Harry estaba echado sobre una hamaca, bajo una sombrilla, con su hija de tres meses sobre el pecho. Tenía los ojos cerrados y esbozaba una sonrisa.
—¿Qué te parece? —Louisa preguntó a la versión masculina de su hija, que sostenía en sus brazos—. ¿Los despertamos o los dejamos dormir?
—Estoy despierto —dijo Harry con voz ronca—. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
—Contestando a llamadas de la familia.
Harry abrió los ojos lentamente y la miró con una expresión de desdén a la que ella respondió con una mueca.
—¿Están dispuestos a todo para conseguir que les perdonemos?
—Aun mejor que eso: se ofrecen a formar delante de un paredón para que los fusiles —dijo ella con sorna.
—Ya no quiero fusilarlos —dijo él—. Pero no quiero que vuelvan a meterse en nuestras vidas.
—Pues van a venir a celebrar el bautizo de los gemelos y tú vas a comportarte.
Harry se incorporó con su hija en brazos y le dio un beso en la nariz.
—Eso depende de los incentivos que me ofrezcas —dijo, provocativo.
—¿Una buena comida —dijo Louisa—, una capilla llena de gente y una fiesta te parece bastante?
—La verdad es que no —vestido sólo con unos pantalones cortos Andreas fue hacia ella y tras dar un beso a su hijo, se irguió y miró a Louisa fijamente.
—Estas pensando en una tarde de tórrido sexo mientras los niños duermen —
dijo ella, leyendo su pensamiento.
Harry sacudió la cabeza.
—Eso lo tengo siempre que quiero.
—Entonces, ¿qué quieres?
—Otra parejita —dijo él con expresión seria.
Louisa dejó escapar una carcajada.
—Supongo que bromeas. ¡Pero si todavía no me he recuperado de tener a Tabatha y a León!
—Pero tardaste un año en quedarte embarazada —señaló Harry—. Así que, si mis cálculos son correctos, puede que para cuando llegue su primer cumpleaños ni
quiera me importe aguantar a la familia.
Aunque habían pasado ya dos años, Harry no había logrado perdonar lo que habían hecho. Dos años, dos bebés… Louisa entró en la casa que entre los dos habían convertido en un hogar. Dejaron a los niños en sus respectivas cunas y se acercaron a la cómoda sobre la que descansaba una fotografía de Nikos, rodeada de coches de juguete.
—A Nikos le encantaría que formáramos una gran familia —dijo Harry al tiempo que recolocaba algunos coches.
—Ése es un golpe bajo —dijo Louisa, antes de besarse los dedos y llevarlos a la fotografía.
Harry se encogió de hombros y la siguió fuera del cuarto de los niños.
—Recuerda que todavía tenemos que recuperar cinco años.
—Con mi cuerpo, ni lo sueñes.
Harry la asió por las caderas y la atrajo hacia sí cuando entraron en el
dormitorio.
—Imagínate tedas las noches de placer de las que podríamos disfrutar sin protección.
A Louisa no le sentaba bien la píldora anticonceptiva, así que era él quien debía tomar medidas, y los dos lo odiaban. La mano de Harry alcanzó la cintura de los pantalones de Louisa al mismo tiempo que le mordisqueaba la nuca.
—Prometo dejarte abusar de mí tanto como quieras y no protestar cuando me hagas suplicarte.
Sus largos dedos descendieron hacia la cintura de Louisa y empezó a
acariciarla. Ella se estremeció y él dejó escapar un gemido de satisfacción; adoraba hacerla vibrar con sólo tocarla.
—¿Y si esta vez sucede a la primera? —dijo ella, jadeante—. Estaré embarazada
y con un bebé en cada cadera. ¿Qué incentivo me ofreces para que pase por eso?
—Llenaré la casa de niñeras —dijo él, atrapando su aliento con su boca a la vez que su caricia se hacía más intima—. Viajaré menos… Le pediré a Alex que me sustituya.
—Eso ya lo has hecho —dijo ella, ahogando un gemido.
—Lo hace sorprendentemente bien —dijo él. Y acompañó sus palabras con la caída de los pantalones de Louisa.
Ella se dijo que alguna vez tenía que averiguar cómo conseguía desnudarse a la vez que la desnudaba a ella, pero tendría que ser en otra ocasión. En aquel momento
se limitó a mirarlo con patente admiración.
—Se supone que íbamos a hablar sobre tus objeciones a que vengan nuestras familias, no sobre mis futuros embarazos —le recordó.
Harry le quitó la camiseta.
—Adoro a mi familia —susurró, cubriendo sus senos con las manos al tiempo que la besaba—. Esta familia —añadió, haciéndola retroceder hasta la cama—. Puede
que llegue a soportar a las demás si me das lo que te pido.
—¿Mucho sexo sin protección? —preguntó Louisa a la vez que se dejaba caer sobre la cama.
—A los griegos nos gustan las familias numerosas y nos encanta que nuestras mujeres estén embarazadas. Imagínate todo el sexo que podemos tener sin protección
—se echó sobre ella—. Puedo hacerte tan feliz que no querrás levantarte de esta cama…
Su arrogancia hizo sonreír a Louisa que, en lugar de protestar, se dejó arrastrar al paraíso de sensualidad al que Harry la condujo.
A lo largo de los dos años que habían pasado desde la escena en el apartamento de Atenas, había aprendido a convivir con las dos personalidades de Harry Styles, y las dos le resultaban igualmente irresistibles.
Una era la del magnate que le cortaba el aliento con sólo mirarlo. La otra, la del joven al que había conocido diez años atrás y que todavía la hacía enloquecer.
Adoraba a los dos Harry. Y cuando leía en el periódico que había cerrado un negocio contra todo pronóstico, ansiaba que volviera a casa para quitarle la ropa de ejecutivo. Cuando salían, le encantaba que la mantuviera pegada a él. Adoraba las
miradas posesivas que le dirigía cuando estaban en público y otros hombres le dedicaban su atención.
Pero por encima de todo adoraba que le hiciera lo que le estaba haciendo en aquel momento. Para cuando acabó, había perdido hasta la voluntad de respirar.
—No me has pedido permiso —se quejó sin ninguna convicción.
—Pero te ha encantado —dijo él, colocándose encima de ella y mirándola con arrogancia.
—Mmm —admitió ella antes de abrir los ojos—. Te quiero tanto… —susurro––.
Nunca dejes de amarme ni de desearme.
—Eso sería imposible —dijo él.
Y comenzó a besarla de nuevo.
Fin