Cap. 6 Armas en la casa

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                                                                         Capítulo 6

                                                                   Armas en la casa

La carne de bistec debe pasar más de dos horas en agua hervida para deshacerse entre los dientes con un guiso de cebollas, así decía la abuela materna de Javier quien jamás cocinó bien y él nunca la conoció porque jamás se hablaba de ella en la casa, salvo por ese comentario de secretos de cocina que tampoco mejoró la receta con el tiempo. En ayunas, Javier se sentaba obligado en la mesa para almorzar en familia, sus padres estarían ausentes después de la comida y Peter recibiría a sus amigos para estudiar. Sus oídos eran más sensibles que nunca, habían escuchado una larga historia de terror y ahora sufrían con los dientes de Peter triturando la carne encebollada del almuerzo, evitaba mirarles a los ojos y se negaba a responder cualquier comentario, sudaba frío debajo de un suéter de lana manga larga que todos miraban extrañados por el calor del medio día, por fin se levantó de la mesa cuando todos terminaron de comer, a nadie le molestó la comida intacta en el plato de Javier, algo andaba mal en su organismo porque sudaba y sentía frío al mismo tiempo, así que todos asumieron la falta de apetito a un mal del estómago ignorando la decepción debido a la ausencia de Alejandra. A los catorce años un desamor no es noticia en la familia y desde la llegada de Peter la situación económica había mejorado y se notaba en la cogestionada agenda de todos manteniéndolos la mayor parte del tiempo fuera de casa, citas en la peluquería, invitaciones a cenar, reduciendo el tiempo en familia a intercambios de buenos días o comentarios intrascendentes como las recetas de la abuela. Entonces la cocina lucía intacta, los platos en su lugar, la nevera llena de comida anti social y hasta el azul de la pared relumbraba como un día de verano en la playa. Los padres salieron de la casa cruzándose en la puerta con los dos amigos de Peter, ambos de ojos grandes y de sonrisas perfectas con dientes inmensos. Psicópatas en la mente de Javier tras la larga conversación con Dana Martínez en el aeropuerto el día anterior. Notó que uno de los chicos tenía un arma en la cintura, ya era suficiente sentirse rodeado de tres extraños por lo que corrió detrás de sus padres con la excusa de una cita de amor cuando en realidad pretendía que le dejaran en el camino en cualquier parte del trayecto. No había testosterona suficiente en su organismo para cumplir con las recomendaciones de Martínez. Minutos más tarde hizo detener el auto en una esquina con excesivo tráfico para evitar explicaciones, caminó dos cuadras y pudo respirar hinchando sus pulmones al máximo, las náuseas desaparecieron y se quitó el suéter de lana aliviando su piel con los rayos del sol. Marcó el teléfono.

- No puedo hacerlo.

Veinte minutos más tarde Javier entraba en la habitación de un hotel cercano a su casa. Una larga mesa repleta de documentos, carpetas y fotografías. Martínez escribía en su computadora y luego imprimía varias páginas para mostrárselas a una joven sentada en uno de los dos muebles de la habitación que servían como sala de recepción.

- ¿Javier, no te acuerdas de mí?

- Lo siento, no te recuerdo.

- Soy Ana, la amiga de Lucía.

Ana también tendría catorce años, aunque estaba más delgada y mal vestida, trapos de pobreza y zapatos harapientos, apenas leyó las hojas que le entregó Martínez y firmó inmediatamente cuando le acercó un bolígrafo.

- Supe que visitaste a Lucía hasta sus últimos días, me lo contó su tío una vez que nos encontramos en el mercado. Lamento lo que hice, no sabía lo que pasaría y después no supe qué hacer. Adiós, me alegró verte. Le diré a las chicas que estás muy guapo.

Javier no ubicaba aquel rostro en su memoria, al sentir sus labios en la mejilla el beso le recordó aquella fotografía de Lucía y sus amigas, Ana era la chica más baja de la foto y quien había grabado a Lucía cometiendo el crimen con el celular de Peter, así constaba en el documento firmado para Martínez a cambio de unos pocos dólares. Al cerrar la puerta Javier recibió el documento y leyó la declaración de Ana. Le sorprendió los avances de Martínez en tan corto tiempo.

- Peter le dio el teléfono para que grabara a escondidas a Lucía. Recuerdas cuando me dijiste...

- Por favor no me recuerdes eso, no hablaba contigo...

- Alejandra existe en realidad, pero no te ilusiones, es mi hermana menor, está casada y tiene dos hijos. Tiene la virtud de aparentar diez años menos. Pero le caíste bien y te envía saludos.

- No es divertido.

- Lo siento. Pudo ser cualquier chico, te tocó a ti. Todo este tiempo estuve esperando un comentario de alguien que conociera a Peter, creé cuentas falsas de chicas de su edad, chicas lindas dispuestas a conversar y hacer amigos hasta que alguien comentara que conocía a Peter, y ese fuiste tú. Todos los chicos a tu edad les cuesta controlar sus hormonas.

- ¿Por qué está tan segura de que repetirá lo que hizo en Florida?

- Por lo que me has contado de él, por los archivos que me enviaste y por el expediente de Lucía.

- Uno de sus amigos tiene un arma, hoy llegaron a la casa y se la vi en la cintura.

Martínez buscó entre los documentos de la mesa, removió varias fotografías todavía en desorden y mostró dos de ellas en las que se veían dos rifles AR-15, fáciles de comprar por internet y los más usados en tiroteos escolares, todavía sin comprender Javier sabía que esas armas eran imposibles de ocultar en la casa, solo ella pudo seguir la ruta de las armas a través de una venta ilegal hacia México, luego otra venta ilegal hacia Colombia y finalmente con complicidad de la Guardia Nacional llegaron a Caracas a la casa del amigo más adinerado de Peter, usando criptomonedas y tarjetas de crédito del padre. No consideró necesario explicar en detalle la venta ilegal de armas a un romántico adolescente que jamás ha disparado un arma, además en la pantalla de la computadora se abrió una pantalla interrumpiendo la explicación de Martínez.

- ¿Mamá estás allí?, no me mientas, sé que estás haciendo, sé que encontraste a Peter.

Javier dejó las fotografías y al mirar hacia la pantalla del computador descubrió una chica en sillas de ruedas antes de que Martínez lograra apagar la conexión del internet. Más seria que antes, ella volvió a las fotos pretendiendo convencer al joven del peligro en el que se encontraba.

- Los rifles se pagaron con la tarjeta de crédito del papá de uno de los amigos de Peter. En el ochenta y cinco por ciento de los tiroteos escolares, los asesinos se llevaron las armas de su casa. El presidente de México tiene razón en demandar a esos malditos.

- ¿Qué le pasó a su hija?

- No tenemos tiempo para hablar de eso.

- Conoce a Peter y usted lo conoce mejor que yo. Si quiere mi ayuda necesito saber.

- Estuvo en el tiroteo de Florida y dos balas la dejaron en silla de ruedas. Ella quiere olvidar, pero yo no.

- ¿Peter le disparó?

- Todavía no puedo probar eso. Pero con lo que tú vas hacer podré demostrarlo.

***


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