♚ R E A L : O N E ♚ 전 정 국

Su Majestad Jeon

YoungSo siempre estuvo preparada para cualquier situación que se le presentara en el campo de batalla. Al ser la doncella más joven que ha participado en entrenamiento de combate, el respeto hacia su persona era inminente. 

Su madre, la Reina de Reom se dedicó mucho a persuadirla para tomar las clases de etiqueta y protocolo para ser digna de cualquier título real. Sin embargo, sus intereses personales distaban de los reales. YoungSo no mentiría si diría que la adrenalina del combate le hacía vibrar su frágil y humano corazón. Pero tampoco podía negar que las piedras preciosas lograban deslumbrarla. 

Es por eso que más de un noble quería cortejarla. La Princesa de la Estrella Llameante le llamaban. Como si compararla con una insignificante flor lavanda le hiciese alguna justicia. Realmente nunca tuvo interés en el amor, debe de confesar. Se interesaba más en las personas y en ser real. Y cuando se refería a real, se refería a las simples y cotidianas cosas de la vida que hacían hermosa la realidad del ser humano. Más allá de títulos y lujos, YoungSo disfrutaba de las sonrisas de los pueblerinos, las carcajadas de los niños y la felicidad de la paz. 

Una paz que el Rey Jeon de alguna forma logró quebrantar. 

- Rey Jeon. - Se pronunció con suavidad y en una leve reverencia mientras observaba con respeto al peli plata sentado frente a ella con sus piernas cruzadas infundadas en lo que vendría siendo su ropaje casual. 

- Princesa de Reom. - dijo el Rey Jeon situando el peso de su mentón en la mano que reposaba en el gran sillón. - He de decir que estas no son horas prudentes de pasear por el reino tomando en cuenta que es una doncella real y el reino está repleto de caballeros en vela cuidando de él. ¿Debería preguntar el motivo de su pequeña aventura nocturna? Quizás podría especular mis teorías basándome en su apariencia. Sin embargo, lo encontraría imprudente. ¿No cree usted? - clamó el Rey levantando una ceja escudriñando de pies a cabeza a la doncella que yacía de pie frente a él. 

- Perdone, su majestad. - Dijo la princesa inclinando levemente la cabeza en señal de arrepentimiento. - Claramente fue un terrible error de mi parte el querer abandonar mis aposentos a tales horas de la noche. Podría usted quizás juzgarme por mi apariencia pero ruego que no tome en cuenta mi forma de lucir cuando mis intenciones sinceras de acudir a la cocina real fueron interrumpidas por la cálida luz de su biblioteca personal. Debo de ser honesta al decir que mi curiosidad por los bellos libros situados en su librería privada sedujeron mi deseo ferviente por la literatura sucumbiendo así su espacio personal. Ruego perdón si le he ofendido. - Dijo YoungSo desviando la mirada totalmente incómoda por tener que seguir el protocolo de dialecto estipulado para la realeza. Sentía simplemente unos enormes nervios el tener que estar de pie frente al Rey Jeon. Más aún después de haber sido testigo de las abominaciones que el mismo ejercía con su hermana. 

El Rey Jeon la miró con detalle luego de haberla escuchado con cuidado para luego sonreír de costado. 

- Puedo apreciar la elegancia marcada que posee una doncella noble cuando la escucho hablar. Permítame decir princesa, que su vocablo es digno de un trono. - Halagó el Rey Jeon escudriñando a la doncella bajo su mirada filosa.  - Sin embargo, debería de advertirle que escudriñar en lugares donde no ha sido invitada rompe toda la etiqueta que desea mantener. Soy consciente de que la literatura es una pasión que puede ejercer en el corazón de muchos, puesto que mi persona es victima de la misma. Por lo cual, como Rey de este palacio le recomendaría mantener su pasión a las cuatros magnificas paredes que adornan la biblioteca principal real. Estoy seguro que su estilo de lectura se ajustará más allá. La luz del día es más prometedora para la lectura que las sombras de la noche, las cuales podrían dejar suelto cualquier tipo de peligro. -  Dictó el joven Rey situando sus brazos en la rodilla que cruzaba sus piernas.