Capítulo 15

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Jasper Whitlock se encontraba sentado en una gran pieza de roca, que sobresalía de un barranco ubicado a pocos kilómetros del lugar en el que hasta hace algunas horas estuvo con Edward. El militar observaba la luna, la experiencia era diferente ahora que había encontrado a Clara, pues no se sentía nostálgico como en antaño. Aún así, encontraba consuelo en mirarla.

—¿Lo hiciste?

—Ya sabes la respuesta —dijo Jasper. El confederado sintió la presencia del otro vampiro desde varios minutos atrás. Creyó que solo le observaría, y se marcharía, pero no fue así, Dong Bao se había decidido por acercarse a hablar con él.

—Era lo correcto —después inclinó el rostro—. Bueno, dependiendo de quien lo vea, claro está.

Pero para Jasper lo correcto o incorrecto había dejado de tener sentido e importancia desde hacía mucho tiempo. Por ello, en lugar de responder, solo asintió. Dong Bao se aclaró la garganta para llamar la atención del rubio, quien no le había dirigido la mirada en ningún momento. Jasper volteó y se encontró con el hombre asiático, notó que vestía un traje de gala oscuro. El militar elevó una ceja.

—Ah, el traje —se miró a sí mismo—. No sabía si tu hermano mataría al crío o no, pero por si acaso vine preparado. Tenía planeado aparecer en el funeral —se encogió de hombros—, ya sabes, para que la gente piense que era importante —sonrió—, un mini mafioso, o el amigo de un señor mafioso.

Dong Bao se recargó en la pared de piedra caliza. Se mordió el labio por un instante, pensativo. Jasper había dejado de mirarle, y seguía atento al gran satélite brillante.

—No quería hacerlo, ¿no es así?—preguntó Dong Bao con genuina curiosidad— Tu hermano —aclaró.

Él mismo habría asesinado a quien fuese necesario para proteger la vida de la pequeña Clara, era esa de hecho una de las razones por las que no perdía de vista a Edward Cullen. Dong Bao sabía que Jasper no haría nada contra la niña, pero Edward ignoraba lo que ellos conocían, por lo que en un intento de ayudar a su hermano podría ir tras ella. Al final resultó que Edward no tenía lo que se requería para resolver por su cuenta problemas de este tipo.

—Él es...

—¿Débil?

—Es bueno.

—Ah —hizo una mueca y se encogió de hombros—, son sinónimos.

Jasper creía eso también en un inicio. Que no existía lo bueno, y que de existir lo hacía en los cuerpos de la gente débil. Ya no pensaba así, sabía que existía el bien, pero también sabía que el mal vivía dentro de él. Consideraba la bondad un arma de doble filo, usada por aquellos que pretendían ser algo que no eran, pues a ojos del confederado, nadie puede ser bueno todo el tiempo, y la maldad dentro de cada quien salía a relucir si se le daban las herramientas y motivaciones adecuadas. Él mismo era prueba de ello.

—Edward es fuerte —dijo Jasper, recordando la firmeza con la que Edward había tomado su decisión—, yo no podría hacer lo mismo que él.

—Sí que has podido —dijo Dong Bao, le dedicó una mirada significativa. Jasper entendió lo que quería decir, soltó una risa amarga. El odio por sí mismo acrecentó ante tal afirmación.

—No —corrigió. Dong Bao frunció el ceño, confundido por breves instantes—, tú lo dijiste —le recordó. Hace dos semanas, en la residencia del hombre, Jasper comprobó que para salvar a la mujer que amaba tendría que sacrificar una parte de sí mismo y de otros. El vidente no esperaba escuchar eso, pero tampoco le sorprendía en lo absoluto.

—Salud por eso —del bolsillo interno en su vestimenta sacó una petaca de acero inoxidable color plata y desenroscó la tapa. El olor a sangre humana llegó a Jasper de inmediato, el confederado se tensó un poco y tuvo que hacer uso de su autocontrol para no abalanzarse sobre Dong Bao para quitarle el contenido—. Salud por los fuertes —bebió un trago—. Por los enamorados. Y salud —lo miró fijamente—... por nosotros, los condenados —el militar sintió una flama de ira y dolor cruzar su cuerpo, más no le quedó otra opción que sonreír resignado.

¡Estoy dentro! | Jasper HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora