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El reloj marcaba exactamente las nueve de la noche de un frío diecisiete de diciembre. Su cabeza estaba discutiendo consigo misma sobre todo lo que había acontecido en esos últimos tres días; incluso para ese momento, era difícil de procesarlo por completo.

Ese día estaba plagado de emociones para Cristian; estaba a tan sólo horas de enfrentarse a una final en un mundial, a tan sólo un paso de conseguir la gloria eterna y coronarse como campeón.

Sin embargo, no era sólo eso lo que tenía en mente.

Se había tomado un momento en medio de todo eso para analizar lo sucedido, desde su charla con Karen hasta la que había tenido también con Heungmin. Todo se sentía irreal en cierto punto para él; su vida había cambiado en semanas, lo había obligado a actuar y le costó varios dolores de cabeza llegar a la conclusión final de todo lo que estaba pasando.
Por un lado, también se atrevía a agradecer la rapidez con la que había surgido todo, ya que en caso contrario, probablemente habría tomado malas decisiones y hubiese herido no sólo a quienes lo rodeaban, sino también a sí mismo.

Aunque esto último era lo de menos, creía que podría aprender a vivir con eso, aceptando que era lo que merecía o lo que él había elegido, pero no podría perdonarse de ninguna manera que tanto Karen como Heungmin sufrieran por culpa de su inmadurez. Ninguno lo merecía.

Elegía creer que todo tenía una razón, que al final de todo su destino no era al lado de una chica como siempre le hicieron creer, y pese a todo, se sentía tranquilo, feliz. Son Heungmin lo hacía feliz.

Por un momento, volvió a aquella apuesta que el asiático le había hecho antes del partido contra México y se atrevió a reír ante el recuerdo.

Heungmin, quien estaba entre sus brazos, alzó la mirada al escuchar su risa repentinamente. Después de haber estado todo el día juntos, pasándolo entre mimos y besos, se habían fundido en un cómodo silencio y sólo quedaron las caricias mientras ambos disfrutaban de la agradable compañía del otro.

—Sonny —lo llamó finalmente—, dejame a mí proponerte algo ahora.

Heungmin sonrió, curioso, con la ligera sospecha de que sabía hacia dónde se dirigía con eso.

Se separó para poder observarlo mejor y así prestarle total atención.

—Te escucho.

Cristian tomó las manos ajenas entre las suyas, sin quitarle la mirada de encima. Esa mirada desafiante que tanto le gustaba y por fin podía admitirlo sin culpa alguna.

—Si ganamos la final mañana, vas a aceptar oficializar nuestra relación.

Rió, cargado de energías al oírlo, totalmente encantado con sus palabras.

Sabía que para Cristian era muy importante ese dieciocho de diciembre, más allá del posible resultado, quería hacer lo suyo igual de especial y no había gesto que le resultara más dulce.

—¿Y si no? —quiso desafiar.

—Y si no, también —contraatacó, acercándose a dejar un beso sobre sus labios y logrando que riera de nuevo.

—Está bien —llevó ambas manos hacia la nuca ajena, impidiéndole que se alejara—, trato hecho.

Sin necesidad de decir nada más, lo besó de nueva cuenta, disfrutando del reconfortante momento que estaban teniendo hacía ya varias horas.

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