Después de unas cuantas semanas sin verse, Alberto y Verónica concretaron un día para verse. Él, viajaría desde Barcelona hasta Burgos para pasar en casa de su ex-mujer. Durante todos esos últimos meses que habían compartido los dos juntos, con la excusa de terminar el libro, les habían servido para darse cuenta de que todavía se seguían queriendo.
Cuando llegó ese día, ambos estaban muy nerviosos. A las siete de la mañana, salía el tren que llevaría a Alberto hasta Burgos; éste decidió escribirle un mensaje a Verónica, informándole de que en poco menos de una hora llegaría a la ciudad. Escribió varios mensajes, que luego sin llegar a enviarlos, los borraba, aprovechando que Verónica no estaba conectada. Escribía y borraba. Escribía y borraba. Escribía y borraba. Así hasta que veinte minutos después, decidió que el último mensaje que había escrito era el mejor para enviarle y el que más resumía lo que quería decirle. Decía algo así como:
"Hola, Verónica.
Bueno, en realidad no es nada importante. No te escribo para dejarte plantada como ya hice una vez en su día; no; todo lo contrario. Quería informarte de que en poco menos de cinco minutos saldré. Creo que ir me va a hacer muy bien, pues me parece que tenemos que hablar de muchas cosas a las cuales nos da miedo enfrentarnos. Bueno, ya nos veremos más tarde.
En fin, que un abrazo enorme."
Así quedó el mensaje. No esperaba que lo leyera, aunque tampoco podía dejar de revisar WhatsApp cada poco rato para comprobar si Verónica habría leído ya su mensaje. Repitió la misma operación unas cuantas veces desde que había escrito el mensaje, hasta que, un cuarto de hora más tarde, ella leyó el mensaje. Él se puso muy nervioso: el corazón le latía más fuerte y empezó a sentir una extraña sensación de muchísima alegría, una cosa rara de explicar. No podía dejar de sonreír, y, a la vez, de tan emocionado que estaba, le costaba hasta respirar. Impaciente, esperaba la respuesta de Verónica, que no tardó en llegar.
"Holaaa. Vale, muy bien. Aquí te espero. Estaré en el centro de la ciudad esperándote."
Un poco más tarde, el tren llegó a la estación de tren de Burgos. Nada más bajar, salió disparado de la estación de trenes a coger un taxi que le condujese hasta el centro, donde Verónica seguramente ya llevara un rato esperándole. Cuando llegó, tuvo que llamarle para que le indicase dónde estaba. Cuando por fin ambos se encontraron, se dieron un abrazo fuerte y dos besos en las mejillas, como si se conocieran absolutamente de toda la vida. Dieron un paseo, y estuvieron conversando un rato, alegres. Hasta que, por fin, él se decidió a contarle algo que llevaba ocurriéndole desde hacía ya un tiempo y que le inquietaba pero a la vez le llenaba de satisfacción. Así que, sin pensárselo dos veces, se lanzó a comentárselo:
-Em... Verónica-dijo él, en un tono que a ella le sonó alarmado.
-Dime-respondió ella extrañada.-¿Te ocurre algo, te encuentras bien?
-Sí, sí, tranquila. Me encuentro mejor que nunca, y la cuestión... La cuestión es que es gracias a ti.
-¿¡Qué!?-Ahora ella parecía alarmada.-No, no puede...ser-dijo, con la voz entrecortada.
-Sí, Verónica. Por favor, déjame explicarme. A ver...
-Sí, a ver.
-Llevo enamorado de ti desde hace muchísimos años. Cuando nos separamos me enamoré todavía más. A ver, y luego está mi pareja, que no te digo que no sea feliz con ella, pero es que creo que sería más feliz contigo que con ella. Además, creo que ella se está desenamorando de mí.
-Ya, pero la cosa es...-Empezó a decir Verónica, pero Alberto le interrumpió.
-La cosa es que yo también he visto cómo me miras. Créeme que no te lo digo porque yo esté enamorado de ti, sino porque yo también te veo enamorada de mí. Venga, sino recuerda el beso de aquella noche. Sé que tú tampoco fuiste capaz de dormir aquella noche.
Al principio, Verónica quiso contradecirle. No le miraba a la cara, porque sabía que en el momento que lo hiciera, tendría que darle la razón a él, y ella, haciendo gala de ese carácter que casi nunca sacaba, no estaba dispuesta a que dijera la verdad. Quizá era que no sentía preparada y no quería asumirlo. Pero entonces, Alberto la cogió por la barbilla suavemente con una mano, y, sin poder evitarlo, ella se rindió ante su mirada cálida. Efectivamente. Ella también estaba enamorada. Dándosecuenta de que ahora no podían seguir siendo solo amigos, Verónica le preguntó a Alberto:
-Pero... ¿Y ella? ¿Sabe que has venido aquí?
-Por favor, olvídate de ella.-Le rogó él en tono suplicante.-Yo solo te quiero a ti y eso va a ser así siempre. Ella tan sólo fue una etapa. Sé que es muy chocante esto que te estoy contando, pero ¿qué te parece si lo volvemos a intentar? Por favor, sería muy importante para mí.
Al principio, ella se resistió, pero tampoco podría negar siempre la atracción que efectivamente sentía al que un día fue el padre de su hija.
-¿Y si...? ¿Y si intentamos vivir la historia de amor que no pudieron vivir Alicia y Gabriel?-preguntó Alberto, esperanzado.
-¿Nosotros? Pero Alberto, si ya tenemos cierta edad... No sé, no creo que podamos vivir un romance como el de unas criaturas de quince años.
-No, porque lo viviríamos como los adolescentes que una vez fuimos nosotros.
-Pfff, es que no sé, Al. Yo no sé si estaría preparada.
-En serio, si no me haces caso y lo intentamos, nuca sabrás si estás preparada-dijo Alberto, al mismo tiempo que éste le introducía un mechón de pelo rebelde detrás de su oreja derecha.
Ella, se sonrojó un poco, antes de contestar:
-Está bien. Pero si algo sale mal, lo dejamos. Y te pido por favor que arregles las cosas con tu pareja porque yo no estoy dispuesta a intervenir de improviso en la relación de nadie.
-Te lo prometo, lo arreglaré. Pero de verdad, tú no te preocupes por eso.
-Ya.-dijo Verónica, con un tono más seco de lo habitual.

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ALICIA
Mystery / ThrillerAlicia es una chica de 15 años que vive junto a su familia en Burgos. Una tarde de finales del mes de abril del año 2.003, Alicia desaparece sin dejar rastro alguno. La última vez que se la ve, es a las cinco y media de esa misma tarde, paseando por...