Tormentos.
Eira amaba profundamente a su esposo.
Aunque lo llamaran príncipe bastardo, hijo ilegítimo o hijo de sirvienta, lo seguía amando y jamás le importo todas esas etiquetas horribles que el resto puso sobre su amado.
Porque lo que verdaderamente importaba eran los sentimientos que ambos tenían para dar, incluso dejo su posición como heredera para vivir a su lado.
Tal vez debió insistirle más para que fuera a vivir con ella, de ese modo no se encontrarían en esa encrucijada.
Meció la cuna donde descansaba su pequeña hija, ignorante a todo el mundo cruel que los rodeaba; lleno de injusticias y odio sin sentido, que puede dañar a una flor tan frágil como lo es ella.
Su corazón dolía todos los días, lloraba y rezaba por el bienestar de sus hijos.
Rezaba a su gran diosa, quien cedió parte de sus poderes a su antecesora, para que fortaleciera o sanara a su pequeña Nisha. Rogaba a los cielos desesperados por el deseo de volver a tener a Orión entre sus brazos y cantarle todas las noches.
Pero pareciera que los dioses la habían abandonado por primera vez en su vida.
Recordaba cómo el espíritu del agua bailaba con ella, el viento creaba ventiscas para protegerla, el fuego la abrigaba las noches que estaba sola y la tierra florecía bellas plantas para alegrarla.
Más, al llegar a Obelia esas cosas cambiaron.
El agua no respondía a su llamado, el frío de las noches era alejado por el cálido cuerpo de su Claude, la tierra dejaba marchitar las pocas flores que plantaba y el viento era frío.
Como si estuviera lejos de la vista de los dioses con los que creció.
Negó con la cabeza alejando aquellos pensamientos para acomodar la sabana delgada que cubría el cuerpo pequeñito de su primogénita, la cual respiraba tranquilamente sumida en el mundo de los sueños.
¿Cómo estaría Orión? Ya había pasado tres meses desde que se lo arrebataron...
¿Qué estaría haciendo en esos momentos? ¿Dormía? ¿Lloraba en busca de atención? ¿Estaba siendo alimentado adecuadamente? ¿Jugaban con él o lo dejaban de lado?
— Eira...
Parpadeo saliendo de su burbuja y sonrió a su amigo de la infancia que se acercó. — ¡Ash-a! ¿Qué haces aquí?
— Vine a traerte un presente... por el cumpleaños de la pequeña señorita Nisha.
Acepto la pequeña caja mal envuelta del oji rojizo, le parecía adorable ver como intento, al menos traerlo presentable. — Muchas gracias, Claude y yo lo abriremos... bueno, primero debo esperar a que regrese del palacio Garnet.
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¡Papá!
FanfictionPrecuela de Sangre Dorada. Anastacius ya habia cumplido lo que su ancestro tanto le insistia: tener al hijo de su hermano a su lado como futuro recipiente. Entonces... ¡¿Por qué ese niño lo miraba y lo buscaba tanto?! - ¿Awa? - ... no. Del odi...