capitulo 3

151 49 309
                                    

Domingo. El peor de mis días; no solo por marchar a misa en la mañana —Aunque amaba las alabanzas—, sino por la manada de trabajo y tarea que tendría que hacer, después de andar de floja sábado y viernes. Y también porque el día de mañana tendría que levantarme a las cinco de la mañana para alistarme e ir al colegio a iniciar una nueva semana. Escuchando el mismo sermón del director, todos los lunes.

Pero por única, solamente por única ocasión, rogaba que iniciara lunes. Pues las exposiciones iniciarían a partir de ese día, y los nervios me carcomerían hasta terminar el día martes.

Quería la ayuda de alguien, no podía practicar a solas en mi habitación. Me gustaba, pero talvez hoy no es el momento. Necesitaba la presencia de alguien de confianza. Podría ir con Dayma a su casa, pero no estaría, ya que ella y su mamá habían asistido a una cita familiar. Así que opté por ir a casa de la persona a la cual le tendría toda mi confianza; y no hablo de mi novio, sino de él, Trevor Summers.

Nos saludamos cortésmente y nos dirigíamos a su estudio, mientras platicaba con él acerca de la presentación que se daría a partir de muy pronto.

—Cuéntame —arrastro una silla del escritorio para tomar asiento e inspeccionar mi expresión de angustia y preocupación—. ¿Aún sigues nerviosa?

—Si —suspire mientras lo observaba, plasmando su retaguardia en aquél cómodo asiento—. Un poco. Por eso estoy aquí. Créeme, si fuera otra cosa, no vendría.

—Comprendo, comprendo. Pero no te preocupes, porque yo sé de un remedio perfecto pata calmar los nervios.

—¿En serio? ¿De qué se trata?

—Eso es muy simple, solo cierra los ojos.

—Okey —acate su orden.

—Ahora respira profundo, relájate y dame tu mano.

De repente le tendí la mano para que terminase guiándome a una dirección desconocida. Al poco rato, y por órdenes de Summers, abrí los ojos, encontrándome en lo que vendría siendo, el centro del salón.

—¿Qué es lo que haces? —cuestioné indignada.

Me tenía tomada de los hombros.

—Tranquilízate, ¿Okey? —hizo un ademán, señalando calma en mí—. Solamente relájate y sigue con las respiraciones.

Laboré lo indicado hace un rato, mientras lo observaba marcharse hacía el escritorio. El cual estaba muy en el fondo de la habitación. Por un momento el ambiente se torno tenso e incómodo por mi parte.

—Vuelve a cerrar los ojos —ordenó mientras tomaba lugar.

—¿Otra vez?, Pero sí…

—Solo hazlo, confía en mí.

Cerré los ojos de nueva cuenta mientras expelía y despedía aire de mis pulmones.

—Bien hecho. Ahora imagínate que estás en un espejo, junto con la presentación; en la parte que te toca exponer, y de repente  empiezas a hablar e improvisar lo que vas a decir.

No hice más nada. Solo expulsé aire, intensamente de lo nerviosa que estaba. No sabía si la técnica de Trevor resultaría buena.
Escuché la voz del chico, tratando de calmarme, señalando que todo estará bien e, hiciera lo que hiciera, él no me juzgaría; como realmente lo imaginé.

Después de tantas horas de nerviosismo y calumnias, empecé a reclamar la parte que expondría, mientras el rizado me observaba entusiasmado. Tal vez no lo observaba en ese instante, pero si lo presentía. El siempre ha sido noble y gentil con mi amiga y conmigo.

STAR, la fuerza del amor © N°1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora