No estaba seguro de cómo sucedería —si es que acaso lo hacía—, pero ante la duda, le dejó instrucciones precisas de qué hacer en caso de que le pasara lo mismo que a su hermano. El cambio de Ezequiel había ocurrido durante la noche, justo después de tener intimidad con la mujer que amaba y, si la historia se repetía, no quería que Luna se sintiese asustada. Por esa razón, le advirtió que no se alarmara y que fuera de inmediato a buscar a los demás. Ellos sabrían qué hacer hasta que recobrase el sentido.
Aun así, no se apartó en ningún momento de su lado. Necesitaba saberla junto a él, sentir su calor contra su cuerpo e impregnarse del delicioso aroma de su piel. Había pasado muchos meses nadando en el mar de la incertidumbre y la desesperanza y ahora por primera vez en mucho tiempo sentía que todo encontraba su cauce. Había seguido el mensaje recibido en medio de su visión y fue en busca de la hermosa mujer de cabello rojo como la luna de sangre. Había protegido su tesoro más preciado y, con ella, aseguró también su salvación. O al menos, eso esperaba.
Con todo eso en mente, le estaba resultando difícil conciliar el sueño. De alguna manera, estaba esperando percibir algún indicio en su interior de que el cambio había empezado. Tal vez, si se daba cuenta en el momento, podía anticiparse y advertirles a sus hermanos. De ese modo, Luna no tendría que afrontarlo sola. Sin embargo, no se sentía diferente; por el contrario, todo seguía igual que siempre. En paz, por supuesto, ahora que la tenía a ella entre sus brazos, pero tan demonio como el día que nació.
Intentando apartar los pensamientos negativos de su cabeza, apretó un poco más su abrazo alrededor de ella y la acercó a él con delicadeza. Cerró los ojos y respiró profundo en un intento por distender cada músculo de su cuerpo y así relajarse. Lo mejor que podía hacer era dormir. Con suerte, en tres días despertaría completamente transformado y podría empezar a disfrutar de su nueva vida junto a su compañera.
Luna advirtió el momento exacto en el que Rafael se quedaba dormido. Con cuidado de no despertarlo, se apoyó en su antebrazo y se incorporó lo suficiente para poder mirarlo. ¡Era hermoso! Su cabello claro, casi rubio, combinaba a la perfección con su piel dorada. Sus ojos, aunque ahora se encontraban cerrados, tenían el color del cielo en una cálida tarde de verano y transmitían la más absoluta calma. Y su sonrisa era la más cálida y bonita que había visto alguna vez.
Incapaz de contener el impulso de tocarlo, llevó una mano a su rostro y le apartó un mechón de pelo que caía por su frente. Lo oyó suspirar cuando las yemas de sus dedos barrieron la piel con suavidad y por un momento creyó que lo había despertado. Sin embargo, él no se movió y, cautivada por la paz que su sola presencia irradiaba, aprovechó para observarlo con atención. Sus rasgos eran delicados, pero masculinos y sus labios, un tanto rellenos y delineados, le provocaban las más deliciosas sensaciones.
De pronto, recordó la pregunta que él le había hecho antes: "¿Por qué no estás aterrada?", le había cuestionado y la verdad era que ni siquiera ella lo sabía. Había sido capturada por personas crueles y seres sobrenaturales de los que ni siquiera sabía de su existencia hasta entonces. La habían sometido a maltratos y tortura, tanto física como emocional, para conseguir sacar de su mente la información de aquel ángel vengador que siempre se le aparecía en sueños y alucinaciones. Y, por último, él había llegado y los había destrozado a todos, sin siquiera tocarlos.
¿Por qué extraña razón no huía despavorida? La respuesta era muy simple: porque no le temía. Bueno, sí a los otros, sin duda, y lo habría intentado si todavía siguiese en ese hospital en donde cada minuto del día ansiaba que fuese el último. Definitivamente, habría corrido bien lejos de esos asquerosos demonios, pero jamás pensaría en escapar de él. Por mucho que el sentido común le indicara lo contrario, nunca podría alejarse de su lado. No importaba cuán oscura fuese su naturaleza. Había luz en su interior, ¡ella la había sentido! Y esa misma luz era la que caldeaba su solitaria existencia.
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Su ángel vengador
RomansaLibro 2 Trilogía Oscuridad. Historia corta. ♡ Rafael es el más poderoso sanador de los renegados que encabezan la rebelión y posee el don de la premonición. Junto a sus hermanos, lucha contra los de su clase para evitar que la creciente oscuridad se...