Capítulo XIII

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(Mereces ser amado... y yo prometo amarte)

Andrés Mercedes

Estaba durmiendo, pues, había caído rendido ante tal evento tan chocante que tuve horas previas, aún me encontraba en ese maldito cuarto, atado de cuerpo y pie, agotado tanto física como mentalmente, quería irme de ahí, llevaba aproximadamente quince horas y media en aquel cuarto, encadenado, únicamente desatandome para ir al baño ocasionalmente, eran ya las doce de la madrugada y yo seguía ahí, me encontraba casi resignado a pasar la noche en ese horrible lugar, cuando, de nuevo como ángel en medio del tormento, llegó la enfermera Ivonne, la cuál, llevaba consigo las llaves ideales para desencadenarme de la pared, ayudándome también a librarme de la camisa de fuerza, brindándome ayuda para ponerme en pie, ofreciéndome un vaso grande de agua que bebí como si hubiese pasado un día entero en el desierto sin consumir líquido alguno.

— Será mejor que salgamos de aquí, te llevaré a tu cuarto.— Dijo después de un suspiro para salir, indicándome que la siguiera hasta donde era mi alcoba. — Lamento tanto lo horrible que te trató Janeth, de verdad, yo... — decía súmamente arrepentida aquella enfermera, la única aún con un corazón humano palpitante.

— Usted no debe disculparse... gracias por sacarme de ese horrible lugar.— Dije interrumpiendo las palabras de aquella mujer.

— Para eso trabajo, para ayudar a la gente... o por lo menos intentar... — decía completamente apenada la chica, mientras daba media vuelta para irse, sin embargo, no dió ni un paso cuando se volvió para decirme otra cosa. — Por cierto, creo que tu amigo te está esperando... se veía muy triste por la tarde, espero, de corazón, que se encuentre mejor. — Dijo para entonces irse definitivamente, obviamente, ya habiendo abierto la puerta. Entré a la habitación, aún tambaleante por el efecto del sedante y el dolor que había sufrido momentos antes, pude encontrar que Barry ya estaba recostado en la cama, por lo cuál, dije en un susurro cuidadoso

— ¿Barry...? — Al no obtener respuesta, comencé a acercarme con lentitud, quedando entonces justo a un lado de la cama. —¿Barrymore...?— Repetí aún sin respuesta, sin embargo, al colocar mi mano sobre el hombro del chico, este inmediatamente se abalanzó sobre mí, atrapándome en un fuerte abrazo que rodeó mi torso, recargando su cabecita en mi pecho, dejando salir incesantes lágrimas de sus cristalinos ojos azules.

— L-lo siento... — decía casi inaudiblemente aquel pequeño muchacho, yo no podía contenerme más, estaba destrozado, me lastimaba verlo así, además, había sido horrible lo que me habían hecho en aquel lugar, y pensar que a el pobre pequeño que ahora abrazaba lo habían llevado ya un par de veces a ese cuarto del terror; debido a todo lo que estaba sintiendo, me uní al llanto de Barrymore, correspondiendo a su abrazo con calidez, rodeando sus frágiles hombros con un brazo, acariciando su cabecita con mi mano libre, intentando reconfortarlo y a la vez, desahogando los sentimientos yacientes en mi pecho.

— No te disculpes, pequeño... no es tu culpa... — dije aún sin separarme de él, quedándonos en esa posición por algunos minutos, pues nos era reconfortante a ambos, encontrarnos juntos de nuevo. Unos momentos después, noté como Barry se separaba de mí lo suficiente para mirarme a la cara, ahora observando de manera preocupada.

— ¿Qué te hicieron...? — Preguntó entonces inesperadamente. Yo no quería que él se preocupara por mí más, por ende, contesté desviando mi mirada al suelo, ahora evitando yo los angustiados ojitos del menor.

— N-nada... estoy bien... —

— Andy... yo he estado en ese lugar. — Dijo tomándome de la mano con suavidad y delicadeza, sus manos parecían seda por la suavidad de estas mismas, pero a la vez, eran tan heladas como cubos de hielo. —Dime... ¿Qué te han hecho? — Me preguntó nuevamente, por lo qué, resignado, lo miré por unos instantes a los ojos, dedicándole una mirada de tristeza y dolor, volviendo a bajar mi cara, únicamente para desabrochar los pocos botones aún estables en mi camiseta, quitando al final esta prenda por completo, así, exponiendo ante el chico ojiazul los cortes, moretones y marcas que me había hecho la enfermera unas horas antes, pudiendo así apreciar como Barrymore cubría su boca con ambas manos de manera horrorizada, utilizando una expresión de tormento e impacto.
— Ay, Andy... lo siento, lo siento tanto — Dijo para con cuidado volver a abrazarme, mientras que yo, aceptaba el gesto del menor, rodeándolo nuevamente con mis brazos. — Esto es mi culpa... perdón —.

Si las paredes hablaran...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora