Capítulo 9
Melodía triste de ciudad
La desagradable sensación de no tener amigos le acompañó por todo el pasillo hasta el salón donde debería encontrar a Peter, un trayecto endemoniadamente largo en el que se detuvo un par de veces intentando sorprender aquellas miradas que le acuchillaban la espalda, no tuvo éxito y tampoco encontró a los amigos de Peter en el aula, no lo habría encontrado el día anterior, ni siquiera semanas atrás, porque los tres chicos tenían meses que no entraban a clases al parecer sin importarle a nadie, tal vez Martínez tenía razón y era la única en notar un comportamiento extraño en los chicos. Javier se disculpó con el profesor al interrumpir la clase y preguntar por su primo, estaba tan concentrado en sus asuntos que perdió el miedo escénico en hablar en voz alta delante de más de veinte estudiantes perfectamente ordenados en tres filas alineadas a la perfección, con tres sillas vacías desde hacía un mes. Tras cerrar la puerta algunos alumnos podían verle alejarse desde el salón debido al vidrió niquelado que cubría la mitad de la puerta, por eso cuando Javier se quedó unos segundos pensativo al salir del salón, una de las alumnas más destacada de la clase observó su figura inmóvil detrás del cristal, hasta que decidió seguirle con la excusa de ir al baño.
- ¿Eres el primo de Peter? ¡Te estoy hablando a ti!
- Lo siento, no te escuché.
- ¿Podemos hablar un minuto?
La chica ubicó mejor sus gafas en su perfilada nariz, tenía las pupilas de la inquisición y el tono de una sentencia de muerte, más no quiso hablar en el pasillo, era demasiado largo y transitado para ventilar una conversación, así que señaló una puerta de salida al parque del instituto dónde había un árbol inmenso para fumadores, caminaron otro largo trecho sobre el césped, en silencio sin llamar la atención pues parecían dos amigos sin la confianza de tomarse de las manos, a una distancia muy lejos del noviazgo. Al llegar al árbol lo rodearon hasta quedar invisibles desde las ventanas del instituto, aquel tronco escondite de tantas historias de amor ahora, era lo suficientemente ancho para aislar cualquier pareja del mundo con su coraza de madera, ella se sentó cruzando sus piernas con facilidad por la normativa de usar pantalones en el uniforme, la blusa beige resaltaba su larga cabellera negra y el azul oscuro del pantalón acentuaban su cintura, encendió un cigarrillo electrónico con aroma de fresa y le ofreció otro con aroma de jazmín a Javier, pero lo rechazó quedándose de pie y recostando su espalda al árbol.
- Mi mejor amiga Tina quiere ser veterinaria, hizo una fundación para rescatar animales de la calle, se llama "Huellas", básicamente perros y gatos. Tiene tres perros y tres gatas en su casa, sus padres se lo permiten porque saca excelentes notas. Es mi mejor amiga.
- ¿Por qué me dices esto?
- Porque estoy segura que uno de los amigos de Peter le hizo algo, es más, pienso que la violó.
- No me digas estas cosas, eso es delicado, deberían ir al Ministerio Público.
- Tina ni siquiera quiere hablarme, no contestan el teléfono y sus padres no dicen nada, pero mi madre es abogada y aunque tampoco dice nada, creo que los estás asesorando.
- Me parece bien.
- Espera, quiero contarte algo que pasó.
- Por favor no me involucres...
- Tu primo Peter estuvo allí.
- ¿Allí dónde?
- Escucha. Cerca de la casa de Tina hay un gran centro comercial, con muchos restaurantes y allí van a dar muchos perros y gatos en situación de calle. Tina solía buscarlos en las noches en los conteiner de basura, hasta que una noche descubrió tres perros muertos, solo a ella se le ocurre examinar los perros muertos porque no parecían envenenados. A la noche siguiente encontró tres perros más y la ayudé a llevarle uno a un amigo veterinario, a los perros los estaban cazando. Tina vigiló varias noches hasta que descubrió a Esteban, Luis y Peter disparándole a los perros. Tuvieron una discusión muy fuerte, sobre todo con Luis. Ella los grabó y se supone que íbamos a denunciarlos, pero luego se echó para atrás, se encerró en su casa y no he vuelto a verla.
Ella se levantó y se recostó al árbol junto a él para mostrarle el vídeo en la que Peter y sus amigos disparan a los perros celebrando su puntería. Había desprecio y alegría en las miradas de los disparadores hacia esos caninos en desgracia. Era un delito, bastaba entregar esas imágenes para iniciar un proceso penal por maltrato animal, pero la chica pretendía un castigo más radical, proporcional a la maldad de esos chicos.
- ¿Por qué piensas que la violaron?
- Porque mi madre tiene exámenes de medicina forense y dice que la violaron. Nadie sabe de esto.
Javier acercó su celular solicitando permiso para pasar el vídeo a su tarjeta de memoria, a lo que ella accedió expirando una bocanada de fresa y apuntando con el dedo el pecho de Javier.
- Tu primo debe ayudarme a que ese maldito pague por lo que hizo.
- ¿Por qué no lo denuncian?
- En eso están, pero el padre de Luis es Juez y tiene muchos contactos.
- ¿Cómo está tu amiga?
- Está en una clínica, intentó suicidarse.
Lucía y ahora Tina estaban en el radar de Peter, quizás la obsesión de Martínez tenía sentido y era necesario atender los síntomas de una patología cuyo desenlace final era un tiroteo escolar. ¿Cómo saberlo y a quién preguntarle?, ambas respuestas no las conseguiría de la madre abogada cómo pretendía la mejor amiga de Tina, tampoco de sus padres, quienes estaban felices con las remesas enviadas por los padres de Peter, la única persona capaz de responder debía tener la experiencia de estos casos, debía conocer a Peter y adelantarse a sus planes, si es que eso era posible. La desagradable sensación de no tener amigos le estaba ayudando a comprender las sospechas de Martínez, no se trataba de venganza, sino de la extraña certeza de que algo malo ocurriría cuando nadie lo esperaba. Sucedió en Japón y luego en Alemania, después de conocer la tragedia de Florida no podían definirse alegremente las causas a una razón psicológica o aritmética armada, quizás una bomba emocional estaba en su conteo regresivo al igual que sucedió en la escuela Ikeda al oeste de Japón, cuando Mamoru Takuma en un intervalo entre clase y clase asesinó con un cuchillo a ocho niños, luego reconoció ante un equipo de psiquiatras que había fingido demencia mental para eludir su responsabilidad. Javier tomó un taxi mientras el chofer se quejaba de la inseguridad porque a su compañero lo asesinaron la semana anterior dos menores de edad para robarle el carro, la melodía triste de la ciudad estaba en todas partes en forma de lamentos grotescos, quizás porque nadie tenía las pelotas de escuchar la música y leer con atención su partitura trágica. El taxista se horrorizó cuando su joven pasajero le contó del día en que Robert Steinhauser salió de su casa diciendo que tenía un examen, estando en el colegio se puso una ropa al estilo ninja y luego mató a trece profesores, dos alumnos y un policía con una Glock 17 de 9 mm.
- ¿Diecinueve años? Esa es la edad de mi hijo, ¿dónde fue eso?
- Alemania, en el dos mil dos, un año después de que Takuma asesinara ocho niños en Japón.
- Y solo porque lo expulsaron del colegio.
El taxista llevó a Javier al hotel donde seguía hospedada Martínez, no quiso hablar más en el camino, lloró en silencio en los eternos segundos de una luz roja, se preguntó dónde estaría su hijo y en cuanto dejase a Javier le llamaría para cerciorarse de que estaba en el colegio, preguntarle cómo salió en el examen y luego invitarle a comer independientemente de su nota. Un día extraño, siempre era soleado y en esa ocasión Javier tiró la puerta del taxi en armonía con el sonido de un trueno escondido entre nubes negras. Reventó a llover y el taxista se marchó llorando leyendo el mensaje de su hijo, quién había reprobado el examen, comerían juntos, lo abrazaría escuchando la melodía triste de la ciudad.
***
ESTÁS LEYENDO
¡Dispara!
Mystery / ThrillerUn tiroteo escolar llama la atención por la raza latina de los asesinos, Peter vive con una sonrisa sospechosa, sus padres lo envían a un país latinoamericano, nadie sabe si es víctima o victimario, hasta que Javier atañe su risita al homicidio de u...