Capítulo 5

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Intentaron acercarse a su hermano, pero la brillante y peligrosa luz que Rafael irradiaba los impulsaba hacia atrás con violencia. Sorprendidos, intercambiaron una mirada antes de volver a posar los ojos sobre él. Jamás lo habían visto en ese estado. Nunca antes había perdido el control de ese modo, ni siquiera estando bajo el efecto de una visión.

Cautelosos, se quedaron inmóviles, manteniendo una prudente distancia entre ellos, más para protegerse a sí mismos que al revés. Sabían perfectamente que el poder de un sanador no es algo que se pudiese, ni debiese, subestimar, mucho menos si este se encontraba en medio de un trance.

"¡¿Qué mierda?!", se preguntaron a la vez para sus adentros, preocupados y cautivados en partes iguales. Arrodillado en el piso, Rafael mantenía los brazos extendidos a ambos lados de su torso con las palmas apuntando hacia abajo; de estas emanaban violentos chispazos dorados de furiosa electricidad. Su cabeza, colgaba hacia atrás, al tiempo que todo su cuerpo se arqueaba, tenso, en la misma dirección.

Entonces, sacudido por una violenta descarga, se enderezó de repente y sus alas emergieron bruscamente de su espalda haciendo volar todos los papeles que se encontraban dispersos sobre la mesa.

Alarmado, Jeremías alzó las manos para trazar los símbolos que le permitirían controlar el inestable poder que emanaba de su hermano, pero antes de empezar siquiera, el líder lo detuvo. Él había tenido la misma idea segundos antes y había intentado alcanzar su mente con la suya con el fin de conectar con las emociones exacerbadas y aplacarlas; sin embargo, no lo había logrado. Al parecer, había una barrera protectora a su alrededor, invisible y agresiva, que no solo lo había forzado a retroceder, sino que también le había provocado un fuerte dolor de cabeza. No quería imaginar cómo podría reaccionar esta ante la magia de un hechicero.

—¡Algo tenemos que hacer, Ezequiel! —exclamó, impaciente, al ver que Rafael se sacudía de nuevo, afectado por otra sacudida de electricidad.

Una vez más, se preparó para utilizar su poder. Si bien era consciente del peligro al que se exponía, no podía quedarse de brazos cruzados. No estaba en su naturaleza el mantenerse al margen, mucho menos si alguien de su familia sufría. Por fortuna, justo antes de que lo intentara, la energía que fluía a través de su hermano mermó, permitiéndole finalmente volver en sí.

Al instante, el cuerpo de Rafael perdió la rigidez que se había apoderado de él segundos atrás. Sus hombros se hundieron hacia adelante, su cabeza cayó también, y los brazos se desplomaron sin fuerza, pegándose de nuevo a su tembloroso cuerpo. En sus manos ya no había luz centelleante; en su lugar, una fina capa de sudor cubría sus palmas y su rostro. Su respiración se encontraba agitada y sus alas, laxas y a medio repliegue ahora, rozaban el piso.

—Está aterrado —susurró Ezequiel en cuanto fue capaz de percibirlo de nuevo—. Y furioso, peligrosamente furioso.

—¿Por qué? —inquirió Jeremías, confundido. No entendía nada.

—No lo sé —replicó con frustración mientras le pasaba un brazo por debajo de la axila para levantarlo—. Su mente parpadea y sus pensamientos divagan. ¡Nada de esto tiene sentido! —Gruñó por el esfuerzo al ponerlo de pie—. Está demasiado débil. Tenemos que llevarlo a su habitación.

Su hermano asintió, conforme, y sujetándolo por el otro costado, lo ayudó a avanzar en dirección a la puerta. Pero entonces, Rafael gimió y manifestando una sorprendente fuerza para el estado en el que se encontraba, los empujó en un intento por zafarse de ellos.

—Tengo que salvarla. Ella me necesita —balbuceó en un hilo de voz.

Ninguno de los dos le hizo caso. Estaban acostumbrados a que divagara luego de tener alguna visión y aunque esta había sido muy diferente a otras antes, el resultado seguía siendo el mismo: desvaríos sin sentido y un extremo agotamiento tanto físico como mental. Debía descansar y así reponer la energía que había perdido.

Su ángel vengadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora