EXTRA: Lujuria Sangrienta.

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PETE:

El fierroso olor de la sangre impregnante rondaba en el ambiente. Los quejidos y el último suspiro de Leonard se esfumaron, así que como se esfumó este capítulo tan terrible en nuestras vidas. Solo será como un mal sueño. Una pesadilla.

Vegas y yo nos vimos, puso su mano en mi cintura, me acerque a el, ambos nos unimos en un beso dulce y delicado que se convirtió en uno deseoso y desesperado.

- Ejem Bueno pos yo ya vine a lo que me trujia, ay nos vemos, me mandan a este pendejo ya sea entero en cachitos igual lo vamos a cremar. - Joaquín se quitó la tejana e hizo una especie de reverencia. - Permiso. - Se fue del lugar junto con sus hombres.

- Carl, llévate esto de aquí. Haz lo que quieras. - Carl asintió. Entre varios se llevaron lo que quedaba de Leandro. Vegas les hizo una seña con la cabeza a los demás. Dejándonos solos.

De un momento a otro me arrinconó contra la mesa, aspiró mi cuello, lo besó lentamente, mordió mi clavícula y subió hacia mi oído hasta morderlo suavemente. No pude evitar jadear de sorpresa. Mis manos se fueron directamente a los botones de su camisa. La quite con desespero, dejó mi cuello.

En un acto sorpresivo abrió mi camisa blanca con tanta fuerza que los botones se escucharon caer dispersos por la habitación. Mis pezones se erectaron al sentir el frío viento que se colaba por las rendijas del sótano. Pude ver cómo se lamía los labios viendo mis botones rosas.
Le tomé de los hombros y en un movimiento ágil, mío, le tenía ahora empotrado a la mesa. Le miré con una sonrisa traviesa. Había ganado. Lo acorrale cómo si se tratara de mi presa. Se que a sus ojos me he de ver como un gatito que intenta domar un lobo salvaje. Pero quería disfrutar de lo que es mío.

Miré descaradamente y con clara lujuria sus pectorales, su bien trabajado abdomen. Masajé sus pechos. Fuí a devorar su boca, cabe mencionar que aún tenía la sangre fresca de Leandro.

Así que compartimos el sabor de nuestra víctima. Reclamando nuestra victoria. El mal contra el mal. El amor contra el infortunio. Victoria.
Sangrienta, dulce y venerada victoria.

Mordió mi labio inferior haciéndolo sangrar. La sangre me escurrió, el lamió el hilo de sangre. Fue entonces que descendí sobre su pecho besando toda su piel. Disfrutándolo. Quite el cinturón. Bajé su pantalón y sus bóxers. Lo aventamos en algún lugar de la habitación. Me lleve su gran trozo de carne a mis labios, chupando, lamiendo, disfrutando de su gran virilidad.
Sus manos me acariciaron la boca, después las llevó a mis cabellos jalandolo haciendo que casi me atragantara por su longitud. El sonido que salían de sus labios me hacía aguantar y seguir, era tan erótico, tan mío. Me daba una gran satisfacción el saber lo que mi boca le estaba provocando. Nuestras miradas estaban conectadas. Yo le veía y el a mí.
Logró llenarme de su elixir, antes de tragarlo me tomo de la mandíbula encajando sus dedos en ella, provocando que saliera más sangre de mi labio. Me elevó con parsimonia. Sabía lo que quería así que asentí. Nos unimos en un beso lleno de lascivia, disfrutando de su elixir y mi sangre. Ambos líquidos mezclados. Los saboreamos como si fuera la delicia más exquisita de todo el mundo.

Nos deshicimos de mi ropa. Volvió a tenerme acorralado entre la mesa, me tomó de las nalgas, le dio un golpe a cada una, el sonido sordo de las nalgadas se escucharon por el lugubre lugar. Mordí mis labios para emitir un gemido. Después las masajeo para mitigar el dolor y el escosor. Antes de cualquier otra cosa sucediera. Le pase el cinturón. El mismo que le había quitado. ¿Cómo volvió a llegar a la mesa? Un gran misterio. Se lo puse frente a sus ojos.

-Por favor...- fue más bien una súplica. Vegas agarró el cinto, besó mi frente. Me alzó sentándome en la mesa, recargue mi espalda en la pared fría de ladrillos, abrí mis piernas dejando ver todo. Mi entrada lubricada, mojada, lista para recibirlo. Entonces, el primer azote, cerré los ojos y la expresión de dolor cruzó mi cara, justo después una de satisfacción y excitación.
Después otro, y otro y otro más. Sentía mi carne abrirse, las primeras gotas de sangre comenzaban a resbalar de mi pecho y abdomen. - ¡Más! - Gemí de gusto. Otros golpes más a mi pecho, estaba feliz. Mi hombre me hacía feliz.

Solo para mí. [COMPLETA]✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora