capítulo 7

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¡Ya no había marcha atrás! ¡Por fin había dejado escapar el secreto que
guardaba hacía tanto tiempo en su interior que, al pronunciarlo, sintió un desgarro físico! La sacudida emocional fue tal, que Louisa ni siquiera notó que Harry se
quedaba paralizado.
-Te odié tanto... -musitó ella-. ¡Nunca te lo perdonaré! Cuando Harry recuperó la voz, habló en tono grave y ronco.
-Alex te dijo que...
Louisa asintió con la cabeza y el leve movimiento bastó para que las náuseas se reanudaran.
-Y puede que sea lo bastante estúpida como para volver a caer en tu trampa
sexual -dijo con amargura-, pero jamás volveré a pertenecerte. Y ahora, si me dejas pasar...
Empujó a Harry y corrió al cuarto de baño cubriéndose la boca. Cuando
concluyó y la habitación dejó de dar vueltas a su alrededor, se refrescó la cara en el lavabo. La imagen que le devolvió el espejo la preocupó: estaba extremadamente pálida y tenía los hombros y los brazos quemados.
Un ruido en el exterior la hizo volverse hacia la puerta abierta. Louisa sabía que no tenía sentido retrasar la conversación con Harry. Lo mejor sería concluirla lo antes posible.
Lo encontró mirando por el ventanal, de espaldas a la puerta.
-Max Landreau es mi jefe y un buen amigo, pero no es mi amante -dijo-. Y
la única razón de que te lo diga es porque, si tuviera la mala suerte de estar embarazada, no quiero que haya la menor duda sobre quién es el padre.
Harry no reaccionó y Louisa se puso furiosa por la doble humillación de haber tenido que dar explicaciones y de que éstas se ignorasen.
-Te espero en el coche -dijo con firmeza.
-Sí fui a buscarte.
Louisa, que estaba a punto de salir, se quedó donde estaba mientras Harry se volvía a mirarla. Sus facciones parecían talladas en piedra y su dureza contrastaba con el azul del mar.
-No sé si he oído bien -dijo ella.
-Fui a buscarte a Inglaterra, pero tú te negaste a verme -Harry movió una
mano en el aire-. No pensaba mencionarlo, pero ya que tú lo has hecho, será mejor que lo aclaremos. Pasábamos un momento muy difícil y yo comprendí que necesitaras un tiempo para asimilar lo ocurrido. ¿Pero cuánto tiempo esperabas que
te diera, Louisa? -suspiró profundamente-. Sabía que estabas desconsolada y que no me había comportado debidamente tras el funeral, pero, ¿por qué te negaste a
verme o a hablarme? ¿Cómo fuiste capaz de hacerme vagar por Inglaterra como un perro y hacerme volver a casa como si los años que habíamos pasado juntos no
significaran nada para ti? Sumida en una total confusión, Louisa sacudió la cabeza.
-Yo no me negué a verte.
-Te llamé, te escribí; y tú te negaste a contestarme.
-No -dijo ella, sin querer creer lo que oía. Harry sonrió con tristeza.
-Puedes elegir no creerme, pero eso no cambia la realidad, agapi mu. Llegó un momento en que no pude seguir implorando tu perdón y tuve que asumir que lo nuestro había terminado.
El creciente espanto con el que Louisa empezaba a aceptar que Harry decía la verdad la sacudió.
-Nunca supe que habías venido a buscarme -susurró.
Harry le dio la espalda con expresión escéptica y fue ella quien se acercó a él.
-Harry -le llamó-, ¡te juro que no lo sabía! Nadie me lo dijo. ¿Con quién
hablaste? ¿Por qué no te dijeron dónde...?
Súbitamente empezó a comprender y se quedó paralizada.
-Mis padres -dijo en un susurro.
Sus padres habían insistido en llevársela de la isla. Siempre habían sentido rencor hacia los Styles por su riqueza y su poder, y hacia Harry porque consideraban que se había aprovechado de ella.
La partida de Harry tras el funeral no había hecho más que confirmar la mala opinión que se habían formado de él.
Y la familia de Harry no había podido disimular su alivio cuando accedió finalmente a volver a Inglaterra. Todo el mundo había insistido en que era lo mejor que podía hacer. Insistían en que ambos necesitaban tiempo para recuperarse de la pérdida que habían sufrido. Hasta que sucumbió a la presión y dejó la isla, necesitando huir desesperadamente de todo, incluso del desamparo en el que
Harry la había dejado cuando más lo necesitaba.
Temiendo que le fallaran las piernas, separó una silla de la mesa y se dejó caer en ella. Harry la observaba con severidad mientras ella seguía recordando el dolor y el sufrimiento de aquellos días.
-Tras llegar a Inglaterra sufrí una... crisis -improvisó para ocultar una
verdad que era incapaz de describir- y el médico aconsejó que descansara.
-¿Estuviste en el hospital? -preguntó Harry. Y su tono de sorpresa hizo
estremecer a Louisa.
-En una especie de balneario -dijo sin atreverse a mirarlo para que no viera
en sus ojos la oscuridad en la que había caído-. Mis padres prometieron decirte dónde me encontraba en caso de que acudieras a buscarme. No podía dejar de pensar en la de veces que le habían mentido, las numerosas
ocasiones que ella, tras largos días de vacío y desesperación esperándolo había recibido como respuesta a sus preguntas: «No, no ha llamado». ¡Y cuánto habían fingido cuidarla y consolarla!
-¿Quieres decir que tus padres me mintieron? -preguntó Harry con
aspereza-. ¿Por qué harían algo así?
Louisa tomó aire. A ella no le cabía ninguna duda.
-Porque no les gustabas.
-¡Estábamos casados! -exclamó él-. ¡No tenían derecho a entrometerse!
¡Éramos marido y mujer y acabábamos de perder a nuestro hijo! ¡Nos necesitábamos!
¡Qué no les gustara no es excusa para hacernos algo así!
-No fueron sólo ellos -dijo Louisa, frotándose la cara con las manos como si quisiera mitigar el dolor de lo que estaba a punto de decir. Bajó las manos y miró a Harry, que la contemplaba como un volcán a punto de estallar-. Yo también te escribí y te llamé a casa de tus padres y a tu oficina, pero todo el mundo me decía
que estabas fuera del país. ¿No te lo mencionaron ni tus padres ni tu secretaria?No hizo falta que Harry dijera nada para que Louisa supiera la respuesta.
Con un estremecimiento llegó a la conclusión de que sus dos familias habían conspirado para acabar con su relación. Hasta sus visitas a la isla en años posteriores habían sido planeadas de tal manera que no se produjera un encuentro entre
Andreas y ella.
-Lo que has dicho sobre mi hermano... -empezó a decir Harry.
-Solía decírtelo entonces y tú le quitabas importancia asegurando que sólo eran celos -tras una pausa, Louisa añadió apesadumbrada-. Al menos él era sincero mientras que... -los otros fingían ser amables a la vez que les clavaban un puñal en la espalda-. Y tú me culpaste del accidente de Nikos.
-¿Quieres no volver a repetir eso? -dijo Harry, suspirando con
impaciencia-. ¡Jamás te culpé!
-¿Y por qué no, si yo me culpaba a mí misma? -dijo en un sollozo-. Y fue
ese sentimiento el que manipularon para hacerme creer que tú... -se le rompió la voz.
-Tengo que resolver esto ahora mismo.
El tono en que Harry habló y la forma súbita en que entró en acción hizo que Louisa lo mirara alarmada. Al ver que se acercaba al arco, corrió tras él.
-¡Harry...!
Él se detuvo en los peldaños que conducían al vestíbulo. Con el cuerpo en tensión, irradiaba odio.
-Por favor -suplicó Louisa-. No te dejes llevar por la rabia como solías hacer
cuando algo te contrariaba.
-Te han causado mucho dolor.
-Ya lo sé. Y a ti, pero reflexiona -repitió Louisa-. Presentarte ante ellos y atacarlos no cambiará nada.
-¡Nos han robado cinco años de nuestras vidas! -exclamó él con voz ronca.
-Así es -dijo ella, temblorosa. Pero no eran ellos los únicos culpables. Louisa
estaba pensando en la mujer con la que lo había visto y a la que Harry habían mantenido cuidadosamente al margen de la conversación.
Harry se cuadró de hombros.
-Nos han hecho creer que éramos unos completos fracasados como marido y mujer, y por su culpa hemos visitado la tumba de nuestro hijo por separado en lugar de juntos, tal y como debíamos haber hecho.
Louisa se llevó la mano a la boca. Así descrito sonaba tan espantosamente
cruel...
-Supongo que lo hicieron pensando que era lo mejoro...
-¿Estás segura? -preguntó él con ojos llameantes.
-Sí... No... -Louisa sacudió la cabeza, desconsolada-. ¡No sé qué creer!
Todavía estoy intentado superar el golpe.
-Pues yo ya lo he hecho y puedo actuar -Harry volvió a dirigirse a la
puerta.
-¿Qué vas a hacer ¿Volar a Inglaterra y llevar al paredón a mis padres? -gritó
Louisa-. Porque si es así, debes saber que no quiero que libres mis batallas.
En cuanto vio cómo se tensaban los hombros de Harry, supo que había
elegido las palabras equivocadas. Le bastó ver su rostro para intuir que los
sentimientos de ira y dolor se acababan de transformar en algo distinto.
-Puede que nos hayamos desviado un poco del tema original -susurró él,
bajando las escaleras.
-¿Qué quieres decir? -preguntó ella, desconcertada.
-Que esta conversación versaba sobre nosotros y el hecho de que habíamos
mantenido relaciones sin protección.
-¿Vamos a volver a hablar de mi posible embarazo? -dijo ella, impaciente-.
Por Dios, Harry, que una vez hayamos tenido relaciones sin protección no significa
que vaya a estar embarazada.
Harry la miró imperturbable.
-Sucedió con Nikos. Concebimos un precioso bebé y tuvimos que arreglar una precipitada boda.
Louisa cerró los ojos e intentó dominar la cólera que le causaba saber a dónde quería llegar Harry.
-No pienso retomar el papel de tu esposa por si se diera la remota posibilidad de que me hubiera quedado embarazada.
-Yo no la consideraría tan «remota».
La voz de Harry sonó tan próxima que Louisa abrió los ojos bruscamente y le sorprendió comprobar que lo tenía delante. Mirarlo a los ojos era tan peligroso como acercar los dedos a una llama. Su corpulencia, su rostro, todo en él contribuía a dejarla sin aliento. Para protegerse, dio un paso atrás, pero su espalda chocó contra la
pared.
Él la siguió con lentitud. Apoyó un hombro en la pared, a su lado y cruzó el brazo por delante de ella hasta posar la mano al otro lado de su cuerpo.
-Aclaremos ese asunto de una vez para siempre -dijo con voz
aterciopelada-, y no desvíes la mirada, agapi mu -añadió cuando Louisa cerró los ojos-. Quiero que veas en mi rostro que estoy hablando en serio.
Louisa no lo dudaba. Cada milímetro de su piel le indicaba que no se trataba de un juego. Tomó aire para intentar mantener la cabeza serena y se humedeció los labios antes de alzar la barbilla y abrir los ojos lentamente. A aquella corta distancia Harry era el hombre más guapo que había conocido en toda su vida.
-Está bien -dijo, cruzándose de brazos y fingiendo indiferencia con un
encogimiento de hombros.
-Tú no quieres que corra la sangre y yo sí. Así que te propongo un trato.
-¿Qué trato?
-Que seas mi esposa de nuevo, en todos los sentidos. A cambio, yo prometo
reprimir mi deseo de venganza.
-¡Qué estupidez! -dijo ella-. ¿Por qué no esperar un par de semanas a
averiguar que ha pasado? No tengo más que comprar un test de embarazo cuando vuelva a Inglaterra para evitar un nuevo escándalo a la familia Styles -dijo, sin poder evitar el sarcasmo final.
-Porque ya no se trata sólo del embarazo. Quiero recuperar los años perdidos.
-Eso es imposible, Harry -dijo ella, en tensión.
-Entonces, alguien debe pagar por esa pérdida.
-¡Por Dios, Harry, deja de comportarte como un hombre de las cavernas! -
exclamó Louisa-. Creía que los griegos habíais librado al mundo de ese tipo de actitudes.
Harry sonrió.
-Has estado rápida -concedió-. Pero no vas a convencerme de lo contrario.
O vuelves a mi lado o nuestras dos familias tendrán que pagar por ello.
Louisa volvió a sentir náuseas.
-Te contestaré en un par de semanas.
-Puedo hacer mucho daño en dos semanas, agapi mu.
Louisa le lanzó una mirada airada.
-¡Deja de llamarme «mi amor» a la vez que me chantajeas!
-¿Prefieres que te ofrezca otros incentivos?
Louisa no necesitaba preguntar a qué se refería.
-Debía haber sabido que acabarías por jugar sucio.
-¿Te refieres al sexo? Piénsalo bien -le animó Harry-. Tú y yo haciendo el
amor durante horas, tal y como solíamos hacer entonces -acarició la mejilla de Louisa-. Una tarde entera de sexo sin protección de ningún tipo y sin ser interrumpidos por...
-¿Qué quieres decir con sexo sin protección?
-Creía que era obvio -dijo él con una sonrisa-: Quiero que te quedes
embarazada.
Louisa lo miró con los ojos desencajados.
-¿Quieres decir que deseas que esté embarazada?
-No he pensado en otra cosa desde nuestro encuentro en la colina -admitió
él, esbozando una sonrisa.
-¡Calla! -Louisa echó la cabeza hacia atrás-. Esto es una locura.
-Y todavía empeora -confesó Harry-. Porque cuando oí el nombre de
Max Landreau, mi deseo se intensificó aun más. ¿Y sabes por qué? -no esperó a que Louisa preguntara-. Porque la idea de que estuvieras embarazada de otro hombre me enloqueció de tal manera que has tenido suerte de que te encontrara junto a
nuestro hijo o no sé lo que habría hecho ante la mera posibilidad de que esperaras un nuevo bebé de otro hombre.
-¡No es posible! -gimió ella.
-Quizá lo entiendas si te pones en mi lugar y tratas de imaginar qué sentirías si yo hubiera dejado embarazada a otra mujer.
Louisa no estaba preparada para ese comentario.
-¿Cómo puedes ser tan cruel? -preguntó, palideciendo.
Harry le tomó el rostro entre las manos y le retiró el cabello tras las orejas con una delicadeza que contrastaba con sus palabras. Solía ser el gesto con el que acostumbraba a disculparse en el pasado.
-Puede que sea primitivo y brutal, pero no puedes negar que te hace daño -insistió-. Estoy seguro de que te revuelve el estómago. Mi madre quiso que nos encontráramos para que comprobáramos que no tenemos nada en común, pero no podía haber estado más equivocada. Tú tiemblas -susurró-. Y yo tiemblo por la fuerza de lo que sentimos el uno por el otro.
-No es más que una atracción sexual -dijo Louisa-. Y la sorpresa de lo que
acabas de contarme. Se me pasará enseguida.
-Pero yo no quiero que se te pase -Harry inclinó la cabeza y acarició sus labios con los de él.
Mecánicamente, los de ella intentaron prolongar el beso, y al darse cuenta de
ello, Louisa se enfureció consigo misma.
-Piensa en lo que sucedió en la colina y en el fuego que nos devora cada vez
que estamos juntos -dijo Harry-, Y piensa en la hermana o el hermano que podemos proporcionarle a Nikos y en lo feliz que le haríamos. Sólo tienes que acceder a quedarte conmigo.
Las lágrimas inundaron los ojos de Louisa.
Dejando escapar un juramento ahogado, Harry se recriminó haberse expresado de aquella manera por más que sintiera cada una de las palabras que había pronunciado. Cinco años atrás les habían robado la posibilidad de decidir qué hacer con su matrimonio porque sus allegados los habían tratado como a niños
inconscientes que habían cometido el error de concebir un niño. Creyendo que actuaban con sabiduría, sus familias habían decidido que, al desaparecer Nikos, también su relación debía concluir. El descubrimiento le quemaba las entrañas.
¿Qué habría sucedido si los que supuestamente les querían no hubieran interferido en su relación? Nadie podía saberlo. Tampoco él, que en ese momento miraba a la mujer con la que había coincidido en dos ocasiones de su vida en el momento equivocado, consciente de que, en ambas, había despertado en él los
mismos sentimientos.
Su madre quería que aquella relación llegara a su término. También él, pero uno muy diferente. Louisa le pertenecía. Había estado seguro de ello al verla bajar del ferry y lo sucedido en la colina no había hecho más que confirmarlo. Louisa era suya
y siempre lo sería.
-Si derramas esas lágrimas, tendré que tomar medidas -le advirtió.
Louisa apretó los labios y respiró profundamente.
-No estoy dispuesta a que me fuerces a aceptar tus condiciones porque
necesitas demostrar algo a los demás.
-No me has escuchado...
-Claro que sí -Louisa le miró a los ojos-. Quieres vengarte y pretendes que yo sea tu cómplice.
A Harry no le gustó aquella descripción. Por la forma que se alejó de ella,Louisa supo que había dado en el clavo.
-Sólo quiero recuperar lo que nos han robado.
Con Harry a cierta distancia, Louisa pudo por fin respirar. Se frotó los brazos con expresión ausente.
-Ya no somos los mismos. Lo que pretendes sería como revivir un pasado que ya no existe.
-¿Estás diciendo que nuestro hijo no fue real?
La súbita furia de Harry tomó a Louisa por sorpresa.
-¡Claro que no! -gritó-, ¡Pero no puedes recrear a Nikos en otra criatura, Harry!
Harry se puso lívido y salió de la habitación. Louisa cerró los ojos. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, se separó de la pared y fue tras él. Estaba en la cocina, apoyado en la encimera de mármol, con la cabeza hundida entre los hombros.
-Siento lo que he dicho -dijo ella.
-Los dos hemos dicho cosas que no queríamos. Es lo que sucede cuando los sentimientos se reprimen durante cinco años.
-Sí -Louisa suspiró-. Pero acumular errores no conduce a nada. Estoy
segura de que lo entiendes.
-No estoy tan seguro.
-Eres un cabezota -masculló Louisa, volviendo la atención hacia ella misma al tocarse la frente y descubrir que estaba ardiendo al mismo tiempo que sentía frío.
-¿Quieres un café? -preguntó Harry con desconcertante calma, como si
fuera lógico hacer una interrupción en medio de una conversación acalorada.
Louisa dejó escapar una carcajada que no identificó consigo misma.
-La verdad es... -se oyó decir con un hilo de voz- que no me encuentro
muy bien.

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