Capítulo XV

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(Una entrega sorpresiva)

Daniela Ibarra.

— Daniela... hora de visitas. — Decía la enfermera Janeth...

Ya eran las 4:00 de la tarde, lo que significaba... ¡Hora de visitas y llamadas! Como ya deberían de saber, los sábados teníamos derecho a realizar alguna llamada a nuestros tutores para no perder comunicación con ellos o para saber si estabamos bien, aunque bueno, realmente no es como que pudiéramos hablarles de los maltratos sufridos en este horrible lugar, al fin y al cabo, nuestras llamadas siempre fueron monitorizadas por las enfermeras, sobre todo por Janeth, la verdad nos aterraba bastante la idea de que nos hiciera algo peor si se enteraba de que le contábamos a nuestros padres, por ello nunca lo hicimos; este día sería diferente al resto, pues, por lo regular, sólo recibía llamadas por parte de mi familia, pero hoy mi emoción se debía a que me visitarían, hacía ya 7 meses que no los veía, quería abrazarlos con unas ganas inimaginables, quería que llegara este día y esta hora, por ende, en cuanto se dió el momento, me llevaron al ala de visitas en el segundo piso, yo caminé con entusiasmo y emoción hasta ese lugar, obviamente, siendo escoltada por la ya mencionada enfermera Janeth; entré a aquel cuarto, donde, acomodados en una mesa, sentados en las sillas, rodeados ahora por las cuatro paredes grises de aquel cuarto, yacian mis padres igual de nerviosos, mis ojos no contuvieron por ningún momento las lágrimas, estaba tan feliz de verlos.

— ¡Mami! — Grité cual niña perdida que se reencontraba con sus padres después de un largo tiempo, corrí hacia mi madre, la cuál, diciendo mi nombre, se levantaba de su asiento, atrapando mi abrazo con fuerza. —Papá... — dije entonces abrazándolo simultáneamente, no quería soltarlos, estaba tan feliz de tenerlos tan cerca de mí, los extrañaba, extrañaba estar en casa, quería volver como no se dan una idea, hubiese querido contarles todo... y que me llevaran a casa con ellos... lejos de aquí, lejos del dolor. Después de este reencuentro decidimos sentarnos a platicar cara a cara, estaba tan feliz de hablar con ellos en persona nuevamente, conversamos por alrededor de quince minutos.

— Mi niña... me alegra verte de nuevo... — Decía mi madre en un tono maternal y cariñoso, me hacía sentir en casa su propia presencia, aunque al darle paso a la nostalgia, mi cara se tornó en una que podemos definir como triste.

— A mí también me alegra... — dije tornándome cabizbaja.

— Cariño ¿Todo está bien? — Preguntaba mi madre, notando mi abrupto cambio de humor presentado en ese momento,  sin embargo, negando chance a mi respuesta, interrumpió la enfermera, pues, esta no quería, obviamente, que yo le contara a mis padres todo lo que ocurría en este lugar, no quería que delatara los golpes y tortura hacia Andy, no quería que revelara el abuso que hacían sufrir a Barry, no quería que les contara sobre el odio y maltrato psicológico que pasaba Shirley, ni mucho menos la manera en la que se burlaban y rumoreaban de Halsey. Se acercó entonces a mí la enfermera, tomándome por el hombro, entonando de manera hipócrita:

— Todo está bien, se los aseguro... cariño, te queda poco tiempo. — Apretando también, de manera discreta, mi hombro, para que ya no hablara. Mi madre entonces cabizbaja recordó que me había traído algo.

— Cielo... traje a tu osito que me pediste. — Dijo entonces poniéndo sobre la mesa un viejo oso de peluche en color blanco, uno que fué mi peluche favorito durante mucho tiempo y cuya caja de música era infuncional desde hace un tiempo más, si, era de esos peluches con caja musical. — Es más pesado de lo que recordaba —.

— ¡Mi oso! Bueno, eso es por la caja musical que tiene, según tengo entendido, pesa alrededor de un kilito, es toda de metal, si mal no recuerdo. — Dije tomando al peluche entre mis brazos — Gracias, Mami—.

— No hay de qué, cielo... cuidate mucho — dijo acariciando mi mejilla, fué entonces que me despedí de ellos, la enfermera Janeth los acompañaba a la salida, mientras que, yo volvía victoriosa con mi oso de peluche de "caja musical", me dirigía con los chicos, sin embargo, al pasar por recepción, la enfermera Zara, que hasta ese momento leía una vieja y desgastada revista, me miró, deteniéndome por un momento.

— ¿Qué traes ahí? — Dijo refiriéndose al juguete, el cuál, coloqué en el mostrador para que pudiese revisarlo.

— Es un oso de peluche, me lo trajeron mis padres — levantó entonces el muñeco, notando su obvio peso.

— ¿Por qué pesa tanto? — Preguntó mirándome con cara de confusión, a lo cuál, volteé el juguete para que pudiera ver la llave para dar cuerda que aún tenía.

— Tiene una caja de música, aunque ya no funciona — le aclaré entonces, a lo cuál, ella solo lanzó el oso al suelo, volviendo a dirigir su mirada a la revista.

— Como sea, lárgate ya a tontear, que eres buena para eso, ve con los demás ¡Corre! — Entonces, recogiendo al peluche del suelo y notándome un poco indignada, me fuí a donde estaban los otros, tornando de a poco mi mirada en una sonrisa de maldad pura, llegando a la sala de juegos y descanso.

Andrés Mercedes.

Estábamos relajados en el salón de descanso y juegos, mirando una película, la enfermera Ivonne se había retirado por unos minutos al baño, nos encontrábamos Barry, Shirley, Halsey y yo, todos sentados en el tapete del suelo mirando la vieja TV (Hugo estaba en su cuarto, alejado de nosotros).

—¡Traje su sorpresaaa! — Llegó entonces eufórica Daniela, escondiendo algo tras su espalda, todos dirigimos nuestra atención hacia ella.

— ¿Te trajeron la sorpresa que prometiste? — Preguntaba curiosa Halsey, ante lo que asintió Dani.

— Deleitense — dijo entonces para dejar caer al centro un viejo oso de felpa, nuestras caras eran de confusión, ¿De verdad su sorpresa era... un oso... de peluche?

— ¿Es en serio, Daniela... un oso? ¡¿Un jodido oso?! — Exclamó Shirley tomando entre sus manos aquel juguete que trajo ante nosotros la chica. —Un... jodido y pesado oso de felpa... — dijo entonces confundida, analizando más a detalle aquel peluche, dándose cuenta entonces de la llave que tenía para darle cuerda. — ¡Ah! Mejor aún, un oso de felpa con caja musical... ¿Planeas convertirte en el flautista de Hamelin versión peluche y encantar a las enfermeras con su música para que nos dejen huir? — Reclamaba sarcástica lanzando nuevamente la figura al piso, comenzando una pequeña discusión con la peli marrón, mientras que, por mi parte, mirándo aún con confusión aquel falso animal, lo tomé entre mis manos para analizarlo mejor, Barry se acercó entonces para mirarlo igualmente, notando una costura casi imperceptible a un costado del torso del peluche, debajo de su brazo izquierdo; Barry entonces, aún más confundido, me quitó el peluche para mirarlo más de cerca, abriendo las costuras del oso, notando así en el interior de este un litro de gasolina blanca sellada y una caja de fósforos completa.

— E-esto no es una caja musical... — exclamó Barrymore, llevándose la atención de las chicas, mientras Shirley, Halsey y yo mirábamos en su interior, notando su real contenido, aparentemente, Dani había sustituido la caja de música por un litro de gasolina y un paquete de cerillos, aún sellados ambos.

— Estás loca, Dani... ¿Cómo y cuándo metiste esto aquí? — Decía en sorpresa total la rubia, mirando a Daniela a los ojos, la cuál, tenía una cara de satisfacción pura.

— Digamos que, solo intentaba esconder eso de mis padres, era una reserva por si se presentaba una situación en la cuál usarlo, además, no quería que me quitaran mis cerillos, así que los escondí, fué meses antes de que pasara el incidente, antes de venir aquí, y hoy, lo usaremos al fin.— Exclamó orgullosa nuestra amiga, sin embargo, la enfermera Ivonne había llegado, por lo cuál, nos hicimos los occisos y entregamos rápidamente el peluche a Dani nuevamente.

— ¿Todo bien, niños? — preguntó la enfermera, recibiendo una afirmación unísona de todos, volviendo a ver la película. Dani lo había logrado, y ahora, solo faltaba una cosa para salir de aquí. 

Si las paredes hablaran...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora