Capítulo 2
Aprende a dibujar
Javier apenas recibía noticias de sus parientes lejanos y cuando se compartía en la mesa, la conversación de sus padres eran monólogos cortos indescifrables, aquella mañana era diferente, porque se sostenía una discusión que amargaba el sabor de las arepas rellenas con mantequilla y queso, además daban un sabor agrio a la leche. Javier guardaba sus dibujos en el morral con la intención de mostrárselos a Lucía, quizás tendría el valor de iniciar una conversación con ella y ofrecerse para enseñarle a dibujar, antes de guardarlos descubrió trazos no tan perfectos y las temáticas le resultaban idiotas, no tenía caso angustiarse tanto por aquella chica que siempre le negaba el saludo, mucho menos cuando su madre se levantaba disgustada y al hacerlo derramaba la leche vencida sobre los dibujos. Javier estuvo a punto de putear a su madre y tirar la mesa contra la pared, más su obsesivo auto control le impidió siquiera moverse para rescatar sus dibujos.
- ¿Es mucho pedir hospedarlo un año?, ni siquiera tienes que pagar un bolívar de sus gastos.
El argumento era contundente, porque la moneda no valía nada comparada con los dólares que recibirían para la manutención de Peter durante su estadía, hospedar al sobrino era la oportunidad de tener un ingreso extra, la oportunidad de darse el lujo de cambiar el menú del desayuno. Ella comprendía la desconfianza del marido hacia la hermana, cuya lejanía se debía a secretos desagradables que se pensaban olvidados antes del desayuno. Él no pretendía atrincherarse por siempre en el bando contrario a su esposa, tampoco reconocer el pánico en sus entrañas de tan solo pensar en el regreso de las desagradables experiencias con su familia. Pero en el fondo, sabía que ella tampoco lo deseaba, si algo motivaba la discusión era que ninguno de los dos se atrevía a admitir que necesitaban con urgencia el dinero que los padres de Peter ofrecían para recibir al joven en la humilde casa, después de todo ella era la única tía a la que se podía presionar con dinero y le vendría bien un compañero al solitario Javier. La mesa seguía en su lugar, pero Javier terminó de convertir sus dibujos en diminutos cereales desvanecidos en la leche derramada sobre la mesa. Luego increpó al padre con la mirada para obligarle a capitular.
- Dale mi habitación y yo me acomodo en el estudio, así podremos comprar la computadora en menos de tres meses.
Javier no dibujó en semanas y Lucía no volvió a comentar sus deseos de aprender a dibujar, ambos mejoraron en sus estudios sin cruzar saludos, no existía hola ni adiós entre los dos, salvo la mirada tímida interpretada como un permiso cuando se topaban de frente. Lucía tenía dos amigas inseparables y Javier no tenía a nadie, aunque al final de mes llegó acompañado de su primo Peter, calzando sus hermosos zapatos deportivos y despertando la envidia de los estudiantes por el teléfono que hacía fotos y vídeos en alta definición, más sus aplicaciones de edición para manipular las imágenes a su antojo. Javier no se había percatado de ser observado hasta que Lucía pasó cerca de ellos por tercera ocasión, siempre pendiente de estar cerca del celular.
- Hola Javier.
De haber dibujado esa semana o no haber convertido en cereal los que había preparado para mostrarlos a Lucía, habría encontrado en su bolso una excusa y convertir aquel hola en la conversación soñada tiempo atrás, más no hizo falta, Lucía quería hablarle y Javier lamentaría por siempre sus intenciones.
- Puedes preguntar a tu primo si nos puede tomar una foto.
Javier no conversaba mucho con Peter, apenas tenía semanas durmiendo en su habitación y se la pasaba encerrado jugando vídeo juegos en el celular, pero iban juntos a la misma clase, tenían la misma edad y compartían los libros. Javier intentó repetir las palabras de Lucía en un pésimo inglés, quizás porque Peter jamás despegó la mirada de su teléfono y hablaba muy poco desde su llegada.
- La escuché y le entendí. Dile a tus amigas que se paren delante y si tienen lindas piernas que las muestren.
Las chicas ya estaban posando delante de Peter alterando el ritmo cardíaco de Javier al levantarse las faldas, hubiese dibujado desnuda a Lucía en ese instante de haber encontrado papel y lápiz. En una hora se hizo tan viral la foto de Lucía y sus amigas, que el resto de los estudiantes buscaba pretextos para saludar a Javier y conocer el teléfono del primo y aprender de sus habilidades con las redes sociales. Por primera vez tuvo tanta actividad social que se ausentó de las últimas horas de clase, pero nadie estaba interesado en aprender a dibujar, su arte agonizaba por esa mutación digital además distorsionante del lenguaje, sus formas, los sentidos y lo humano en las relaciones, tampoco importaba la filosofía en aquel liceo público sin vidrios en ninguna de las ventanas. Javier estaba más cerca de Lucía y entre ellos se antojaba un abismo que no comprendía, no era Peter, ni el teléfono, más bien una montaña de conceptos y creencias que solo a través de un enorme túnel podría traspasarse para coincidir con la Lucía de sus dibujos, con la tristeza al carboncillo de su mirada desde que murió la madre consumida por el agresivo cáncer en sus huesos, aquella agonía de la mujer marcó la rutina de Lucía en los tiempos en que no se saludaban. El tío y la abuela asumieron la educación de Lucía con la esperanza de tener compañía en la vejez y un mejor ingreso en la humilde casa, ella no quería asumir ese rol, en cambio tenía la esperanza de salir de la pobreza encontrando un padre como esposo, le daba igual si la riqueza de ese hombre provenía de un talento particular, un honesto trabajo o de una actividad ilegal con el riesgo de ir a la cárcel o descubrir la muerte de manera temprana y violenta. La casa había cambiado, por más que lavaran las sábanas el olor de la muerte no salía de la habitación, y los pensamientos de Lucía nacían de la angustia, no había espacio para los sueños, todos fueron enterrados junto con su madre. No era la única chica que pensaba así, la más rubia entre las estudiantes soñaba con igual destino y era más atrevida que Lucía en proponérselo, por eso discutieron esa mañana delante de todo el salón, fue una pelea sin victoria porque ambas se tomaron del cabello intentando derribarse al suelo y pasar a los puños. Con ayuda de un profesor Javier logró sujetar de la cintura a Lucía y separarla de su agresora, notando que tenía una fuerza sobre natural cuando la chica le soltaba improperios y hacía gestos de vómito. Javier se aferró a ella a pesar de los rasguños en sus brazos, Peter grababa la pelea en su celular divirtiéndose con el resto de estudiantes hasta que los profesores lograron llevarse a la rubia, mientras Lucía estaba insatisfecha con el mechón dorado en su puño. La rubia ya estaba calmada, evitando los comentarios en la última hora de clase, le era fácil porque Lucía desapareció y ningún profesor pudo ubicarla. El asunto se olvidó de inmediato salvo por los memes que Peter había difundido en su teléfono en una diversión que solo él seguía disfrutando en silencio, mientras Javier seguía impresionado por la fuerza de Lucía cuando la rubia simulaba ganas de vomitar. A pocas calles de la parada del autobús la rubia caminaba sola y deprimida por el mechón que le faltaba, retrasaba su llegada a la casa deteniéndose a ratos para simular un peinado que ocultara su prematura calvicie. En la esquina más solitaria, descubrió a Lucía delante de ella y sintió un frío filoso en su abdomen, la mirada de Lucía era confusa, un rencor inesperado e incomprensible, no pretendía pelear en la calle, ni siquiera pensó en defenderse y al sentir golpes seguidos en su pecho y abdomen la rubia pudo ver la navaja con la que Lucía la estaba acuchillando.
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¡Dispara!
Mystery / ThrillerUn tiroteo escolar llama la atención por la raza latina de los asesinos, Peter vive con una sonrisa sospechosa, sus padres lo envían a un país latinoamericano, nadie sabe si es víctima o victimario, hasta que Javier atañe su risita al homicidio de u...