Dos

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Lunes muy temprano por la mañana

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Lunes muy temprano por la mañana. Un nuevo día de clases. Jeff se alistaba como todo estudiante para la escuela, usaba su típico uniforme escolar; un pantalosillo corto hasta sus rodillas y una camisa lila con el nombre de su escuela. Por el frío mañanero se coloco sobre su camisa una polera negra con capucha y cierre. Cargo sobre su hombro la mochila y bajo a desayunar solo como cada semana.

Buenos días mi pequeño tesoro. Mamá lamenta mucho no poder desayunar contigo hoy, pero prepare gachas para el frío. Esta en un bowl sobre la mesa. Que lo disfrutes y abrigate bien.

Atte: mamá

Otra nota más que su madre le dejaba, no sabía cuantas de esas tenía consigo. Termino de leerla e hizo lo mismo que hacía con las anteriores doblarlas con cuidado y guardarlas en una caja en su cuarto.

Con la nota guardada ya, se acerco rápido a la mesa del comedor, en donde el bowl que Lawan había mencionado se encontraba, tapado por un pequeño plato llano. Se sentó en la silla de madera, destapando su desayuno. El olor se metía por sus fosas nasales y el vapor que indicaba que aún seguía caliente también se presenciaba, Jeff probó el primer bocado, la masa de avena aún caliente y las rebanadas de plátano que su madre había puesto se combinaron haciendo maravillas en su paladar.

Al terminar su desayuno lavo el recipiente usado y se fue al baño principal de la primera planta para lavarse los dientes y al fin irse a su escuela.

Al salir de casa con la bicicleta blanca en la que se trasportaría se aseguraba de que su casa este bien cerrada como todos los días y dio marcha. Su camino para la institución era el mismo, tenía que pasar por la casa abandonada que ahora tenía dueños, pero que al parecer seguía igual de como un principio se encontraba completamente en silencio y las luces apagadas. — Seguro y siguen descansando -—, pensaba Jeff.

Dejó de observar la casa y se subió a la bicicleta para ahora sí irse. Llegaría tarde si seguía ahí.


(...)


— ¡Hey! Ai'Jeff — una voz masculina se presentó colgándose de los hombros del pelinegro.

Era su amigo Nakhun (Perth), aquel niño de piel muy clara, de mechones azabaches, de sonrisa contagiosa y mirada gatuna.

— Hola Ai'Perth — saludó jeff a su amigo.

— ¿Cómo te fue el fin? — preguntó Perth sin intenciones de despegarse del hombro de su amigo.

— Bien, ¿Y a ti cómo te fue? — dijo ahora él.

— De maravilla, como sabes mis padres y yo nos fuimos de viaje el fin de semana — contó Perth — Y me regalaron este gran reloj. ¿Qué te parece? — decía mostrando su muñeca blanca que era abrazada por el fino cuero del péndulo.

Oye Phi ¿Me lees un cuento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora