Que Duro es el Amor.

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¿Por qué te amo?... Las empedradas calles del norte de París, darán lugar a mi respuesta. Como ya sabes amada mía, en casa aún viven mis padres, ambos con una instrucción muy conservadora en casi todos los ámbitos de la vida. Así pues, fui criado con mano dura en la mayoría de los temas. El respeto al hogar por sobre todas las cosas. Nada era tan pequeño como un hombre que faltaba al respeto a su propia casa. En una ocasión, en mi infancia, arribé con lodo en las suelas, debido a los tantos juegos que se originan en las calles cuando se desata la imaginación en los niños; tres marcas en el piso de madera fueron suficientes para recibir un castigo ejemplar. Quince días sin juegos, y con seis horas diarias de ensayo de violín. Para mí, en ese momento amor mío, era un verdadero calvario, no poder siquiera asomarme a ver como los amigos disfrutaban de su niñez. Mi madre, una verdadera virtuosa de la música, se desesperaba de mi nulo avance en sus clases. Al final, prefería darme una tunda que seguir perdiendo su tiempo con un "obtuso de la música". En ocasiones me gustaba escapar de noche, recorrer las calles mientras escuchaba las melodías que mi madre no podía enseñarme; de hecho, amor mío, creo que en esos momentos de calma las notas eran más claras, menos duras.

No, ¡espera amor!, no digas nada, déjame terminar.

Ya en mi juventud la dureza de mi madre me encamino a buscar un vínculo mayor con mi padre. Escultor de profesión, mi padre tenía grandes cualidades en el modelado humano, o al menos eso decían los diarios sobre su trabajo, "maravillosos bustos" comentaban en la plana principal. De regiones a veces lejanas, y que eran un total enigma para mí. Acudían muchas personas para qué les realizará una escultura, en algunos casos posaban para plasmar su belleza en alguna figura que se instalaría en el pasillo principal de sus grandes mansiones, con la presunción y el despilfarro que una escultura personal proveía. Al igual que mi madre, mi padre poseía una dureza, tal vez más fuerte, tanto, que por momentos me hizo extrañar aquellos castigos con el violín. Pero doy gracias por eso, ya que no te hubiera conocido de no ser así… Esa tarde, cuando regresaba de recoger los materiales que se usaban para las esculturas, escuche a mi padre hablar con alguien en el estudio de trabajo, mirando por la puerta entreabierta, te vi, estoica y con una sonrisa encantadora, tus ojos reflejaban el brillo del universo, tus labios pequeños, un tanto infantiles me obligaban a buscar el momento de robarte el primer beso. Al fin, mi padre salió y pude entrar a cumplir nuestro deseo, qué beso tan tierno. No dijiste nada, y eso fue para mí el consentimiento de avanzar más. Algo nuevo en mí nació, un deseo nuevo y enigmático. Ya había tenido encuentros con mujeres, un beso o dos en algún callejón oscuro, pero… esto era distinto, de inmediato el amor y la pasión me invadieron, no tuve más opción que pedirte que huyéramos. Tu silencio cómplice nos arropó y nos dio la fuerza de escapar.

Si aún me preguntas ¿Por qué te amo? Es por tu dureza, esa que odiaba de niño y de joven, esa que abrió el camino hacia nuestro amor.

Hoy, amor mío, no me arrepiento de nada, te sigo amando y besando y tocando con la misma pasión, aunque estés tallada en dura piedra. 

El Segundo Círculo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora