Capítulo 6

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El sol se introdujo por la ventana haciendo que el cuarto se iluminara un poco y yo despertara. Mis ojos ardían y sentía toda mi cara hinchada. Me quedé unos minutos mirando al techo, tratando de superar el trauma de haber despertado y de hacerlo sin Marinette. Mi mayor deseo era despertar el día de hoy con ella entre mis brazos, cubiertos solo por la sábana y admirando su bello rostro totalmente tranquilo y relajado, pero soy un cobarde y no tuve el valor de esperar a que volviera.

Me levanté y tomé agua, de inmediato sentí cómo mi cuerpo se hidrataba. Miré la hora en mi celular, las 8:24 am. Mi estómago exigió comida. Se sentía extraño sentir hambre, pero no iba a desaprovechar la oportunidad. Me cambié y bajé al restaurante del hotel para desayunar algo antes de regresar a París. Me comí tres hot cakes con leche y subí nuevamente a mi habitación para terminar de empacar. Revisé mi teléfono, ni un mensaje ni una llamada de Marinette... La realidad es que no sé si estoy esperando algo de ella, estaba bastante claro que ella no quería nada de mí y hasta su madre misma dijo que Marinette estaba muy bien a pesar de que nos separamos.

De repente sentí que me llegó una iluminación, la idea de mi vida. Me bañé en tiempo récord, me arreglé y rápidamente salí de la habitación hacia el elevador y marqué la planta baja. Entré al elevador y en lo que llegaba hasta abajo busqué mi destino más cercano, no tenía mucho tiempo. Conseguí lo que necesitaba y fui nuevamente a la florería a comprar un pequeño ramo de rosas. Pagué y fui volando a su departamento.

Y aquí estoy justo frente a su puerta con el corazón saliéndose de mi pecho. Rogaba porque estuviera sola y no con ese tipo de ayer, de solo pensar que pasaron la noche juntos hacía cenizas mi corazón. Tomé un profundo respiro, puse el ramo de rosas en mi espalda y toqué la puerta. Uno, dos, tres, cuatro golpes. Ya me arrepentí. Quiero vomitar. No hubo respuesta. Estaba a nada de llorar. Volví a tocar. Escuché pasos cerca y sentí que dejé de respirar. La puerta se abrió. Un ángel se asomó y vi aquella preciosa cara que tanto extrañaba ver. Tenía una expresión de sorpresa pero a la vez parecía que me estaba esperando.
—Adrien... — Me derretí cuando escuché que pronunció mi nombre. Hacía tanto que no escuchaba su voz en persona. —¿Qué haces aquí?
—Ahhh... — Olvidé cómo hablar. —Yo solo... Amm... Vine a verte... — Su expresión se volvió un poco acusativa pero seguía siendo adorable.
—Bueno, ya me viste. — Parecía que se quería reír pero mantuvo su expresión seria y tranquila.

Me quedé helado. La miré de arriba a abajo, traía su cabello suelto y le llegaba hasta la cintura, lo llevaba más largo que cuando me dejó, pero estaba igual de precioso. Seguía en pijama, de short y tirantes y con unas adorables pantuflas de gatitos grises... Las que yo le regalé cuando estábamos juntos. Está tan hermosa como el día en que se fue... Así es, me robé la frase de Cómo Entrenar A Tu Dragón, pero no quiere decir que no sea verdad.
—¿Quieres pasar? — Su voz me interrumpió. Sentí mi cara roja.
—Amm... Sí, claro.

Se hizo a un lado y entré. Su departamento se sentía calientito y con olor a flores y pan. Cerró la puerta detrás de mí y caminó hacia un cuarto. Yo me quedé donde estaba de pie, no podía moverme. No podía creer que me haya recibido y dejado entrar. Inspeccioné su departamento y en verdad era lindo y amplio. Fijé mi vista en el centro de mesa de su comedor... Ahí tenía el ramo que le di ayer. Oh, cielos, no lo tiró. Con razón olía tanto a flores aquí dentro. Dios, Dios, estaba a nada de llorar. Adrien... Adrien...
—¡Adrien! Tierra llamando a Adrien. — De repente tenía a Marinette enfrente de mí. ¿En qué momento apareció? La miré sorprendido. —Te pregunté si quieres tomar algo, tengo chocolate caliente, agua, jugo, café, té, refresco... — No estaba molesta, más bien parecía divertida con mi desorientación, pero aún no mostraba su bella sonrisa.
—Ahhh, chocolate está bien, gat... Perdón, Marinette. — Su rostro se ruborizó. Por todos los cielos, casi la llamo como si aún fuera mi novia... Mi corazón se estrujó. Era tan raro decirle por su nombre. —Ma... Marinette, te traje esto. — Le extendí el ramo. Sonrió y tomó el ramo. Su sonrisa...
—Son muy lindas, Adrien, gracias. — Se dio la vuelta, puso las flores en un florero y lo colocó al lado del ramo gigante que le di ayer. —Anda, siéntate, ahorita te doy tu chocolate.

Obedecí y me senté en la mesa. A los pocos segundos fue hacia mí con una taza y me la entregó. Ella solo estaba tomando agua. Se sentó en la cabecera y yo estaba a su izquierda.
—Y bien, ¿A qué debo tu visita? — Me miraba expectante. Me puse más nervioso, ¿Cómo le explicaba que venía por ella para ser felices juntos de nuevo sin decirle que venía por ella para ser felices juntos de nuevo?
—Amm... Pues... Quería saber cómo estabas... Hace tanto que no sé de ti... — Se quedó seria.
—Adrien... Ya pasó mucho tiempo... — No podía permitir que siguiera diciendo que no debemos de estar juntos. —Y tu carta, Adrien, ¿Por qué me haces esto? — La leyó... ¡La leyó! Sus ojos se volvieron cristalinos.
—Marinette, por favor... — Intenté tomar su mano pero ella retiró la suya. —Te seré cien por ciento honesto: Mi vida se está yendo al carajo sin ti. Tú le dabas sentido a todo lo que hacía, a todo lo que pasaba. Cuando te fuiste literalmente te llevaste mi alma.

Se puso de pie y se acercó a mí para tomar mi rostro entre sus manos. Yo me quedé sentado y la miraba hacia arriba. Mi corazón se iba a salir de mi pecho. Sus pulgares acariciaron mis mejillas intentando retirar las lágrimas que caían y que yo no había notado que salieron. Sus manos eran tan suaves y se sentían frías, pero me brindaron un calor que hacía meses no sentía.
—Adrien... Tú eres el que se quedó con mi alma. — Sus lágrimas empezaron a salir. —Pero no podemos estar juntos. — Me mató por segunda vez.

Rápidamente me hinqué en una rodilla, saqué el anillo y se lo puse en frente. Esa fue mi brillante idea de la mañana. A eso salí corriendo. Fui a la tienda de Tiffany que estaba cerca de donde me hospedé a comprar el anillo para mi futura esposa. Marinette empezó a llorar más fuerte y se cubrió la mitad de su rostro con sus pequeñas manos.
—Cásate conmigo, Marinette. — No podía dejar de llorar. —Eres el amor de mi vida y en serio perdóname por actuar como un estúpido. Todo lo que te he dicho ha venido desde el fondo de mi corazón, incluyendo la carta que te dejé ayer. Las treinta y seis rosas significan que mi amor por ti no tiene fin. Por favor, gatita, acepta a este hombre que ruega por tener tu amor de vuelta. — Me miró unos segundos en silencio. El silencio más largo de mi vida.
—Adrien, mi amor siempre será tuyo. — Sonreí a más no poder. —Pero no puedo aceptar. — Dejé caer mis brazos a mis costados y terminé totalmente sentado sobre mis piernas. —En serio perdóname, Adrien.

No podía hablar. Dejé de enfocar mi mirada en ella y la enfoqué a la nada. Definitivamente la había perdido. No había vuelta atrás. Que imbécil fui, ¿Cómo podía esperar a que ella me aceptara de regreso después de que la lastimé?

Sólo se escuchaban nuestros llantos en aquel lugar. Marinette se hincó frente a mí, volvió a acariciar mi rostro. La miré directo a sus ojos llorosos. No sé de dónde saqué fuerzas pero levanté mis brazos y tomé sus manos con cuidado para quitarlas de mi rostro. Me puse de pie y la ayudé a levantarse. Dejé la pequeña caja con el anillo sobre la mesa.
—Está bien, Marinette, todo es mi culpa. La verdad es que no te culpo por tu decisión, no te mereces esto que te hice... Espero que con quien estás ahora sepa cuidarte como te mereces. De verdad que es muy afortunado al tenerte. — Hice un intento de sonrisa. —Me voy, Marinette. Una disculpa por venir, créeme que ya no te molestaré más. Te deseo toda la felicidad del universo.

Me tomé el atrevimiento de tomar una de sus manos y besar sus nudillos, le dediqué una última mirada y caminé hacia su puerta. Me giré a verla y ella se quedó donde estaba, no me siguió.
—Te amo, gatita, eso nunca lo olvides.

*

Vuelve (Adrinette AU - MLB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora