6. Esto es más que una enferma historia de amor.

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Muy al contrario, con el pasar de los días Camilo fue capaz de desconectarse más de su familia al grado de no hablar más con ellos. Comenzó a pasar mucho tiempo fuera de casa, y cuando no lo encontraban por ningún lado en el exterior, realmente no sabían dónde se metía. Ni Dolores con su don podía localizarlo con exactitud, y sólo calmaba a sus padres diciéndoles que su hermano estaba bien y que lo único que podía escuchar que hacía era murmurar constantemente como leyendo, por lo que no parecía estar metido en ningún lío.

El lugar a dónde desaparecía con tanta frecuencia era la habitación de Bruno.

Camilo se dio cuenta que definitivamente no podía vivir tanto tiempo sin hablar con él. Sus visitas empezaron a ser menos constantes, y aunque ahora podían verse a diferentes horas del día y su locación estaba alejada de Casita —y del pueblo en general para no ser escuchados—, se sentía bastante abandonado.

No se imaginó la cantidad de lugares solos que había y daban miedo con tanta oscuridad; uno en particular que habían asentado como su nuevo lugar de visitas no era tan diferente a su habitación o la de Bruno, que, con permiso del mismo, comenzó a frecuentar.

Definitivamente era el peor cuarto de todos. Pero, recostarse el resto del día a leer las cosas que escribió durante su ausencia valían la cantidad inmensa de escalones que tenía que aguantarse sólo para ir a explorar.

Los primeros días se sorprendió de cualquier cosa que encontraba, y cuando creyó que ya había revisado todos los rincones y era conocedor de cualquier dato de vital importancia sobre su tío, entre la arena se encontró algo interesante; una de sus visiones partida en fragmentos. Ahora que lo recordaba, nunca le había pedido a Bruno que tuviera una para él, pues en una ocasión le dijo que no valía la pena gastar energías sí no quería saber algo específicamente importante.

Cuando unió las piezas pensando que encontraría algo que probablemente un pueblerino destrozó al no gustarle lo que veía, se dio cuenta que estaba equivocado y que a medida que se formaba la imagen, esto sí era algo importante, pues, pudo visualizarse a él mismo.

Y cuando la figura estuvo completa tuvo que huir inmediatamente a buscar a Bruno para que le diera una explicación.

Estos días era muy raro que estuviese presente en la casa tan temprano, por lo que cuando pasó por la cocina y toda su familia almorzaba, su madre decidió que hoy sí tendría una conversación con él.

—¡Camilo!—Lo llamó y él sólo se detuvo para tomar aire—¿De dónde vienes?

—Me tengo que ir—Aviso. Lo que sorprendió a todos en la mesa era que no estaba enojado ni distante como otros días.

Se veía realmente emocionado y eso les dio curiosidad. Pepa miró a Félix y volvió a pensarse sí hablar ahora mismo con él valdría la pena.

—... ¿No vas a comer? —dijo la mujer en cambio.

—No—Respondió—. ¡Tengo que hacer algo importante! ¿Necesitas algo?

Sus padres volvieron a ver a su niño feliz, y decidieron que mejor hablarían con él después. No querían perderlo de nuevo.

—Oh, no. Está bien—Cedió su madre, pero dijo muy por lo bajo:—... ¿Crees que podamos hablar más tarde?

—Sí, mami—Contestó y le sonrió. Tenía mucho tiempo sin llamarla así y ella sintió que podría ponerse a llorar. —. Vuelvo enseguida.

La familia entera lo vio marcharse y se miraron entre ellos creyendo que quizás ahora todo volvería a estar bien.

Un grupo de niños con los que solía jugar también se sorprendieron de verlo otra vez afuera y lo persiguieron preguntándole qué en dónde se había metido y que sí podía quedarse con ellos como hacía antes. Ninguno fue escuchado, y mientras más se alejaba del centro del pueblo e iba a una zona desconocida, menor se hizo la cantidad de infantes que lo seguían y finalmente llegó solo a la misma casa abandonada en la que se había estado viendo con Bruno los últimos días.

IN MY ROOM; «Brumilo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora