"Rafael puede predecir el futuro", había anunciado el consejero al rey de las tinieblas cuando este le preguntó acerca del extraño poder de su hijo.
No era habitual que un sanador tuviese más de un don. Todo su ser estaba diseñado para canalizar la energía proveniente de la fuente vital y utilizarla para sanar heridas y curar enfermedades, por lo que no había sitio para nada más. Sin embargo, el niño había demostrado que su cerebro funcionaba de manera diferente, misteriosa, única, albergando una capacidad que pocos poseían y que podía considerarse una verdadera ventaja a la hora de librar una batalla.
Lo había descubierto de casualidad, por accidente, luego de que despertase sobresaltado en medio de la noche a causa de una horrible pesadilla en la que alcanzó a ver, con extrema nitidez, el cuerpo de su padre tendido en la cama con los ojos vidriosos, vacíos, sin vida. Asustado, había ido en busca de sus hermanos y los tres corrieron hacia sus aposentos donde los guardias apostados a cada lado de la puerta les cortaron el paso.
Como era de esperarse, ninguno de ellos los tomó muy en serio. Después de todo, no eran más que pequeños demonios preocupados por un estúpido sueño. No había forma de que el enemigo ingresara allí. Lo que decían simplemente no tenía sentido. Aun así, habían entrado en la recámara para verificarlo. Ya entonces, el liderazgo de Ezequiel imponía respeto a la vez que la intensa mirada de Jeremías los instaba de alguna manera a obedecer. Pese a su corta edad, el joven hechicero era demasiado poderoso como para que intentaran resistírsele.
Nada más entrar, la sorpresa los invadió al comprobar que, en medio de la fría y oscura habitación, se encontraba el más cruel y malevo demonio hechicero que su pueblo había tenido alguna vez. Ceñido sobre el cuerpo inmóvil de su señor, lo había sometido con su mente de forma salvaje y, con expresión de deleite y satisfacción, en ese momento acercaba un puñal a su garganta.
Samael no era una presa fácil, por lo que nadie jamás lo había atrapado con la guardia baja. Sin embargo, allí se encontraba, a punto de acabar con el rey de las tinieblas. Entonces, el infierno se había desatado en un instante. Gracias a la oportuna distracción que le había brindado la irrupción de sus hijos, seguidos por sus ineptos soldados, logró zafarse del poderoso embrujo y con un temeroso bramido, saltó de la cama, arremetiendo contra el enemigo.
Sujetando el mango del cuchillo que siempre descansaba bajo su almohada, lo había deslizado contra su cuello expuesto y, un segundo después, se lo enterró entre ceja y ceja. Estaba furioso. No entendía cómo había sido posible que aquel intruso sorteara las defensas como si nada. Pero no importaba demasiado ya. Todos estarían muertos antes del amanecer. Samael no toleraba la inoperancia y era conocido por impartir espantosas represalias a quienes se equivocaban.
Cuando más tarde se enteró de que su hijo había sido quien le salvó la vida, quedó encantado y por un tiempo, dedicó toda su atención y sus esfuerzos en él, incluso por encima de Ezequiel, quien siempre había sido su favorito. Que uno de sus hijos tuviese semejante poder era una grata y bienvenida sorpresa. ¿Quién se atrevería a alzarse contra él si en cuanto lo hiciera, sería descubierto en el acto? Sus planes estaban saliendo mejor de lo que había planeado.
Pero no tardó en comprender que el don de Rafael era demasiado volátil y poco confiable. Las siguientes visiones ya no tuvieron la misma claridad y precisión con la que había pronosticado su muerte, por lo que no servían para anticiparse a los hechos. Por el contrario, eran inciertas e impredecibles y el chico tenía escaso o nulo control sobre estas. Las imágenes simplemente surgían en su mente, generalmente en sueños, el mensaje era confuso, borroso, inconexo y por mucho que intentara entenderlo, casi nunca lo lograba.
Pese a su gran desilusión, el poder de la sanación corría con fuerza por sus venas, lo cual hizo que siguiese siendo valioso para su padre. Así como sería capaz de sanar heridas y curar enfermedades, también podría provocarlas y eso era algo que Samael jamás hubiese ignorado. Tener bajo su mando y a su completo servicio semejante arma era un recurso que no desaprovecharía. Más bien lo opuesto. Estaba dispuesto a exprimir hasta la última gota de energía.
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Su ángel vengador
RomanceLibro 2 Trilogía Oscuridad. Historia corta. ♡ Rafael es el más poderoso sanador de los renegados que encabezan la rebelión y posee el don de la premonición. Junto a sus hermanos, lucha contra los de su clase para evitar que la creciente oscuridad se...