8. Un sangriento desastre.

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Bruno lo dejó ir, y Camilo regresó solo al pueblo con los preciados fragmentos de su visión en las manos. No miró atrás a pensar un poco en lo que estaba decidido a hacer, porque para él era muy sencillo a diferencia de lo que el adulto se estaba imaginando. En realidad, su plan era transformarse en la espeluznante versión de su tío y provocarle más miedo al chiquillo con tal de que cerrara la boca sobre lo que sabía.

O por lo menos esa fue la idea las primeras horas que le tocó esperar a que anocheciera.

Conocía a ese niño, y por supuesto que conocía a su familia completa. Más de una ocasión había ayudado al señor y a la señora a cuidar del menor y ellos lo recompensaban como podían porque, el niño al ser único, pareció tomarle mucho cariño al adolescente antes de lo acontecido el día de hoy.

Ahora, Camilo está en el jardín y tiene decidido empezar con su plan a la de ya. Creyó que sería fácil simplemente escabullirse dentro de la casa, ir a la habitación y hacerle una pequeña amenaza con su interpretación más macabra. A pesar de que no tiene pensado recurrir a la violencia, se siente nervioso. Tanto, que cuando trata de cambiar a Bruno, es incapaz de hacerlo y en cambio se transforma en un montón de personas que se convierten en unas combinaciones extrañas.

—¿Camilo?—Escucha que lo llama una voz femenina y cuando mira hacía esa dirección se da cuenta que es la madre del niño.

Para su fortuna, ella no vio sus intentos fallidos de cambiar a otra persona. Simplemente lo vio a él y pareció preocupada de verlo ahí afuera tan tarde por la madrugada. ¿Por qué no estaba dormida? ¿Qué le había quitado el sueño? ¿Acaso ya lo sabe todo?

Ante su silencio, ella se acomodó el rebozo que traía para cubrirse del frío y fue hacía él para sujetarlo fuertemente por los hombros compartiendo la prenda.

—¿Qué estás haciendo aquí?—Pregunta preocupada mirando a los alrededores en caso de que venga con alguien más; pero está completamente solo. —Te debes de estar congelando.

La señorita Carmen es una buena mujer. Un par de horas atrás se había encontrado con los Madrigal que estaban buscando al chico y mandó a su esposo a una búsqueda de la que todavía no regresaba. Ella se quedó en casa para cuidar a su hijo, y lo que menos esperaba era que él vendría a caer aquí. Lo más humano que puede hacer es meterlo a la casa, porque viéndolo bien, no parece estar completamente en sus cinco sentidos con esa mirada de animal perdido.

Ella es quien lo deja entrar a su hogar y lo deja en un sofá donde podría pasar la noche hasta que vengan por él.

—Tu familia te está buscando—Le aviso en cuanto hizo el trabajo de arroparlo como sí fuese su propio niño—. Van a venir por ti, ¿de acuerdo? Te puedes quedar aquí.

Camilo está nervioso del repentino altercado, pero ahora que está adentro, su plan se vuelve más sencillo. Simplemente tiene que esperar que se vaya.

—Sí—Contesta—. Gracias.

—No te pierdas así, Camilo—Regaña—. Hugo salió esta tarde y llegó todo asustado. Apenas pudo dormirse.

—No entiendo por qué me están buscando—ríe con nerviosismo—No soy tan importante.

—Ay, no digas eso. Sabes que todos en este pueblo te queremos.

Le sonríe muy incómodamente y Camilo no entiende por qué lo está mirando de la forma que está haciendo. Le molesta mucho creer que quizás ya sabe lo que menos quiere. Aunque, la verdad es que, como madre, puede darse cuenta que se ve muy diferente a como lo recuerda de la última vez que lo vio, parece muy ido.

—Muy bien—Responde otra vez ella y se levanta para irse creyendo que sólo tiene sueño—. Nos vemos mañana, descansa.

Él ya no le dice nada, y mientras la sigue con la mirada, se percata que sólo camina unos cuantos pasos antes de detenerse ante la puerta a su lado para entreabrirla y revisar que todo esté bien ahí.

IN MY ROOM; «Brumilo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora