¿Me concede este baile, majestad?

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Sangre

Ojos desorbitados

La espada en su mano derecha.

-Charlie...-Y un susurro que sonaba a último aliento.

Charlie se despertó bañado en sudor frío, sacó su espada debajo de su almohada y la alzo, listo para atacar cualquier amenaza que estuviera, pero no había nada. Solo la luz del sol mañanero entrando por lo huecos de su techo.

Se puso una mano en el pecho, tenía el corazón acelerado y unas enormes ganas de llorar.

La maldita pesadilla (o mejor dicho recuerdo) no dejaba de atormentarle. Sabía que la fecha estaba cerca y su cabeza se encargaba de recordárselo constantemente.

Suspiro intentando calmarse y se recostó en su intento de cama.

La culpa lo estaba consumiendo.

El callar tanto también.

...

Los desayunos reales siempre eran interesantes.

Servían mucha más comida de la que realmente era necesaria.

Había siempre un músico acompañando con notas suaves en una esquina.

Y las más incómodas charlas que se podían tener a altas horas de la mañana eran brindadas.

-Nos comprometimos hace poco- murmuró Nick entre dientes- Es demasiado pronto para pensar en eso.

Imogen, a su lado le tomó la mano bajo la mesa y la apretó, igual o más incómoda que él.

-Nunca es demasiado pronto para pensar en herederos- contestó su padre con una sonrisa extraña.

Llevaban pocos días comprometidos y no habían hecho otra cosa que hablar del tema, de lo que les tenía el futuro preparado a Imogen y a él.

La castaña se había estado quedando en una habitación en el castillo, ya que el Rey William había manifestado que tenían que convivir más para tener la boda lo más pronto posible, y lo habían hecho.

Todos los días desayunaban, almorzaban y cenaban juntos, daban largos paseos de los cuales ya estaban hartos y hablaban hasta que se quedaban sin saliva.

Nick reconoce que, aunque no haya tratado demasiadas princesas en su vida, desearía que todas fueran como Imogen, así de dulces, inocente y a pesar de las circunstancias, llenas de vida.

Hay cosas que no se dicen, por supuesto, como las razones por las cuales el primer compromiso se rompió, o la marca rojiza que vio una mañana en su cuello, al igual que él no le cuenta sobre el ladrón que lo visita en su habitación y con el que habla hasta altas horas de la madrugada, no le cuenta sobre como ese ladrón tiene un revoltijo en su cabeza (y en su estómago). Y eso está bien, porque todavía no confían lo suficiente en el otro, pero Nick espera que en algún momento lo hagan.

Por otro lado, estaba la propuesta de Charlie, que era bastante tentadora, pero a su vez peligrosa, sabía que el día que le dijo el ladrón se acercaba, pero todavía no había tomado ninguna decisión al respecto.

Luego del desayuno le extiende la invitación a Imogen para uno de sus muchos paseos diarios. Conversan de la comida e ignoran el tema del heredero (otra vez)

-¡Nick!- escuchó un grito de su hermano mientras paseaba de la mano con Imogen por los jardines del área izquierda del castillo.

Sus guardias y los de Imogen abren espacio al Príncipe David que viene corriendo hacia ellos. El príncipe rueda los ojos y detiene el caminar para esperarle.

El Príncipe y El LadrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora