3. No puedo ignorarte.

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Las dos y cuarenta y cinco de la madrugada se volvió la hora favorita de Camilo desde entonces.

Marcaron ese horario para verse en su habitación, pues era uno en el que Bruno no peligraba en ser visto por la familia, y Camilo señalado como un loco por estarse carcajeando solo todo el día, —aunque una noche Toñito se despertó como todo niño de su edad sediento y se encontró con que su hermano saludaba hacía su cuarto—. El niño no dijo absolutamente nada, pues la actitud de Camilo durante las últimas semanas ya lo tenía de por sí atemorizado.

Parece ser que quedarse despierto desde las dos y también dormir menos de dos horas diarias comenzó a afectarlo en todas las maneras posibles. Físicamente hablando se estaba volviendo más delgado y las ojeras bajo sus ojos no se hicieron esperar. En cuanto a personalidad, sorprendentemente consiguió volverse más grosero y sarcástico de lo que de por sí ya era.

Antes, por lo menos sabía cuando parar sí se estaba pasando de la raya con sus palabras. Ahora, se había peleado hace apenas unas horas durante la cena con Isabela, y quizás, le dijo lo que a todos alguna vez en su familia se les llegó a cruzar por la cabeza pero no dirían jamás:

—No eres tan perfecta ni tan importante.

Fue algo que la chica pudo haber ignorado y no armar un drama yéndose de la mesa deprimida; de no ser porqué era una Madrigal y las palabras en esta familia dolían más que clavarse espinas.

Obviamente Alma tuvo que involucrarse para exigirle al moreno que pidiera disculpas, y cuando éste se negó rotundamente, ella lo abofeteó mientras le reprochaba que él no podía decir nada al respecto sobre ser perfecto porque jamás había demostrado ser suficiente como ella y no era más que un maleducado.

Sus padres lo presenciaron todo, pero como siempre no hicieron nada al respecto. Al final tuvo que aceptar ir a hablar con su prima para darle su sermón de arrepentimiento más falso antes de irse a su habitación y esperar a contarle a Bruno.

No lloró porqué no se sentía mal por lo que hizo. El castigo no significó nada para él, y en realidad, estaba muy feliz de por fin haberse rebelado.

Cuando Bruno llegó, le hizo espacio a su lado en el colchón. Últimamente se comportaba como un perro fiel que esperaba la llegada de su dueño. No contuvo su emoción al contarle lo que pasó y cómo se sintió.

—Tus padres...—Mencionó Bruno, mientras le acariciaba la herida que le dejó la abuela en el pómulo con su anillo de matrimonio—, ¿Nunca hacen nada por lo que te hace Alma?

Camilo negó.

—Ahora tienen toda su atención en Toñito, va recibir su don mañana—Aviso—. Mamá está preocupada, siempre lo está. Y Félix... No puede hacerse cargo. Cree que puede, pero cuando ella está realmente mal, él desaparece. Y yo...

—Tienes que hacerte cargo—Completo Bruno, el otro asintió dándole la razón—. Que triste.

—Bueno, es mi mamá. Tengo que cuidarla.

—Mmmhg—Bruno se quejó y se tiró sobre la cama mirando hacía el techo con las manos sobre el estómago.

—¿Qué?—preguntó Camilo con molestia; aquella fue una expresión de que quería decirle algo pero no iba a hacerlo.

—Nada.

—No, dime. ¿Qué tiene de malo?

—Bueno—No se hizo más del rogar y volvió su mirada hacía él.— Tú eres su hijo, ella tendría que cuidarte a ti... ¿No crees?

—Ah—Camilo jamás lo había visto de esa manera. De alguna manera tenía razón, Bruno siempre la tenía, ¿Qué hacía él cuidando de su madre? Siempre había sido de esa forma por culpa de su don—, bueno... Ya soy mayor, y...

IN MY ROOM; «Brumilo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora