Recuerdos en escarlata

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Escabullirse de su habitación siempre había sido difícil.

Escabullirse de su habitación, en su noche de bodas era una de las peores ideas que había tenido en su vida.

Pero ahí estaba, a altas horas de la madrugada con una capa oscura sobre su cabeza caminando de puntillas entre los pasillos intentando llegar a los calabozos.

Imogen había arrugado la frente, Sai intento detenerlo, Tao le dijo que era una mala idea e inclusive Otis hizo a intervenir, pero no había forma de que lo convencieran de otra cosa.

Iba en busca de Charlie.

El castillo estaba frío y su corazón latía cada vez más rápido con cada paso que daba. No podía permitir que lo atraparan fuera de su habitación, sería un problema enorme.

Cuando finalmente llego a los calabozos no pudo evitar reír al ver que el guardia más grande del castillo, el encargado de vigilar que ningún prisionero dejara su celda estaba profundamente dormido con su cabeza contra la pared.

No le sorprendía, el reino era bastante tranquilo.

Con todo el sigilo que pudo logro abrir el portón y colarse dentro del calabozo. Nunca había estado ahí así que realmente no sabía que esperar.

Camino con miedo por los pasillos, era bastante oscuro así que tomo una antorcha de la pared y comenzó a acercarse a las celdas, muchos de los prisioneros estaban dormidos y los que no lo estaban no le dieron una segunda mirada. Algunos estaban realmente delgados que hasta se les veían las costillas, olían bastante mal y tenían los ojos desorbitados.

-Esto no se lo merece nadie...- susurro para sí mismo. Sabía que por alguna razón estaban ahí, eso era obvio, pero eso no era vida digna para nadie. Tendría que hacer una revisión de crímenes.

Siguió caminando durante unos minutos acercándose a cada celda, pero fracasando en encontrar a Charlie.

Cuando finalmente encontró la celda no sabía que hacer o decir.

En la última celda (por más irónico que sonara en su cabeza), Charlie estaba despierto, recostado a la sucia pared viendo sus pies.

-Si lo que quieres es que no te ignore, no te estas esforzando. No es hora de la comida y no voy a acercarme para que me patees otra vez, la primera fue suficiente- dijo Charlie desde el piso. Nick rodó los ojos y se sonó la garganta con fuerza, el ojiazul levantó la mirada y palideció - ¿Nicholas? ¡Nick! ¡Te vas a meter en muchos problemas!

-Me puedes explicar- comenzó con los dientes apretados - ¿Qué carajos estás haciendo aquí? ¿Cómo si quiera te atraparon? ¡Eres el maldito ladrón más rápido que he visto en mi vida!

-Quería verte- Charlie se levantó y se acercó, renqueando, a los barrotes de hierro.

-¿Verme?- río irónico- Creo que dejaste claro que lo que teníamos había terminado.

-¡No me dejaste explicarte!

-¡No lo intentaste!

Ambos alzaron la voz, pero cuando escucharon que alguien en una celda se mueve se quedan en silencio.

-Subí a verte porque quería explicarte lo de mi hermana- susurró dejándose caer contra los barrotes- Subí a verte porque merecías una explicación, subí a verte porque sabía que te ibas a casar y te iba a perder para siempre así que quería estar contigo una última vez antes de la boda, aunque me gritaras y me arrojaras cosas, subí pero me atraparon, me clavaron una flecha en la pierna y una en el brazo, caí desde lo alto de tu torre y cuando desperté estaba aquí, no sabía cuantos días habían pasado pero por lo que veo ya eres un hombre casado- señalo el anillo.

El Príncipe y El LadrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora