Capítulo VIII: La Traición

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No fue por iniciativa propia (o quizás si) pero los remordimientos me mataban y me di cuenta de que no podía dejar a Liz sola abajo. No sabía porque, pero me inundaba la sensación de que ella estaba metida en algo mucho más grande y que no podría salir viva sin ayuda.

Y esa ayuda se la iba a dar yo, Enola Holmes (o Tabitha), detective famosa. Sí, eso mismo.

Justo antes de salir, me di cuenta que en la mesilla con la que me habían atado había un anillo y un sobre, que yacían en el suelo. Mmm. Podéis considerarlo robar, pero yo lo veía como recopilación de información. Sí, eso, exacto.

Después de guardar mi recopilación en el bolsillo, bajé para encontrar a Liz en frente de Ginebra, quien sostenía un cuchillo. Entre ellos había un plato roto, por lo que supuse que era la razón por la que habían pillado a Liz. Los demás estaban detrás de Ginebra.

-Y miga quién se une a la fiesta..- Dijo, mirándome.

Liz paró atención en mí un segundo, y en cuanto se descuidó, el francés intento apuñalarla, pero ella lo esquivó justo a tiempo para que tan solo le hiciera una herida en el brazo.

-¡JÁ!

Yo hubiera hecho jiu-jitsu en ese momento, pero Liz, al contrario que yo, le hizo una llave de karate. Hm. Bueno. Lo mismo, porque lo desarmó, llamando la atención de los otros hombres. Al verlo, el inglés se abalanzó sobre ella, pero yo, todavía con las cadenas entre mis muñecas, le di un golpe con el duro metal que él mismo me había impuesto. Y con el golpe que le había dado en la cabeza, el hombre cayó al suelo.

-Eso es-

Otro hombre, me cogió por detrás, en el momento justo para que me diera tiempo de darle un golpe con las mismas cadenas.

Liz estaba siendo atacada y, al igual que yo, se defendía como podía, puesto que había agarrado el arma de Ginebra, quien yacía en el suelo consciente pero herido.

-¡Corre!-Le dije, en cuánto vi la oportunidad.

Ambas subimos escaleras cómo jamás lo habíamos hecho de rápido. Llegamos a aquella habitación donde me habían atado, donde estaba todavía la cuerda, perfecta para escapar.

-¡Baja, rápido, Enola! No pierdas ni un segundo.

Me cogí de aquella cuerda dura, y aunque me rozaba las manos bajé cómo pude. Cuando Liz estaba bajando, alguien gritó desde la casa.

-¡Wagner, jamás escapará, en nombre del Señor, eres una criatura hecha por el mismísimo Satanás!

Ella palideció y continuó bajando.

-Vayámonos a mi casa... ¡Corre, Enola!

· · ·

-¿Dónde estará esta mujer?

Tewksbury continuaba con la misma pregunta todo el rato. Sherlock ya se había marchado. Él no entendía la preocupación que albergaba en el corazón del joven.

Pues así, Tewksbury decidió consultar a la otra persona que creía que conocería a Enola mejor que Sherlock.

Mycroft.

Sí, quizás era algo precipitado, pero pensó, ya que le habían contado que Mycroft vendería la casa de Eudoria, que tendría algo que ver. Quizás había ido a discutirse.

Muy propio de ella.

-¿Enola? No, aquí no está, Lord.- Le echó Mycroft al llegar.- Quizás todavía está resolviendo el caso.

-¿Qué caso?

-El de Christine Beautin-Beaumont, por él que le inculpan por haberse entrometido en la curación y la muerte de la duquesa.

𝑨𝒍𝒍 𝑺𝒕𝒂𝒓𝒔 ❁»HOLMESBURY♪♫︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora