Como cada mañana, la clase estaba vacía cuando llegó. Faltaban cinco
minutos para que la sala comenzara a llenarse con el ruido de las mundanas
conversaciones ajenas, palabras que no tenían ningún tipo de sentido y que
resbalaban en sus oídos.Los primeros alumnos comenzaron a llegar y centró su atención en la
ventana. Cualquier mota de polvo desviada era más interesante que estar en esa clase. Ei suspiró.A veces, solo a veces, se arrepentía de haber repetido curso. Si hubiera puesto un mínimo de interés en las clases, podría haber estado en su casa con una lata de cerveza y la música a todo volumen hasta que la señora Jean fuera a gritarle con su voz estridente que la quitara.
Si hubiera puesto un mínimo de interés en las clases, no tendría porqué
aguantar a aquellos adolescentes chillones y sus guerras de hormonas. Pero, claro, si hubiera puesto un mínimo de interés en clase, tampoco la habría conocido a ella.Como cada mañana, supo el momento exacto en ella que entró a clase sin
siquiera alzar la vista. ¿Cómo no reconocería el aroma con el que soñaba
cada noche? Entró como una brisa fresca en mitad de un verano infernal, con su olor a vainilla y caramelo y su sonrisa radiante. Ei tuvo que contener momentáneamente la respiración, debía acostumbrarse poco a poco a estar en presencia de aquella esencia si no quería perder el control.Todo parecía detenerse al rededor cuando el objeto de sus más grandes obsesiones y delirios entraba en escena. Yae Miko, incluso el nombre sonaba dulce entre sus labios. Era como un rayo de Sol en mitad de la tormenta estudiantil.
Ei se permitió admirarla durante unos instantes, aquella mañana, más
que nunca, parecía un ángel. Su pelo rosa caía en ondas desordenadas
sobre su frente, y las mejillas regordetas estaban teñidas de un suave rosado que contrastaba dulcemente con la palidez de su piel impoluta.Sus labios abultados permanecían siempre brillantes y apetecibles. En su sonrojada nariz se podía apreciar la llegada del invierno. Ei suspiró con discreción, estaba tan enamorada de aquella chica. Y, por desgracia, no era la única.
Yae Miko era la perfecta omega, y estaba en el punto de mira de todos los alfas y betas del instituto. El pecho de Ei vibraba con un gruñido cada vez que veía a alguno de esos buitres merodear alrededor de su omega como las aves carroñeras que son. Su omega, aquello sonaba muy irreal.
En su mente, Ei se había permitido marcar a la chica una y otra vez, disfrutar de su cuerpo y adueñarse de sus labios, se había permitido convertirse en su alfa y hacerla su omega, aunque aquello no fuera más que un producto de su imaginación utópica.¿Cómo podría dejar que se fijara en ella?
Yae Miko era un pequeño trozo de paraíso y un pecado andante a la vez, una tentación divina demasiado pura para ella. Con la camisa blanca que envolvía su cuerpo con suavidad y holgura, dándole aspecto de ser etérea e incorrupta, y con esos pantalones negros tremendamente ajustados que se amoldaban a la perfección a cada una de las curvas de su menudo cuerpo y que incitaban a tener los pensamientos más impuros.
No, definitivamente, Miko no era para ella. Ei solo podía limitarse a observarlo desde lejos, a ver cómo regalaba sonrisas de ojos arrugados a sus amigos, a oír cómo reía melodiosamente y cubría su boca
con su pequeña mano avergonzada. Y a imaginarse que toda esa dulzura era
para ella.Miko se movió entre las mesas hasta llegar a su pupitre, su peculiar amiga ya le esperaba sentado sobre él. A su paso, cada alfa y beta le sonreía con dulzura y ansias de seducción, Ei hizo una mueca de desagrado. Como si alguno de aquellos pobres infelices fuera lo suficientemente bueno como para estar junto a Miko.
- ¡Hey, Nin!
Ei ya no sabía si es que cuando hablaba todo el mundo guardaba silencio para admirar su dulce voz o si su cerebro filtraba el resto de ruidos insignificantes para centrarse solo en la chica de sus sueños.
- ¡Hola, Mochi! ¿Me has echado de menos este fin de semana? ¿Qué has hecho sin mí?
Ei arrugó la nariz. Mochi, nunca le gustó ese apodo. Los mochis eran
dulces blandos y empalagosos, y Miko estaba muy lejos de ser blanda y empalagosa.Heroína, quizá ese es el sobrenombre más apropiado para ella.
Mirar a Miko era adictivo, verla sonreír era una droga de la que no te podías desintoxicar. Aunque resultaba complicado asociar a la adorable chica con una sustancia tan dañina.
- Fui a ver a Nana, dijo que tenía una sorpresa.
- ¿Y cuál era?
- ¡Dulces! Había preparado un montón de pasteles y quería que los probara,
acabamos súper llenos.Ninguang rió.
- Tu abuela es la mejor.
Miko sonrió y asintió con orgullo.
Era difícil, realmente difícil. El cuerpo de Ei hormigueaba por envolver a Miko en un apretado abrazo y no soltarla nunca, por protegerla de toda la basura del mundo y esconderlo de las miradas indiscretas de la gente.
Ei amaba a Miko y sabía que era su omega, que siempre lo sería,
aunque ella jamás fuera su alfa.
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-Untouchable'
Fanfiction"Tras meses de silenciosa observación, ¡llegó la hora de pasar a la acción! Ei es la alfa más temida y respetada en todo el instituto, pero no ha podido evitar caer por la dulce omega de cabello rosa y mejillas regordetas. ¿Será capaz de dar un pas...