Capítulo 7

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Abrí la puerta y salí cerrándola detrás de mí. Me quedé unos segundos ahí de pie, mientras seguía llorando. Me controlé un poco y me sequé la cara con las mangas de mi chamarra. Caminé al elevador sintiéndome el mayor perdedor del universo. Salí del edificio, pasé frente a la florería cerca del departamento de Marinette y entré. Estaba la misma señora que me vendió el ramo gigante.
—¡Muchacho! ¿Cómo te fue con tu amada? — Me preguntó animada pero al verme su sonrisa se borró y puso cara de tristeza.
—No estamos juntos, señora, pero muchas gracias por escucharme ayer y por las flores. — Me dio una leve sonrisa y me dio unas palmaditas en el hombro.
—No te preocupes, jovencito, vas a ver que pronto las cosas se arreglarán. — Le sonreí de vuelta. Tomó un girasol y me lo puso enfrente. —Cuenta los pétalos y antes de quitar el último pide un deseo. — No tenía el ánimo ni las fuerzas para discutir eso. Solo asentí y tomé la flor. Saqué dinero para pagarle y me lo regresó. —Cuando tu deseo se cumpla me habrás pagado. — Sonreí. Esta señora era un poco extraña, pero le agradecí sus atenciones.

Regresé al hotel donde estaba hospedado para recoger mi maleta y dirigirme a la estación del tren que me llevaría a París. Pedí un taxi en la recepción del hotel y en lo que esperaba le llamé a Nino para contarle que le pedí matrimonio a Marinette y me rechazó. Me aguanté las ganas de llorar, ya estaba asqueroso de la cara de tantas lágrimas y la hinchazón. Sólo me dio unas palabras de consuelo y me dijo que iría a buscarme a la estación del tren cuando llegara para acompañarme el resto del día. Acepté su propuesta y colgué.

Subí al taxi y llegué a la estación. Compré mi boleto y esperé a que lo anunciaran. El tren salía a las 11:30 am, aún faltaban veinte minutos. De mientras comencé a quitarle los pétalos a la flor y a acumularlos en mi pierna. Cada pétalo que quitaba era una lágrima que iba cayendo. Ya no me importaba que me vieran. Llegué al último y suspiré. No esperaba que fuera cierto lo del deseo, pero no perdía nada con intentarlo. Pedí mi deseo: Que Marinette y yo volvamos a ser felices juntos para siempre. Arranqué el pétalo y ese lo guardé en el bolsillo de mi chamarra.

Anunciaron el tren de regreso a París. Tomé mi maleta y caminé al tren. Subí y busqué mi asiento. El número 18. Subí mi maleta y me senté al lado de la ventana, mirando a toda esa gente caminar con prisa, otras tranquilas, una que otra pareja, familias... Y yo aquí solo y sintiéndome como basura. Suspiré y tomé mi celular para enviarle a Nino un mensaje diciéndole que ya estaba arriba del tren y que llegaría en tres horas aproximadamente.

Sentí que alguien se sentó a mi lado pero no me molesté en voltear a ver quién era. Anunciaron que el tren ya iba a salir y sentí cómo avanzó. Unos minutos después sentí que una mano se posó sobre la mía, sacándome de mis pensamientos y asustándome un poco. Vi esa mano, pequeña y de piel blanca, que traía un anillo como el que le di a Marinette. Maldita vida, ¿Por qué no podía vivir en paz? Ya que mejor me caiga un rayo, que el tren explote o lo que sea, pero esto era demasiado. Esa mano entrelazó sus dedos con los míos. Esto era muy raro, ¿Qué le pasa a esta persona? Sentí el enojo envolverme.

Volteé a ver a la persona a mi lado y ahí estaba Marinette sentada. Me congelé. No, no, no, no, esto no era posible. Parpadeé muchas veces y muy fuerte esperando a que lo que estaba viendo no era mi mente jugando conmigo. Ahí estaba mi gatita, viéndome sonriendo y con sus bellos ojos aún cristalinos.
—Acepto, Adrien. — Sonreía mientras soltaba unas cuántas lágrimas.

Lo que sentí en ese momento no lo puedo describir con palabras. Simplemente me acerqué a ella y nos besamos. Sentí que volvía a tener vida. Sentí alegría de nuevo. No podía con esta emoción que sentía, lloraba mientras besaba sus labios, su frente, su nariz, sus mejillas mojadas. Tomé su rostro con mis manos y la miré mientras secaba sus lágrimas con mis pulgares.
—Mi amor, estás aquí... ¿De verdad eres tú, Marinette? ¿Me juras que mi mente no me está jugando una broma y que en realidad no estoy besando a una viejita o a un hombre? — Rió un poco y acarició mi mejilla y luego mi cabello.
—Oh, Adrien... Perdóname por decirte que no me casaba contigo en mi departamento.
—Mi gatita, créeme que lo que siento en este momento es lo más hermoso que he sentido en mi vida. Yo te esperaría toda mi vida si fuera necesario.

Seguíamos llorando. Seguramente el resto de los pasajeros estaban mirándonos raro pero por mí se pueden ir directo al carajo. Tenía a Marinette a mi lado y eso era lo más importante en mi vida.
—¿Cuándo nos casamos entonces? Prometí decirle a Nino en cuanto aceptaras. — Se rió mientras intentaba secar mis lágrimas con sus pulgares.
—Primero lleguemos a París y ya vemos lo de la boda, ¿Te parece?
—Tenemos estas tres horas de viaje para planearlo, gatita, hay que aprovechar el tiempo.

Rodó los ojos mientras sonreía. Se recargó en mi hombro y cerró sus ojos. Recargué mi cabeza en la suya y nunca había sentido tanta paz. De repente un pensamiento me interrumpió. Me levanté y tomé su rostro para hacer que me viera.
—Gatita, quiero preguntarte algo...
—Si me vas a preguntar por el tipo de ayer, déjame decirte que es mi mejor amigo del trabajo y es gay. — Me sorprendió su conclusión. ¿Cómo supo que iba a preguntar eso? —No me mires así, tigre, como si no te conociera y no supiera que me fueras a preguntar eso. — Me sonrojé por el apodo, hace tanto tiempo que no lo escuchaba. Esta mujer es increíble, me conoce mejor que yo mismo. Sonreí y besé sus labios.
—Gracias por aclararlo, pero además de eso te iba a preguntar si aún querías tener tres hijos conmigo, porque muero de ganas de que hagamos los intentos.

Su cara se puso roja como tomate y me picó el estómago haciéndome reír. Se volvió a recargar en mí. Sentí cómo mi cuerpo se hacía ligero, todo ese peso que me causaba la tristeza desapareció. Seguí llorando pero ahora eran lágrimas de felicidad.

*

Vuelve (Adrinette AU - MLB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora