KIDNAP (Hongjoong)

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Mi hermano Misang había comenzado a andar en malos pasos y frecuentar personas peligrosas desde que tenía alrededor de dieciséis años, desarrollando malos hábitos y dando disgustos a nuestros padres, como aquella vez que tuvieron que ir a buscarlo a la comisaría por portación de estupefacientes. Afortunadamente eran pocos gramos de marihuana, así que no tuvo que cumplir una sentencia sino pagar una multa.

 Tras graduarse con las peores notas posibles encontró un trabajo en el que nadie de nuestra familia sabía exactamente qué hacía, pero al parecer su sueldo era suficiente para poder independizarse.

Mientras todo esto ocurría, yo intentaba mantener una buena relación con él y darle la menos cantidad de problemas posibles a nuestros padres. No iba a fiestas, no bebía, rara vez salía con algún chico y lo más loco que podía llegar a hacer era quedarme hasta tarde en casa de una amiga sin avisar.

Ya estaba en mis veintes y Misang pisando los treintas, yo también me había independizado y de vez en cuando iba a visitarme al departamento (él se reusaba a permitirme pisar el suyo), cenábamos y nos poníamos al día. Como siempre, no me enteraba mucho sobre su vida, pero pasar tiempo con él era más que suficiente. 

Pensaba que sus andares nunca me salpicarían y él sabría separar sus tonterías de su familia, pero un acontecimiento inesperado me demostraría que estaba totalmente equivocada.


Una tarde, a esa hora en la que el cielo está parcialmente naranja degradando a azul oscuro, caminaba a casa luego de una larga jornada laboral como camarera en un restaurante. La calle estaba casi desierta como era costumbre, aunque el índice de criminalidad en ese barrio era tan bajo y mi casa quedaba tan cerca que creía no tener razones para preocuparme.

En un abrir y cerrar de ojos, tras oír el motor de un auto, fui tomada desde detrás, cubriéndome la boca con una mano, siendo arrastrada a la parte de atrás de un auto, en el que antes de terminar de cerrar la puerta, el conductor ya había acelerado y me estaban amordazando con una tela y atando mis manos tras la espalda con una soga. Intenté zafarme, pero luego de que uno de los perpetradores me hubiera dado una cachetada me di cuenta de que lo más sensato sería mantener la calma y pensar en la forma de salir de esta. Vi a los cuatro malhechores y noté que todos llevaban pasamontañas excepto el conductor, que sólo llevaba lentes de sol. Dos de ellos iban en el asiento trasero conmigo y en un momento hice contacto visual con el copiloto, quien se había dado la vuelta al oír el impacto de una palma contra mi mejilla.

—Creo que no era necesario... —dijo él mirando a su compañero.

—No empieces y mira al frente.

El copiloto volvió a mirarme y, sin emitir palabra, hizo lo que se le había indicado.

En un momento del camino el mismo hombre que me había dado una bofetada, amordazado y atado me cubrió los ojos con una tela. A los pocos minutos me hizo bajar, tomándome de ambos brazos, casi arrastrándome pocos metros hasta una puerta que se cerró detrás de nosotros, guiándome dentro de lo que supuse que era una casa, bajamos unas escaleras y me empujó hacia una superficie mullida a la cual caí de rodillas. Me quitó la mordaza, la venda de los ojos y desató mis manos. Me di la vuelta y pude verlo bien: tenía alrededor de treinta años, tenía el cabello oscuro y descuidado, parecía no haberse afeitado en varios días y su ropa consistía en una camiseta de tirantes blanca, tan ajustada que m podía intuir una barriga propia de un alcohólico, y unos jeans azules notablemente viejos.

—¿Qué tanto miras?

Me tomó del cabello por la nuca y me zamarreó antes de empujarme al colchón. Mis ojos comenzaron a lagrimear, pero intenté no quejarme.

🥀 ATEEZ ONE-SHOTS (+18) 🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora