Las brujas de Argos

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Nick tragó saliva con fuerza y dio un paso.

-¿Nos conocemos?- preguntó mientras se acercaba.

-No todavía, pero te vi venir cuando naciste- sonrió- Tienes un corazón muy noble y una vida complicada. Las estrellas no han estado a tu favor desde hace mucho tiempo y los huesos decían que tarde o temprano ibas a venir, no esperaba que las rejas de metal fueran el motivo, te vi venir antes, pero algo te detuvo.

Nick levantó una ceja. No tenía mucho sentido nada de lo que dijo.

-Vengo a hacer un trato contigo.

-Lo sé majestad- sonrió- Pero los modales son importantes. Mi nombre es Freyja.

-Nicholas.

Freyja sonrió y le hizo un gesto para que lo siguiera dentro de la casa, Nick volteó a ver una vez más a sus espaldas, pero no había nadie, sujeto la espada en su cadera con fuerza.

Tenía miedo.

La casa olía fuertemente a lavanda, había plantas por todas partes, jarrones de cristal, de barro y piedra. Había cajas de madera apiladas junto a libros que se veían viejos y usados y una paloma blanca sentada en la ventana, sus ojos morados lo enfocaron al verlo.

-Su nombre es Leah- escucho a sus espaldas, la paloma enfoco su mirada en la bruja- No pago a tiempo. Pidió mucho, entrego poco. Intento romper el trato pero ya estaba atada, cosas que pasan.

La paloma hizo un ruido de indignación y voló hasta colocarse en el hombro de Nick. Su mirada parecía decirle que se fuera, que huyera de ahí, pero Nick estaba decidido.

-Si sigues viéndolo así te convertiré en un insecto Leah- la pelirroja se volteó y la enfocó con un dedo- Te dije hace años que iba a venir y el día que viene quieres espantarlo. ¿Dónde están tus modales?

La paloma hizo otro ruido y voló hasta una pajarera.

-No vive mal- se encogió de hombros y comenzó a rebuscar en una caja- Y creo que ha llegado a tolerarme, no le queda de otra, está atada a mí de por vida, pero cuando vienen personas quiere espantarlas siempre. Es malo para el negocio.

-¿Tienes muchos clientes?- pregunto intentando no pensar en que el pájaro era una persona.

-No tantos como antes, la última quema del Rey hizo que muchas brujas murieran y otras buscaran otros bosques. Las historias hacen que la gente no se acerque, pero no podía irme sin hablar contigo.

-¿Quemas?- preguntó. Él no sabía nada de unas quemas.

Freyja torció la boca en una mueca.

-No lo sabes joven príncipe. Hay tanto que no sabes- jaló una silla de madera y se sentó frente a una pequeña mesa. Abrió un libro en una página en blanco.

-¿Qué es lo que no sé?

-El Rey sabía que ibas a venir tarde o temprano. Lo sabe desde hace años, desde que nos visitó la primera vez. El príncipe mayor no le puede dar herederos y estaba preocupado por ti. Blair le leyó los huesos y te vio buscando una salida de la corona. Vino a la semana siguiente y la quemo junto a su árbol santo. No quería darte la oportunidad que encontraras alguien que te diera herramientas o tiempo para cambiar. Sabe que la niña en el vientre de tu esposa no es tuya. No sabe del ladrón.

-Mi papá sabe- susurró bajando la mirada al suelo y con dolor en el corazón.

Leah movió sus alas impaciente y Freyja la señalo con un dedo.

-Te lo advierto. - La paloma le dio la espalda. Señalo la silla frente a ella- Siéntese majestad.

Nick se sentó con el ceño fruncido.

El Príncipe y El LadrónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora