CAPÍTULO 3

2 0 0
                                        

A la mañana siguiente, se celebraría el entierro de Alicia. Invitaron a todo el pueblo y a los amigos del instituto de Burgos donde Alicia estudiaba. Fue un entierro discreto pese a la cantidad de gente que acudió. Sus padres estaban rotos, destrozados. Por suerte, su pequeña estaba ahora en un lugar mejor. Hubo muchísimos lloros cuando el ataúd iba descendiendo. Una vez terminó la ceremonia, todos se quedaron un rato a hablar con las familias y darles el pésame. A partir de ahora, empezaba lo duro. Aunque su mayor consuelo, era que habían podido encontrarla.

Llegaron ya de noche a casa. Absolutamente todo el mundo estaba destrozado. Nadie hablaba, y Verónica se encerró en su habitación hasta la mañana siguiente. Esa noche fue muy muy dura. Nadie conseguía dormir ni en ese pueblo, ni a muchos kilómetros de distancia, allá por Barcelona. Su padre estaba llorando junto con su nueva novia. Lloraba porque estaba confundido. No sabía si había llegado a ser un buen padre o si por el contrario, no había sido suficiente para Alicia. Tampoco sabía si durante el tiempo que había estado con Verónica había sido un buen marido. No se sentía suficiente ni para él mismo. A todo el mundo se le quedó grabada la última vez que podrían sentir la presencia de Alicia antes de sepultarse bajo tierra para siempre, pero en especial para sus padres, que habían perdido a su única hija así, tan duramente. La parte más emotiva fue durante ese año y medio de búsqueda. Se dieron cuenta de cuánta gente quería a su hija. Amigos, familiares, vecinos, gente con la que ya apenas mantenían relación, se habían volcado en esa lucha tan dura de encontrar a Alicia. Tanto el Alberto como la Verónica de hacía un año y medio se podrían imaginar cómo se encontrarían pasado ese tiempo; sin su hija, y enfrentándose a su mayor miedo: la vida sin ella.

Pasaron los días. El pueblo entero en silencio, atormentado por todo. Ese año y medio en el que habían sucedido tantas cosas. Nadie. Nadie estaba dispuesto a asimilar que esa criatura tan bondadosa y amable se hubiera ido para siempre. Se decretaron tres días de luto oficiales por ella. El pueblo entero vistió de gris. Durante ese mes, la gente más cercana a la familia acudió a visitarlos al pueblo. Devastados como estaban, iban a necesitar la ayuda de muchas personas.

                                                                    ALICIAWhere stories live. Discover now