¡Ve Con tu Marido!

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Perséfone, fue a su cuarto, un rato a pensar.

No reconocía a su madre, estaba tan diferente y extraña.

Parecía haber cambiado un montón pero, ¿Desde cuándo?

La respuesta normal sería, cuando se va al Inframundo a gobernar.

Pero, ¿Y si no fue eso?

Si no qué...

NO. ¡No puede ser! A menos que...

La diosa cabello anaranjado, estaba pensando, en que realmente, lo del deseo, se concretó y se estaba haciendo realidad.

Suena ridículo pero no tenía otra explicación para argumentar todo lo que le estaba pasando.

Entró en su cuarto y se acostó, de la manera más cómoda y relajante que pudo.

Perséfone se sentía muy consigo misma, la decepción era lo que más dominaba su mente en esos instantes, ya que no esperaba que algo así le estuviese ocurriendo a ella.

No tenía ni idea de que hacer o pensar, tampoco sabe donde empezar y lo peor es que nadie podía ayudarla con su problema.

Sus pensamientos no daban para más y creía que se enfermaría si seguía así.

Después de tanto pensar, le empezaba a doler en demasía, la cabeza.

Tomó una de sus manos y la colocó en su frente, intentó masajearse la cienes pero no funcionaba.

Se levantó de su espacio, hacia la cocina, por una pastilla.

El dolor era insoportable y no tenía la energía suficiente, para ignorarlo.

Por suerte, encontró una pastilla y se la tomó, con un vaso con agua, esperando que hiciese efecto.

Por ahora, decidió recorrer el lugar, ya que, se dió cuenta de que no estaba haciendo nada, de todos modos, no es como si fuese a encontrar algo malo ¿No?

Aparte, su hermana, no regresaba, hace una hora que se marchó y no tenía noticias de ella.

Esperaba que se encontrase mejor, para pasar un tiempo de calidad, como hermanas.

No era muy apegada a ella pero estaba dispuesta a convivir más, para fortalecer su vínculo de hermandad.

La diosa primaveral, veía cada pasillo y salón con cosas, ya sean, con objetos de valor como cosas sin importancia.

También revisaba las cosas de su madre y hermana.

Se sentía algo culpable y chismosa, por hacerlo, pero, no se pudo resistir a la idea de hacerlo.

De repente y sin notarlo, había llegado a la habitación de Deméter, que tenía varias cosas diferentes, como jarrones u objetos en el suelo.

Había mucha tierra en el suelo pero aún así, entró, sin pensarlo demasiado.

Algo le llamó la atención y era, un bolso, color verde, que estaba en una mesita pequeña.

Dudo, si tomarlo o no, pero luego, recordó que entró allí y que era demasiado tarde para arrepentirse, por lo que, tomó la desición de agarrarlo.

Cuando, se asomó a ver que contenía, notó una especia de tarjeta o carta, que sobresalía de lo demás.

Lo tomó y empezó a leer.

¡Hola!

Espero que estés contenta, Deméter.

Ahora que se me ha prohibido, volver a visitar o mantener un contacto con mi hijastra, haz hecho que este muy destrozada al respecto.

La extraño y espero, que reconsideres el hecho de no poder acercarme a tu hija.

Yo nunca le haría algo malo, no tengo un historial malvado o algo preocupante para Despena, ella es como una hija para mí.

Y aunque, sea una hija ilegítima, fuera de mi matrimonio con Poseidón, le he amado y dado, todo el cariño que se merece.

Estoy segura que ni tú misma, sabes lo que haces. Espero recapacites pronto, mi querida cuñada.

-Anfitrite

Después de acabar de leer, Perséfone frunció el ceño y arrugó un poco la nota.

¿Cómo es posible que le hiciese algo así a Anfitrite?

No es la mejor diosa, pero si tiene valores positivos y es una dama, en toda la extensión de la palabra.

Sí. Esta casada con el viejo tirano de Poseidón pero aún así, ella es un sol y alguien respetable.

No consideraba a Anfitrite como una amenaza o una enemiga al cuál odiar.

Pensaba que todo esa pelea de su madre con ella, era ridículo.

Pero bueno... Hablaría con ella al respecto.

Esto no se puede quedar así.

De repente, Perséfone escuchó un estruendo, allá afuera.

Deméter regresó a casa.

Solo, que parecía estar alterada, no estaba cometiendo pero si caminaba rápido y tenía un semblante serio, que asustaría a cualquiera.

La diosa primaveral, se levantó y salió del cuarto de su madre, a gran velocidad.

No quería un gran regaño, más cuando, Deméter estaba así.

Cuando se vieron, cara a cara, Perséfone había notado, el gran enojo, que estaba conteniendo si madre.

¿Qué le sucedió y por qué siente que se va a desquitar con ella?

Oye má, ¿que te pasa? Preguntó la diosa algo confundida por la actitud de su madre.

Deméter le sonrío con clara falsedad y aguantandose, su carácter molesto.

Aah, ya que preguntas... pasa que yo quiero que, tú, inmediatamente ¡Te vayas y te quedes en el Inframundo!

Dicho eso, la diosa agricultora, se dirigió a la habitación de su hija.

¿¡QUÉ?!

¿Acaso se ha vuelto más loca de lo que estaba?

Prácticamente... La estaba echando.

Deméter JAMÁS había echado a Perséfone.

Más bien, hacia todo lo posible, para hacer que ella, no se fuera al Hades.

Sea lo que sea, Perséfone, no dejaría que hiciese, lo que sea que Deméter, estuviese pensado hacer.

Por eso, se fue detrás de ella.

¡Espera madre! ¡DETENTE!

𝕰𝖑 𝕯𝖊𝖘𝖊𝖔 𝖉𝖊 𝕮𝖚𝖒𝖕𝖑𝖊𝖆𝖓̃𝖔𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora