Cap. 5 Los amigos de Peter

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                                                                        Capítulo 5

                                                                Los amigos de Peter

La última visita a Lucía fue debido a la súplica del tío por su delicado estado de salud y la precaria situación económica, algunas familias se desintegraban más rápido que otras y en la opacidad de sus funerales nadie recordaba los rostros de los ausentes, vivos o muertos, era un culto religioso a personajes invisibles que nunca se mostraron como en realidad eran o jamás comprendieron quienes eran en realidad. Las paredes grises de la correccional se tragaban los dibujos de Lucía, poco importaba el arte si cada dos meses se diluían en el sucio de las paredes o cada dos años ordenaban pintarlas de gris, incluyendo las rejas que fingían ser puertas de habitaciones. Lucía insistía en dibujar con lo que podía agradeciendo la promesa cumplida de Javier de enseñarle las proporciones mostrándole en fotos los murales de Diego Rivera, aunque no encontrase pared donde imitar semejante genio, quizás la hubiese encontrado en otro destino más humano si aquella leche vencida no dañara los dibujos dedicados a ella, pero ninguno de los dos sospechaba que algunos eventos insignificantes pueden cambiar el destino. Cuando Javier entró a la sala de visitas, llevaba meses desaparecido, por eso Lucía sintió el frío helado de la muerte mientras esperaba noticias del tío. El juicio había consumido su paciencia como el cáncer devoró los huesos de la madre y de la abuela, siendo el tío una lástima ambulante cuyo dolor también pesaba sobre sus hombros. Descubrió a Javier entre las visitas, se le antojaba más guapo, pero igual de solitario y con las manos aburguesadas por el ocio y el abandono de la creatividad. En esta ocasión le trajo pizza y nada de lápices, algunas frases simples y respuestas obvias que negaban la conversación más animada de visitas pasadas, Lucía comprendió que su ¨patito feo" había muerto o se convirtió en otro cisne engreído y pragmático, embellecido apenas por su plumaje. A pesar de la pizza y la puntualidad de su llegada, Javier sintió el reproche de Lucía sin encontrar maneras de devolverle el ánimo, ni siquiera mintiendo sobre la salud del tío moribundo, ni ofreciendo pínceles con pinturas naturales como se las inventó Reverón, también estaba contagiado de desilusión tras sentirse patéticamente enamorado de una imagen digital a la que dedicaba largas conversaciones todas las noches. Tanto había esperado por un hola y adiós con Lucía y ahora lamentaba el vacío entre ambas palabras, ella sabía que era la última visita, desdibujado tras cruzar la reja gris Javier ignoró el último adiós a sus espaldas, ella cerró los ojos imaginando que él volteó para sonreírle, luego repartió la pizza a cambio de una hojilla y a las tres de la madrugada se quitó la vida cortándose las venas tanto como pudo.

A Peter no le importó la noticia, su mueca acostumbrada, inexpresiva y macabra, acentuaron la soledad de Javier, quien se negaba a responder los insistentes mensajes de Alejandra, evitaba parecer patético llorando delante de la computadora fingiendo una consolación con una desconocida, en lugar de responder buscó el expediente de Lucía en el que un fiscal la acusó de ser bipolar y asesina, entonces recordó aquel consejo de Peter activándose cual disparador en la depresión de Lucía, ahora más que nunca resultaba un pariente incómodo, achicando el espacio del estudio y una casa imposible de compartir con Peter, cuyas paredes también le acusaban y el piso no soportaba el peso de su culpa. Tenía dos opciones, patear la mesa o insistir en la búsqueda, abatido por la tristeza volvió a los vídeos de Dana Martínez, hizo algunas preguntas en la opción de comentarios para contactar viejos amigos de Peter, pero al parecer nunca tuvo amigos en Florida, salvo una foto abrazado con los dos asesinos suministrada por otra chica suscrita al canal de Alejandra. La foto le sirvió de excusa para disculparse por no atender los mensajes, aunque ella no se animó a reclamarle su indiferencia, al contrario, se mostró interesada en saber sobre la relación entre Lucía y Peter. La única manera de confirmar una influencia en el homicidio o suicidio era buscando en los archivos de la computadora y el teléfono de Peter, con tal propósito Alejandra le explicó paso a paso cómo violar la clave de su computadora e ingresar a los archivos. Canciones de mal gusto, fotos de animales muertos, películas y vídeos de prácticas de tiro con dos de los estudiantes más adinerados del instituto, parecían los únicos amigos de Peter y se jactaban en los vídeos de la puntería al disparar en un polígono privado en el que era socio el padre de uno de los chicos. Peter se mostraba hábil con las armas, pero eran tan cortos los vídeos que no decían nada, cualquier chico habría disfrutado esa práctica de tiros con similar comportamiento, extrañamente Alejandra no lo consideró tan normal y sugirió buscar archivos encriptados con la malicia de hurgar donde los culpables se esconden. Una carpeta vieja, transferida del celular y con la misma fecha del día en que Lucía se convirtió en asesina, llamó la atención de Javier, la carpeta tenía por nombre Q.E.P.D y al abrirla encontró vídeos de cómo Lucía asesinó a la chica, la imagen era confusa, quien la grabó lo hizo a distancia y con el pulso tembloroso, Javier se horrorizó y recordó que Peter estaba en el instituto en ese momento. Eran demasiados archivos para verlos sin correr el riesgo de ser descubierto, entusiasmada y más coqueta que nunca, Alejandra dispuso de toda su artillería para copiar los archivos desde la distancia lográndose introducir en la computadora de Peter con la ayuda de Javier, luego cerraron la computadora sin dejar rastros y conversaron hasta las seis de la mañana excitados por la aventura. Seguía siendo algo patético un amor a distancia y digital, hasta que Alejandra pasó el mensaje con su itinerario de viaje y la intención de conocerle en persona. Acordaron el encuentro en el aeropuerto internacional de la ciudad, así que las siguientes noches se dejaron llevar por conversaciones más íntimas y algunos vídeos grabados para conocerse. Javier esquivaba la nostalgia por Lucía con una chica que apenas conocía, le era irrelevante las decepciones de citas amorosas porque ella sabía escucharle, era inteligente y en las pocas fotos compartidas era hermosa.

- Te amo Alejandra.

- Yo también te amo Javier.

Fueron los últimos mensajes antes del sorpresivo encuentro en persona, el mundo virtual o real tiene una frontera difusa en la mente dominada por hormonas, era tendencia aferrarse a nuevos lenguajes ante la carencia de abrazos, sentir adquiría un significado desechable, ser vulnerable era el primer síntoma a la adicción, hasta que la realidad te atravesaba el corazón con una estaca de cianuro.

Tan puntual como siempre, Javier estaba allí en la sala de espera, obsesionado con cada chica solitaria que salía de un túnel de aluminio y vidrio, las puertas corredizas se cerraron por última vez tragándose su bienvenida. Confirmada por tercera ocasión la información del vuelo, Javier se sentó con su carpeta de dibujos a punto de romper el rostro de Alejandra en carboncillo. Esta decepción iba más allá de su tolerancia a los fracasos.

- Hola Javier. Te reconocí por los dibujos.

- ¿Quién es usted?

- Soy Dana Martínez, a quien conociste como Alejandra. Vine para que hablemos de tu primo Peter y sus amigos, antes de que te asesinen. ¿Quieres un café?

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