Capítulo 6

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El pequeño príncipe.


Anastacius despertó ante un peso sobre su pecho que le incomodaba a la hora de respirar, parpadeo, acostumbrándose a la luz que ingresaba y palmeo la zona.

Un bajo quejido lo sobresalto y rápidamente se sentó en su cama, bajo la mirada y casi grita aterrado cuando vio a su sobrino de espaldas inmóvil, duro unos pocos segundos antes de que temblara y soltarse a llorar con todas las fuerzas que tenía, la cual era sorprendente.

Se cubrió los oídos por el dolor de cabeza que le provoco el llanto, como si fuera un buen momento, Karax apareció a su lado cerniéndose alrededor del diminuto cuerpo.

—      ¡¿Podrías callar esta cosa?!

—      ¡¿Podrías simplemente irte como lo has hecho estos días?! —respondió con molestia para tomar a su sobrino y mecerlo en busca de calmar el llanto. — ¡Vienes a gritar cuando se te da la maldita gana!

La bruma se movió formando una especie de sombra humana que comenzó a envolverlo con una sonrisa derretida que no le agrado, jamás se acostumbró a esos momentos "amigables" de ese ser. — A diferencia tuya, yo si estuve investigando un modo de poder romper aquel fastidioso escudo protector que tiene el niño.

Dejo de mirarlo para centrarse en los bajos quejidos que soltaba el menor, esperaba no haberle golpeado alguna zona.

—      ¿Sí? —pregunto algo nervioso. —  

—      Mm. Para mi terrible suerte, la encontré, más no puedo hacerlo de momento.

La tensión, que ni sabía que acomplejaba a su cuerpo hasta ahora, desapareció gradualmente por las palabras.

La palma diminuta se apoyó contra su mejilla, fijándose en la mirada expectante de Orión, quien se chupaba el pulgar, desconociendo sobre la conversación que tenía con Karax.

Suspiro con cansancio por el tono rojizo en el rostro de mejillas abultadas, su estómago rugió con hambre y todavía seguía con sueño. Acomodo como pudo sus ropas de dormir junto a su bata para salir de su habitación con rumbo al comedor, primero desayunaría y de paso podía llamar a las sirvientas del pequeño.

Aunque de camino al lugar, por algunas ventanas se podían ver cómo varios sirvientes corrían con terror en sus rostros, la nana principal de su sobrino lloraba llamándolo a gritos sosteniendo una manta entre sus manos antes de ser ayudada por el caballero de ojos carmín.



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