STALKER (Mingi)

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Acoso, asalto, secuestro, violencia sexual (consensuada)


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—Dios... Ah... Sí...

Dos dedos acariciaban mi intimidad suavemente haciendo énfasis en mi clítoris, de vez en cuando introduciéndose y doblando las falanges para hacer presión en un punto particular y delicioso que me hizo soltar más suspiros.

—Mingi...

Sentí mi interior llenarse lentamente y antes de poder darme cuenta, estaba tan cerca del orgasmo que mis piernas comenzaron a temblar un poco.
Entre mis dedos y el vibrador generé tal sobreestimulación que en cuanto hube acabado necesité recuperar el aliento por varios segundos antes de poder levantarme de la cama.

Nuevamente había fantaseado con él.

Mingi era un chico común y corriente, no tenía nada en particular que a mis amigas les resultase tan atractivo como para comprender mi obsesión por él. Por mi parte, todo lo que él hacía me resultaba fascinante: bailaba en una academia, iba a clases de canto, competía en batallas de freestyle, vestía bien, tenía una voz grave y estruendosa, ojos afilados, labios carnosos, una nariz puntiaguda, el rostro afilado y un cuerpo que me costaba no mirar de arriba a abajo.

Disfrutaba de mirarlo desde lejos cuando íbamos a la secundaria, de vez en cuando iba por el mismo camino que él para ir a casa siendo que era bastante más largo que el que me convenía tomar sólo para poder charlar con él o simplemente mantenerme cerca.
En la universidad comencé a ir mucho más lejos, como seguirlo hasta su casa sin que se diera cuenta, ir a las mismas clases que él, anotarme en clases de violín en el mismo lugar donde tomaba las de canto, ir a las plazas donde rapeaba, seguirlo desde cuentas alternativas y privadas en todas las redes sociales y varias otras cosas. Lo peor que llegué a hacer hasta el día en que comenzaría a arrepentirme, fue decir que era amiga suya para que una vecina me dejara entrar a su edificio. 
Lo peor de aquello fue que una vez dentro caí en cuenta de lo que estaba haciendo e intenté salir, pero no tenía la llave ni un código, por lo que debía esperar en el vestíbulo en caso de que alguien entrara o saliera. Desgraciadamente, quien me encontró allí fue Mingi, que consternado me dejó salir, no sin antes preguntar qué rayos hacía allí:

—Vine a visitar a mi abuela, vive en el décimo piso, una señora me dejó pasar. Toqué el timbre de su departamento muchas veces y no contestó, al rato me llegó un mensaje diciendo que llegaría tarde.

La sonrisa volvió a su rostro y dió una palmada en mi hombro.

—Qué feo, si te vuelve a pasar algo así, háblame. Ahora sabes que vivo aquí.

"Sí, ahora..."

—Genial, gracias —agaché la cabeza cortésmente y me retiré a paso ligero.

Hubo una ocasión en la que, durante una fiesta que hice en mi casa para todos nuestros compañeros de la universidad, Mingi dejó una camiseta que, borracho, había manchado con cerveza, la cual obviamente me ofrecí a meter a lavar. Al tiempo olvidó completamente el hecho de que yo la tenía, por lo que de vez en cuando la usaba para andar por casa o de pijama. Al olerla, casi podía sentirse un minúsculo rastro de lo que sería el aroma de su perfume.

Aún con esas, no me sentía capaz de expresar mis sentimientos por él, mucho menos lo mucho que lo deseaba. Era consciente de que jamás se fijaría en mí, por más que yo le resultase simpática y no fuera una chica para nada fea. Algo en mí me decía que si me atrevía a siquiera intentarlo, perdería todo lo que había construído y preferí mantenerme como aquella compañera simpática con quién podía contar en caso de necesitar algo.

🥀 ATEEZ ONE-SHOTS (+18) 🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora