IX.

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Observó la hora, quizás por quinta vez en menos de diez minutos. El tiempo avanzaba de manera lenta, torturándolo un poco más en cada segundo, adicionando a los nervios que lo invadían.

Suspiró con pesadez, en un frustrado intento de llamar a la calma para que inundara su ser. Su corazón latía con fuerza, su pecho subía y bajaba con irregularidad y había comenzado a caminar de un extremo a otro dentro de aquella habitación una vez más. Su cabeza no dejaba de proyectar imágenes alternativas sobre lo que podía pasar en las próximas dos horas y, por supuesto, estaba alterado; quizás demasiado.

Su mejor amigo, quien en ese momento lo acompañaba —como siempre hacía—, ya se encontraba mareado a ese punto al verlo dar tantas vueltas.

Guesung le dirigía la mirada desde su lugar, recostado sobre su cama, a su vez pensando en la situación que lo envolvía.

Heungmin le había dicho que estaba seguro de poder manejar bien dicha situación por su cuenta, sin necesidad de que él estuviera pendiente e hiciera de lo suyo un problema propio.

Pese a esto, Guesung insistió en quedarse.

Qué suerte que lo había hecho.

—Si no dejás de moverte tanto me voy a ver en la obligación de calmarte otra vez pegándote con una almohada —amenazó el menor.

Dadas las circunstancias, la única manera que había encontrado de mantener cuerdo a su mejor amigo, dentro de lo que cabía, era lanzándole almohadas y pidiéndole que dejara de sobrepensar tanto.

Heungmin se detuvo, mirándolo con sus ojos brillando y acercándose para acostarse a su lado, con su vista ahora fija en el techo.

—Ya sé que estás nervioso —habló nuevamente Guesung, en un tono que le hacía saber a Heungmin que lo que menos buscaba era juzgarlo—, pero te estás torturando por demás.

Tenía razón, no lo negaba. Sin embargo, por más que intentó mentalizarse con que todo estaba bien, sus nervios habían escalado hasta el punto de estar fuera de su propio control. No estaba orgulloso de eso, por supuesto que no, pero no podría hacer nada hasta no tener a Cristian en frente y que este le dijera lo que tanto deseaba escuchar.

Y ahí es donde entraban sus pensamientos autodestructivos, haciéndole creer que existía la posibilidad de que Cristian le dijera todo lo contrario a lo que él esperaba.

En ese preciso momento, el único capaz de devolverlo a la realidad era Cho Guesung, su mejor amigo, su compañero y su voz de la razón en todo ese tiempo, donde miles de emociones distintas habían logrado invadirlo y necesitaba que alguien le hiciera ver que realmente no todo estaba mal ni mucho menos perdido.

Lo miró, en busca de consuelo, haciendo a Guesung dedicarle una sonrisita e informándole sólo con la mirada que podía abrazarlo cuanto quisiera hasta que tuviera que salir de la habitación.

—Todo va a estar bien, te lo prometo —habló en un tono tranquilo, intentando transmitirle justamente eso, tranquilidad.

Heungmin asintió, buscando convencerse con que tenía razón.

Le agradeció en silencio, apretando su cuerpo entre sus brazos y recibiendo un pequeño besito cariñoso sobre su cabeza.

Se mantuvo ahí por un largo tiempo, entre los brazos de su mejor amigo, usándolo de refugio y recibiendo caricias en la cabeza de su parte. Dentro de ese “todo” que Guesung representaba en su vida, también incluía hogar. Cho Guesung, además de su lugar favorito, era su lugar seguro.

Podía quedarse ahí por unos minutos más, sólo centrándose en él y en ese presente positivo que lo rodeaba antes de enfrentarse a un futuro incierto.

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