𝐎𝐜𝐡𝐨

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Su cuerpo estaba algo adolorido, sus piernas estaban igual de frías que la nieve, su nariz roja y tupida, el suelo húmedo nunca es una gran opción para el sueño, el suelo húmedo solo causaba dolor y enfermedad

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Su cuerpo estaba algo adolorido, sus piernas estaban igual de frías que la nieve, su nariz roja y tupida, el suelo húmedo nunca es una gran opción para el sueño, el suelo húmedo solo causaba dolor y enfermedad.

Sus ojos sin brillo se abrían al día, observando a su lado la aún tirada polera negra de Jeff, mirando como está aún se encontraba rota, sucia y sobre todo sin ninguna pizca de salvación.

— Phi... Phi Jeff— masculló el nombre del dueño de la prenda, su voz salió tan bajito, tan silencioso evitando ser oído por su padre.

Con esfuerzo se sentó sobre la madera, flexionando un poco sus rodillas chocando casi contra su pecho. Sus ojos observaban solamente la tela, su pequeña mano jalo la prenda acercándola un poco a él, abrazando con sus manos la lastimada ropa, sus ojos picaban un tanto, pero no quería llorar, un día antes comprendió que llorar nunca traería nada bueno, llorar solo lo lastimados más y nada regresaría a su normalidad.

Ni una gota salada cristalada suya lograría cocerla y unir sus piezas.

Claro que no.

(...)

Estuvo toda la mañana así, sentado en ese mismo lugar obsevando a la nada, su mano aún sujetaba con fuerza la tela y el hambre era olvidado.

Escuchaba pasos provenientes de afuera, pero está vez no se pondría de pie, no tenía intenciones de hacerlo, su padre le había dejado en claro las cosas y a pesar de que Barcode deseaba saludarlo como cada mañana en silencio, tenía miedo, está vez tenía mucho miedo de un movimiento suyo y un golpe por parte de su padre.

Juntó sus ojos unos segundos en el momento que su rostro era recostado sobre sus rodillas.

— Por lo visto estás despierto — su puerta era abierta y su padre entraba, sintió la mano sujetar con fuerza su brazo, lastimandolo otra vez. — Levantate hoy tendremos visitas. — mencionó alzando a su hijo, jalo con total fuerza que logro formar un gesto de dolor en el rostro del menor.

Su brazo aún era sujetado con fuerza y sus pies eran obligados a caminar hasta el pequeño cuarto del baño.

— Báñate primero. Hueles horrible. — comentó sin más el hombre, empujando el cuerpo pequeño adentro del cuarto y luego cerrar con fuerza la puerta.

Sus pequeños ojos volvieron a observar la madera ser cerrada con fuerza, como por poco tiempo estaba solo, se desvistió con mucho cuidado y colocó su ropa doblada a un lado sobre el suelo, su cuerpo desnudo lleno de marcas, sus pequeños piernas descubiertas quemadas por el tufo del cigarro y sus huesos asomándose a los costados demostrando su tan notoria falta de nutrición.

Era un desastre, todo el estaba hecho un desastre que creía no tener solución.

El agua fría recorrer su pobre cuerpo, el agua ardía sobre las heridas aún abiertas como si el agua fueran algún tipo de tónico y el jabón a juego solo lograba asesinarlo del dolor. — No llores, no. — se decía, restregó con fuerza sus párpados, parte de su rostro rojo y arañado. — No mereces llorar. — se decía otra vez, su padre le había dado la idea de que no merecía nada.

Oye Phi ¿Me lees un cuento?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora