Capítulo 34 "San Unicornio Supremo"

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Hairam🦄
Poco a poco, y con delicadeza, voy dejando besitos húmedos hasta llegar a su vientre. Levanto la mirada encontrándome con sus mejillas rojizas y su boca entreabierta. Sonrío, mis labios rozan su piel desnuda y mi lengua se desliza con picardía en círculos. Recuerdo que, si quiero mojarla al extremo, debo provocarla y encender todos sus puntos antes.

—¿Ya? —le pregunto, alzando la cabeza para que pueda ver la incógnita reflejada en mi cara.

—¡No! ¡Tú sigue ahí hasta que me lleves al borde! —exclama en un chillido y se acomoda debajo de mí.

No volver a preguntar si está lista, anotado.

Sus manos se aferran a mi cabello y empuja obligándome a alcanzar su intimidad. La desesperación con la que me arremete contra sus bragas me hace reír pero hago todo lo posible porque no lo persiba. Me deshago de su fina prenda y abro sus piernas, las incorporo por encima de mis hombros y sin aviso, dejo la primer lamida a lo largo de toda su divina entrada, deteniéndome en ese punto que asegura llamar "paraíso".

Su espalda se arquea y un respingo de su parte es suficiente para entender que necesita más...

* * *

—¡Esa no, la otra! ¡¿No sabes distinguir entre el blanco y el gris, imbécil?! —grita Calletana y giro sobre mi propio eje en busca del correcto.

Emprendo una carrera enérgica hasta llegar al puesto y con palabras de disculpa le pido a la vendedora que me cambie las playeras. Regreso con las correctas y mi acompañante las guarda junto con los demás artículos dentro de su bolsa. Cruzamos la calle con rapidez y al llegar al auto de Annia subimos y soltamos profundos suspiros. El día ha sido bastante  ajetreado y este es el momento justo para liberar toda la actividad acumulada.

Limpio el sudor de mi frente con un pañuelo y me abanico con una revista que encuentro bajo mi trasero. Me dejo caer contra el espaldar del asiento y suelto un bufido.

—¡Al fin! —alude Tani con notable alivio. Su cabello está alborotado en consecuencia a las mil carreras que hemos dado por el mercado y su rostro brilla ante el sudor producido por sus cansadas células.

—¿Lo consiguieron todo? —Su madre, quien ha esperado al menos dos horas por nosotros, cuestiona girada desde el asiento del conductor.

—Casi, mamá —concreta la rubia con una mueca y rebusca entre las bolsas, verificando el contenido.

—Lo que falta es irrelevante, al menos tenemos lo indispensable eh —mascullo, ladeándome para ver lo que sea que observa Tani.

—¡Atrás! Déjame esto a mí —increpa como fiera y alzo mis manos a la altura de mi pecho en rendimiento, «vaya agresividad». Pienso.

—Perdón.

—¡¿Y tú, que esperas para irnos cagando leches de aquí?! —le suelta a Annia y esta arruga la frente. Es increíble el parecido que hay en ambas.

—Mira, sé que estás emocionada y todo eso, pero no me des órdenes, chiquilla del demonio —farfulla lo último por lo bajo y pone las manos en el volante—, que conste que te haré caso solo porque Cata está sola con una irresponsable en casa...

—Lena no es irres...

—No me interrumpas Hairam, bien sabes que tengo razón —me objeta y frunzo mis labios sin rechistar—, como iba diciendo, Cata no está en buenas manos.

Hairam. ¡Quiero tu virginidad! 🧋 PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO 📖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora