes lo rodeaban a diario.

—Gracias —soltó por fin.

Juraba que el mayor tenía una sonrisa dibujada en su rostro. Cristian no acostumbraba a decir aquello en voz alta, pero con Heungmin era diferente.

Con él todo era diferente.

Cuando quieras.

Antes de despedirse, una vez más impidiendo que la llamada terminara y se alargara unos instantes, habló nuevamente:

—¿Podemos vernos más tarde?

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bueno, ni idea si alguien me esté leyendo en este momento, pero me vi en la obligación de hacer esto porque no encontré fanfics de estos dos, siendo que somos muchas las esquizofrénicas que los shippeamos. en fin, si me leen, lo agradezco, espero disfruten.

algo que me cuestiono bastante es cómo chota se comunican el Cuti y Sonny, pero bueno, podemos simplemente flashear que Sonny le habla en inglés y el Cuti da todo de sí para entenderlo y a su vez contestarle.

debo diálogos, i know, acá hubo poco y nada pero por algo se empieza. dejemos eso para la próxima parte cuando se encuentren.

nos vemos más pronto que tarde ;)

ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora