1 - La coronación

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Dedicado con amor a todas mis princesas solitarias. No están solas :) <3

***

-¡Meliodas, cuidado!

-¡Auch! Oye, no estaba listo, ¡Lizzy tramposa! -La pequeña princesa pelirroja se burló de su víctima mientras su compañero de equipo, un adorable niño peliplateado, preparaba más municiones de bolas de nieve para su líder.

-No es trampa, es estrategia. ¡Ahora prepárate para perder!

-¿Ah, sí? ¡Ya verás! -Girando la esfera de nieve con su brazo izquierdo, el rubiecito lanzó su proyectil justo hacia su enemiga, que lo esquivó por poco y le arrojó en cambio otras tres bolas.

-¡Agáchate! -repitió la princesa, y el ojiverde obedeció justo a tiempo para evitar ser ametrallado por la buena puntería de la hermana menor.

-¡Elizabeth! ¿Tú de qué lado estás? No debes avisar al enemigo cuando vamos a atacar.

-Perdón, Lizzy.

-No importa. ¡Prepara más magia! -La hermosa albinita obedeció a su gemela y, con un giro de sus manos, creó una nueva montaña de nieve brillante y reluciente para que el otro miembro de su equipo preparara más armas.

-Gelda, Zel, ¡reúnan toda la que puedan! -Se dirigió su contrincante a sus propios compañeros, y en cuanto estuvieron listos, la guerra de bolas de nieve reinició.

Las pequeñas Liz y Elizabeth eran las princesas del reino de Liones, pero a pesar de ser parte de la realeza, les encantaba jugar con los niños del pueblo. En especial con Meliodas y sus dos hermanos, una familia de montañeses que bajaba cada semana para dejar hielo en el castillo. Aunque en realidad no hacía falta. La hermana mayor había nacido con extraños poderes, y aunque en ese momento los usaba para divertirse con sus amigos, pronto sabría que esos dones eran más peligrosos de lo que parecían.

-¡Eli! ¡Liz! ¡Es hora de volver! -Su padre había ido a por ellas. Estaba anocheciendo, y el frío prometía ser tal que incluso dudaba que los poderes de su hija mayor pudieran protegerlas.

-¡Adiós a todos! -Como despedida final, Liz le lanzó otra bola de nieve a Meliodas, y salió corriendo hacia los brazos de su padre antes de que este pudiera responder.

-Tú también, linda -dijo el gentil rey a la rubia destinada a ser la dama de compañía de las princesas-. Vamos a casa. -La pequeña dió la mano al hombre y luego abrazó a su mejor amiga mientras ambas se reían de haber vencido a su rival en el último momento. Gelda y Liz eran así, de carácter fuerte e intrépido. La otra niña, en cambio, era casi completamente diferente.

-¿Eli? -Los asombrosos ojos azules de la princesa miraban al pequeño montañés con cariño mientras lo ayudaba a ponerse de pie. Después de quitarle un poco de nieve del pelo, se acercó a él para despedirse y darle un beso en la mejilla.

-Adiós Mel, y gracias. -Puede que hubiera perdido la guerra pero, tras sentir la suavidad de aquel beso, el rubiecito sintió como si en realidad la hubiera ganado. Vio al grupo alejarse en dirección al palacio con expresión de ensueño mientras sus hermanos menores se despedían con la mano.

-Adiós, princesa. -A pesar de sus misteriosos poderes de hielo, cada vez que él veía a Elizabeth su corazón se llenaba de calidez y luz. Se preguntaba cuál podía ser la razón.

*

-Eli. ¡Eli! -La pequeña pelirroja estaba encima de su hermana tratando de despertarla en medio de la noche.

-¿Qué Liz? ¿Qué es lo que pasa? -Al percibir que no contestaba ni se movía más, la princesa despertó de golpe totalmente preocupada. Nunca era buena señal que Lizzy se quedara quieta. Se dio la vuelta, abrió los ojos de par en par, y no supo si enojarse o reírse al ver la enorme sonrisa traviesa en su cara.

Corazón HeladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora