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Bajé las escaleras de madera de mi edificio de apartamentos. El ajetreo y el bullicio familiar de Londres me estaba ayudando a despertarme en las primeras horas de la mañana. La gente llena las calles de periódicos y perros con correas.
Los coches tocaron la bocina y el canto de los pájaros. El sonido del Canal de la Mancha vino del otro lado de mi edificio de apartamentos. Hay un lugar vacío en el muelle donde una vez descansó mi barco. Eso estaba en algún lugar al final del canal ahora.
El Sr. Dawson todavía estaba en su edificio de apartamentos. Fui a su puerta y golpeé mis nudillos contra la madera. Peter abrió la puerta y sonrió: —Buenos días, Alice, por favor, entra —se ofreció y abrió la puerta de par en par.
Hoy era sábado. Normalmente vengo a tomar el té con su familia a esta hora. La Sra. Dawson vino y me besó en la mejilla, entregándome una taza humeante.
—Gracias —tomé el té con gratitud.
—Cualquier cosa por ti, amor —volvió a poner la tetera en la estufa.
El Sr. Dawson apareció en la sala de estar sosteniendo el periódico. Hoy hubo un artículo sobre el amigo de Peter, George, y cómo era un héroe en el mar. Sonreí con simpatía y leí el párrafo sobre él.
Mi vida ahora era lenta. Nadie estaba cerca, excepto los Dawson. Arthur se había ido, mi padre todavía está ahí fuera y Collins había desaparecido por completo. Ni siquiera tengo una fotografía de él, así que al final podría olvidar cómo lucia.
Ese es mi miedo.
—Voy a coger el correo —anunció Peter, dirigiéndose a la puerta principal.
—Oh, yo también —me acordé. Deje la taza con cuidado y lo seguí. Bajamos las escaleras juntos y abrimos la puerta del vestíbulo que conducíamos a la concurrida acera. Nuestras ranuras de correo estaban en el exterior del apartamento.
Él abrió su número y yo abrí el mío. No eran más que facturas. Fruncí el ceño en decepción, no había nada interesante para mí... o eso pensé.
No sé cómo sucedió, pero algo en el fondo me dijo que mirara por la acera. La mujer con faldas y los hombres con trajes estaban tan lejos como mi vista lo permitía. Peter cerró su ranura y revisó su correo. Mis ojos estaban enfocados sobre su hombro. Vi cómo un hombre mayor se salía del camino, y un joven apareció con un traje de la Fuerza Aérea.
Tenía la piel marfil con el pelo rubio perfectamente peinado. Sus ojos azules brillaban como el agua del Caribe al sol de la mañana. Una bolsa estaba colgando sobre su hombro. Sus ojos estaban puestos en mí. El correo se me escapó de los dedos y flotó hacia la acera. Caminó casualmente por la acera con una sonrisa que era demasiado buena para esta ciudad.
