2. No hables de Bruno.

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Pasó la madrugada entera hablando con él sobre cosas de la familia, y el tiempo hasta el amanecer se le fue básicamente en quejarse de ellos como nunca habría podido hacerlo con otra persona que no los conociera tan íntimamente. Bruno era capaz de entenderlo, después de todo, él también fue un rechazado más que por lo menos sí tuvo el coraje de irse.

Le contó un par de cosas sobre él con una tranquilidad que logró que Camilo se fuese recostando sobre la cama y se quedara dormido ante la liberación de aquello que quería expresar con tantas ganas.

Se perdió totalmente en el sueño, y cuando despertó por insistencia de la misma Casita apenas dos horas después, se dio cuenta que Bruno no estaba más en su habitación. Creyó que lo encontraría teniendo una gran reconciliación con la familia en cuanto bajara a desayunar a la mesa; pero, no encontró nada y eventualmente, cuando nadie lo mencionó en absoluto como sí fuese cualquier día normal, tuvo que aceptar pasada la media tarde que sí se trató de un extraño sueño.

Un par de días después, su rutina diaria continuó. Ayudaba al pueblo como podía, tenía incómodas cenas con su familia en las que no pronunciaba palabra alguna —y de todas formas no se daban cuenta— finalizaba su día con una ducha, y se iba a la cama otra vez.

Algo que había que recalcar, era que desde aquel sueño por fin podía dormir con tranquilidad a diferencia de hace poco. Los días habían estado tranquilos y sin lloriqueos.

Hasta hoy.

Toda su calma se fue al caño desde la tarde y en la noche fue directo a la cama sintiendo que el corazón se le saldría del pecho por la furia. ¿Irse a dormir así no lo mataría en un sueño? Tuvo que cerrar los ojos al acostarse para no darse vergüenza a sí mismo frente a los espejos. La luz se apagó, y aunque trató de convencerse que su llanto era más de coraje, finalmente cedió a romperse y cubrir su rostro queriendo parar las incontrolables lágrimas.

¿Qué ha hecho él para merecer esto? Creyó que por fin tendría un poco de paz dadas las circunstancias de los últimos días.

—¿Qué te hizo?

Por segunda ocasión y ni siquiera pasada una semana desde la última vez, entró en alerta en cuanto escuchó una voz ajena. Se alzó apoyándose de los codos contra el colchón y se dio cuenta que Bruno estaba ahí a su lado en la cama otra vez.

—¡...!—Ahogó un grito. Sus sueños comúnmente no tenían continuación, y tampoco tenía razones para tener la imagen de su tío como consejero y escucha. Esto significaba que era muy real.

—Fue ella, ¿cierto? Dime lo que te ha dicho—Volvió a preguntar.

El chico frunció el ceño y mostró su enojo.

—¿Qué?—Preguntó Bruno ante su reacción.

—¡No me preguntes qué!—Gritó Camilo apuntándole con el dedo—¡Te fuiste!

—No me fui—Contestó como si no fuese obvio—. Estaba aquí. Te dije que siempre he estado aquí contigo.

—Mentiroso—Volvió a responder lanzándole una almohada que ni siquiera estuvo cerca de caerle encima y terminó en algún rincón de la habitación. La razón era que las lágrimas en sus ojos no le permitían ver bien como para dar un buen tiro. —. No me mientas. No estuviste aquí para...

Se detuvo porque el nudo en la garganta no le permitió continuar. Su debilidad del momento era más fuerte que cualquier tipo de sentimiento de preocupación sobre por qué demonios su tío se apareció una vez en su cuarto y desapareció hasta el día de hoy.

Bruno le miró con lástima y le sujetó por el hombro; tenía una fuerza muy imponente aún sí su intención era reconfortar.

—No te estoy mintiendo. Yo no soy como ellos—Le dijo, y logró que el chico le devolviese una triste mirada—. Tú y yo no somos como ellos.

Creyó que le costaría más que cediera a él, pero ahora mismo Camilo necesitaba a alguien que no fuera su familia ni la gente del pueblo. No confiaba en ellos a pesar de que sabía que eran lo único que tenía y tendría por el resto de su vida.

Bruno, afortunadamente, era otro caso aparte y llegó en el momento que más lo necesitaba para escuchar lo que pasaba día a día en su cabeza y que jamás se atrevía a decir en voz alta.

—Tú me hubieras defendido...—Comentó a su tío mientras sollozaba.

Él volvió a preguntarle al menor:

—¿Qué te hicieron?

Entonces, Camilo como pudo le contó a Bruno de su nefasto día, y una vez más, él lo escuchó hablar por horas de cómo la abuela Alma le obligó a convertirse en una persona y terminó mostrándole su decepción al no lograrlo correctamente por los nervios. Isabela estuvo ahí para mofarse, y sus padres no hicieron absolutamente nada más que limitarse a decirle que debía hacerle caso a la abuela y esforzarse un poco más.

Eventualmente el llanto desapareció ante cada queja que salía de su boca, y se dio cuenta que se sentía mejor desahogándose con alguien con quien realmente podía hacerlo sin miedo a que terminase siendo igual de excluido que Mirabel; a la que la familia echaba de lado injustamente por no poseer ningún don y hablar más de lo que se permitía.

—Oh, Camilo—Dijo Bruno al escuchar su desgracia—Tienes razón, de haber estado ahí te hubiese defendido. No es justo.

Camilo le agradeció haberlo escuchado otra vez, Bruno volvió a repetir el sutil gesto de apoyar su mano encima de la suya; frío de nuevo, pero sus palabras no lo eran. Volvió a decirle todas las cosas que quería oír de alguien más que no fuese él mismo; Que Alma era demasiado exigente y criticona para no tener un don, que sus padres no estaban haciendo exactamente bien el trabajo de ser padres, y que Isabela estaba sobrevalorada para tener un don tan inútil.

Luego, volvió a adularlo diciéndole que entre todos los dones, el suyo era el que tenía muchísimo más potencial en varios aspectos. Camilo dejó volar su imaginación sobre las cosas que no se imaginó hasta ahora que podría hacer, y entonces los ojos le pesaron sabiendo que volvería a caer dormido al ya sentirse reconfortado. Pero, antes, decidió hacerle la gran pregunta:

—Entonces, tío Bruno... ¿Sólo vas a aparecer cuando yo me sienta mal?

Bruno frunció el ceño y negó.

—¿No tienes suficiente de mí? ¿Quieres que venga a diario contigo?

—No lo sé—Contestó el chico—. No sé por qué te estás ocultando o de quién, pero realmente me gusta que... Hablemos. Aún sí es sólo aquí en mi habitación. No quiero ser una molestia diaria.

—Oh, no. Me parece maravilloso quedarme contigo. Pero tengo un par de condiciones al respecto.

El chico alzó la cabeza con sus últimas energías para escucharlo, y entonces una nueva rutina fue sentenciada para ambos: En primer lugar, Camilo seguiría con la costumbre familiar de no hablar sobre Bruno. Por supuesto, esto ya lo había decidido desde antes. Pero también, el chico condicionó que Bruno sólo hablaría con él y no con nadie más de la casa como una muestra de confianza mutua, su tío prometió que así sería.

IN MY ROOM; «Brumilo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora