Capítulo XVIII

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(Nueva vida)

Andrés Mercedes.

Eran ya las 7:00 p.m. Salimos apenas a esa hora de nuestro escondite, parecía que las cosas se habían apaciguado en la carretera, por lo cuál, decidimos comenzar nuestro rumbo de nueva cuenta, intentando llegar así a nuestro pueblo, el cuál, quedaba un poco lejos, pues, el hospital "Cold Dawn" (el psiquiátrico en el que estuvimos viviendo todo este tiempo) quedaba lejos de nuestro pueblo natal, por lo cuál, debíamos caminar bastante.

La noche, la oscura noche, tal era su oscuridad que no se veían esperanzas de que el camino terminara pronto, era como un agujero negro. Llevábamos alrededor de dos horas caminando por la nada, sin rumbo que seguir, sin saber a dónde nos dirigíamos, éramos una manada de cinco locos caminando en lo que parecía ser una carretera vacía, con algunos perros aullando de fondo y la desesperante sensación de muerte inminente detrás de nosotros, mientras que los otros cuatro detrás mío iban discutiendo y quejándose por el largo trecho sin final.

No fue sino hasta un par de metros después que nos percatamos de que, en efecto, habíamos llegado, por fin habíamos encontrado un poco de luz en el inmenso vacío de la noche, una vieja casa abandonada a las afueras del pueblo fue nuestra salvación, nuestra nueva oportunidad de sobrevivir, por lo cuál, desesperado, me precipité a las afueras de esa vieja casa, parado frente al porche de esta.

—Así que... esta es nuestra nueva vida. — Dije mientras observaba aun aquel viejo lugar. Entramos todos en conjunto, era una casa vieja, parecía abandonada, pero no desde hace mucho, lucía aún decente, aunque claro, bastante polvosa, contaba con dos pisos y sinceramente era bastante grande, como solían serlo las viejas casas de pueblo mexicano, como de principios del siglo XX. Las chicas subieron de manera veloz, mientras podía ver como Barry, el cuál, ya estaba caminando, recorría con su mirada todo su alrededor, sin embargo, me encontraba preocupado por él, no podía ignorar el hecho de que había sido lastimado por aquel hombre antes de salir de ese lugar, por lo cuál, me acerqué a él de manera lenta, aunque claro, podía apreciarse la incertidumbre en mi mirar, junto a la angustia que no podía evitar salir de mis ojos.

— Hola...—

— Hola — respondió él con una dulce sonrisa.

— ¿Cómo te encuentras? —

— Me siento... me siento muy feliz, jamás creí que realmente saldríamos... —

— Me alegra tanto saber eso... pero... me refiero a... lo que pasó en el salón... — En cuanto entoné esas palabras, la mirada del menor cambió en su totalidad, lucía bastante herido al recordar ese momento, sin pensarlo más y de manera espontánea se arrojó a mí, atrapándome en un fuerte abrazo, notando como su pequeño cuerpecito temblaba.

— Él... é-el me... me tocó... recorrió mi cuerpo con sus manos como si le perteneciera... n-no hizo nada más pero... — Lo interrumpí por un momento entonces.

— Lamento tanto escuchar eso, pequeño... me alegro de verdad que no pasara a más, pero me enoja que tan siquiera te haya tocado de esa manera... eres muy valiente por decirmelo, Barry, no es fácil... — lo miraba ahora a los ojos con una tristeza profunda proveniente desde mi interior, acariciando con cariño su mejilla mientras él correspondía al tacto, sujetando mi mano yaciente en su cara, señalando cariño, afecto, y en parte, agradecimiento, esto último descubierto por lo que me dijo después.

— Gracias... p-por sacarme de ahí... sin tí... sin ellos... no sé qué hubiera hecho... — soltó mirándome con sus ojos cristalizados dadas a las pocas lágrimas que tenían que salir en ese momento. — ¿Q-Quién lo detuvo?... al maestro... — Fué entonces que, mirándolo le dediqué una sonrisa de satisfacción y orgullo.

— Fuiste tú, pequeño... tú te defendiste, lo hiciste tú... — dije ahora tomando sus mejillas con mis dos manos, mientras él analizaba la nueva información, abrazándome poco después, dejando ir un suspiro, uno que lo relajó totalmente,  haciendo brotar de nueva cuenta las lágrimas, pero ahora, de paz, finalmente paz de haberse... habernos alejado de ese horrible lugar, volví a tomarlo de las mejillas, secando sus lagrimitas habientes en sus cachetes, acercando de manera delicada mi rostro al suyo, plantándole un tierno pero apasionado beso en los labios, emitiéndole todo el cariño que sentía hacia él, todo el amor que tenía para darle, nuestros sentimientos unidos, nuestros corazones al fin felices.

Después de un rato, subimos con las chicas, las cuales, yacían en el balcón, admirando las estrellas en la hermosa noche, absorbiendo el fresco aire pueblerino, gozando entonces de nuestra libertad, siendo felices, comenzando una nueva vida en ese momento, lejos de ese horrible lugar al fin...

Fin

Si las paredes hablaran...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora