Capítulo 10

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Tal como dije en aquella carta, no había dejado de darle besos en su cuello y su mejilla. Las últimas palabras se escucharon un poco temblorosas, y su pequeño cuerpo también estaba temblando. Escuché unos pequeños sollozos y me preocupé. Besé su mejilla y se giró a verme.
—Princesa, ¿Qué ocurre? — Hice un mechón de su cabello hacia atrás.
—Te amo, Adrien, eso es lo que ocurre. — Me sonrió.
—¿Y por qué lloras? — Mis ojos empezaron a sentirse llorosos.
—Porque me hiciste mucha falta también. Te extrañé tanto.

Se lanzó sobre mí y terminé acostado sobre el sillón. Me besó y sentía su desesperación, a la cual de inmediato respondí porque me sentía igual de desesperado y necesitado de ella. Lentamente se separó y vi sus bellos ojos un poco rojos. Con mis manos sequé sus lágrimas.
—Corazón, ¿De casualidad no eres escritor? Escribes muy hermoso.
—Por ti, baby, sería William Shakespeare. — Marinette soltó una carcajada.
—Ay, mi amor, es imposible no enamorarme de ti todo el tiempo. — Me dio un pequeño beso en mis labios. —Estoy ansiosa por estar contigo el resto de mi vida.
—Ya estamos juntos, gatita, te prometo que siempre será así.
—Por cierto, ¿Cómo supiste que leería esa nota contigo a mi lado? — Me miró con sus ojos entrecerrados en forma de sospecha.
—Si te soy honesto, pensé que no sería así. De verdad creí que llegarías y al verla la echarías al horno donde tus padres meten el pan a cocinar. — Se rió. —Realmente no creí que mis deseos se cumplieran, tenía esperanzas, pero siempre estuve esperando lo peor. — Acarició mi mejilla y luego me besó, pero esta vez de manera lenta, provocándome escalofríos.
—Para mí que eres psíquico. — Solo le sonreí de vuelta.

Se puso de pie e imité su acción. Volvió a doblar la carta y la guardó en su bolso. Bajamos a la sala y en eso entraron Tom y Sabine. Marinette rápidamente corrió a abrazar a su padre, se separaron y me acerqué para saludarlo y me agarró en un gran abrazo que hizo que me tronaran los huesos de todo mi cuerpo.
—¡Me da tanto gusto verlos juntos! — Exclamó Tom y me sentí en casa de nuevo. —Vamos, chicos, cenemos.

Entre todos pusimos lo necesario para cenar y mientras comíamos platicamos de todo lo que había pasado en estos meses que no nos habíamos visto. Omití las partes más deprimentes de mi vida, pero no había mucho que ocultar, mi físico me delataba un poco.

La verdad es que parecía que nunca estuvimos separados, me sentí como en casa, como en todas las veces anteriores que estuve aquí sentado con mi niña. Tenía su mano con el anillo entrelazada entre mis dedos. Me sentía nervioso, en algún momento tenía que decirles el principal objetivo de nuestra visita.
—Por cierto, Adrien tiene que decirles algo. — Los tres pusieron su mirada en mí. Me quedé mudo unos segundos mientras sentía mi cara roja de la vergüenza y de los nervios.
—Amm... Bueno... Sí, Marinette tiene razón. Hay algo que debo decirles. — Me puse de pie y Sabine y Tom me miraban expectantes. Mi corazón latía tan rápido que estaba seguro que se notaba a través de mi ropa como en las caricaturas. Marinette no podía ocultar su sonrisa. —Señores Du Pain-Cheng... Quiero decirles que amo a su hija más que a mi vida, ella es la que le da sentido a mi vida y me hace sentir pleno, me hace querer ser una mejor persona cada día. — Miré a Marinette y tenía sus ojos cristalinos. —Y lo que más me haría feliz sería que me den su aprobación para casarme con ella.

Marinette mostró su mano con el anillo que le di. Sabine y Tom comenzaron a gritar de emoción. Los dos se pusieron de pie y me atraparon en un abrazo gigante que hasta me levantaron del suelo, y como pude, vi a Marinette sonriendo ampliamente y soltando unas cuántas lágrimas. Me bajaron y pude respirar de nuevo.
—Adrien, te tardaste más de lo que me dijiste. — Sabine me miró con una ceja levantada pero con una sonrisa.
—Sí, bueno, fue un día más de lo esperado pero cumplí mi promesa. — Marinette se acercó a mí y me abrazó de lado, recargando su cabeza en mi hombro.
—Y me da mucho gusto que así haya sido.

Tom y Sabine se secaron unas cuántas lágrimas de emoción. Estuvimos platicando de cómo sería la boda, en qué mes, en qué salón, cuántos invitados, damas de honor, etc, etc. Realmente para mí esos detalles eran lo de menos, y lo que eligiera mi princesa era lo que sería, mi único deseo es que estemos juntos.

*

Vuelve (Adrinette AU - MLB)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora