Siete

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️ Advertencia

El siguiente capítulo contiene narrativa explícita de violencia y agresión física a un menor.

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El sol alumbraba los alrededores, la estrella amarilla del día guiaba los caminos del resto, ¿Y entonces porque aún estando la esfera alumbrando, su cuarto estaba oscuro? Sus ojos se abrieron y solo hallaron oscuridad, todo estaba en silencio, la pequeña cama no era tan cómoda, los alambres salían de ella y el relleno se caía, pero era mejor que el suelo.

Barcode sonrió al día oscuro, el frío aún corría y la ventana quebrada no ayudaba tanto. Se puso de pie y con cuidado de no hacer ruido se paró adelante de la vitrina, observando la calle y las cabezas que caminaban, una en particular siempre llamaba su atención, una cabellera negra en bici corriendo a velocidad, era su Phi, era el adolescente de al lado, dueño de la polera negra que aún cargaba consigo para dormir. — Buenos días, P'Jeff — susurró, sabía que no lo escuchaba, sabía que Jeff tenía otras cosas más importantes y por eso cada mañana se iba rápido, sin mirar atrás o ver su rostro.

Ya no hubo más Jeff en su visión, el camino a lo lejos estaba solo, suspiro antes de girarse y alejarse del vidrio, caminó en puntas, el mínimo ruido y estaba perdido.

Otra vez sobre la cama, el hambre poco a poco llamaba y él como siempre quedaría sin probar nada.

Los pasos bruscos de afuera aparecieron, era su padre, parecía estar apurado, Barcode se paró y detuvo delante de la puerta, abriendo un poco la madera y observar al adulto bajando las escaleras, el color azul de su vestimenta era lo único que presenció. — Buenos días papá — musitó más para él que para el adulto desaparecido, — Buenos días, cariño. — se respondía solo, negó al darse cuenta de que aquello no era real, que de la boca del adulto no saldría un saludo para él, nada.

Cerro su puerta con cuidado y se sentó sobre la cama, jugó con las mangas negras y con el cordón de la capucha, enredó sus dedos en la tira y le dió vueltas, igual a como el adolescente lo hizo esa noche. Su estómago gruñía, pero Barcode lo ignoraba, los gruñidos eran cada vez más fuertes, el olor de chocolate caliente entraron por sus fosas, y el olor al pan tostado lo golpeaban fuerte.

— Por favor, por favor barriga aguanta un poco más — pidió, su mano acarició su vientre y sintió el temblor en esa zona. — Ya se, — dijo estirando su cuerpo sobre la cama, alzando su almohada y sacando la pequeña hoja seca, — Está hoja es un recuerdo — comentó, meneó la hoja de un lado a otro en su mano, sonriendo en grande porque el color naranja era lo único que tenía para jugar.

El golpe abrupto de la puerta siendo abierta lo espantó, estaba tan ido y divirtiéndose con la hoja que no se había dado cuenta del adulto adelante de él, como su mirada gritaba lo intrigado e irritado que estaba, su mano por instinto corrió a su espalda ocultado su tesoro, temía la presencia del adulto, temía lo que sucedería en un solo segundo y como había sido descuidado.

— ¿Por qué ríes? — su pregunta salía tosca, sus ojos solo observaban fijamente a su propio hijo temblando del miedo, — ¿Quién te dio permiso de reír? — atacaba con otra pregunta, pasando todo su cuerpo por el umbral de la puerta.

— Nadie... Nadie papá... — respondió negando, bajo la mirada por el miedo y cerros sus ojos con fuerza, — Nadie señor — corrigió, sabía que no debía de llamar papá a su padre, lo tenía prohibido, lo tenía prohibido como muchas cosas más en su vida.

Oye Phi ¿Me lees un cuento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora